Mantener una red inalámbrica no debería ser complejo. Se conecta el router, se configura una contraseña para nuestra WiFi y nos olvidamos del problema. Sin embargo lo que normalmente pasa es que hacer que la red wireless funcione adecuadamente se convierte en una pesadilla de proporciones épicas.
El inconveniente más común suelen tener los usuarios con sus conexiones inalámbricas es la intensidad de la señal. Siempre está ese lugar de la casa donde las rayitas no llegan. Comprar un router más potente es la opción más inmediata, aunque también la más cara.
Pero para nuestra suerte existe un método casero que con un poco de suerte nos ayudará a extender el alcance de la WiFi y solamente necesitaremos una o dos latas de gaseosa. ¿De qué se trata?