Síntomas como la irritación, el exceso de sequedad o de grasitud, la deshidratación o las alergias pueden encontrar su raíz en un ambiente muy seco o repleto de toxinas, por lo que proteger al órgano más grande del cuerpo se vuelve una necesidad imperante en nuestros días.
Los agentes internos que pueden afectarla son la dieta, los hábitos y la rutina, en cuanto a los aspectos externos entran en juego la contaminación en el aire, el agua, la exposición directa al sol y los cambios bruscos o anormales de temperatura y/o niveles de humedad.
Al momento de resguardar a la piel de los agentes agresivos externos es importante tener en cuenta algunos consejos.