Grandes personajes de la historia sintieron en sus venas ser los salvadores del mundo, sentirse ellos mismos como los conquistadores de todo "hablamos de personas que guardan para sí comportamientos asociados con delirios de grandeza y un concepto narcisista importante", comenta el psicólogo Javier Gutiérrez.
O sea, en este trastorno, aparecen ideas delirantes como sentirse superior a otros, se presentan fuera de la realidad en la cual el individuo se encuentra y son muy difíciles de cambiar.
Pues, el sujeto permanece dormido en una sola idea: la suya, que está relacionada con el "sentirse más que los demás"; sin importar otra cosa. Lleva al extremo sus capacidades y logros y, obviamente, será reacio a recibir críticas sobre sus defectos o imposibilidades.
El megalómano es un tipo de persona cuya cualidad principal es considerarse un ser especial, superior y, por lo tanto, más importante. No va a considerar el estado de los demás, sino que va a imponer el suyo como el más importante, y el único al cual se debe prestar atención.
“Esto va más allá de la edad, la clase social o el género, pues es un trastorno de la personalidad que se presenta en un momento determinado de la vida y se relaciona con ideas o creencias irreales en donde -esa persona- se posiciona como un ser especial”, añade el profesional.
Lo curioso de este trastorno es que, quien lo padece, cree que como se ve a sí mismo es como lo ven los demás: todos deben reconocerlo como superior y celebrar sus acciones.
Es el más bello, el más inteligente, con mejores ideas y merecedor de admiración y tratos especiales. Suele tener una visión distorsionada de la realidad y de su realidad, viviendo una paralela, inexistente. Su mente crea esa realidad o ilusión; pero, ésta no existe como tal, “está dormido en esa idea que él mismo creó pero que no es lo que realmente es”, comparte el profesional.
Algunas de sus características son: exagerar sus capacidades, dramatiza sus logros, se cree perfecto en cada faceta de su vida -por lo tanto no comete errores, sino que los cometen los demás-, no acepta críticas ni contradicciones. Pero, como todo intento de superioridad, “son personas con autoestima débil, con dificultades para afrontar la frustración y por lo tanto con actitudes defensivas constantes”, añade.
Su arrogancia y exageración suele llevarlos a estado de soledad muy profundos, ya que no siempre son aceptados por las demás personas que los rodean. Otras veces, ellos mismos se aíslan, pues se sienten superiores al resto. Esto desemboca en un vacío emocional importante que puede afectar su salud a nivel físico como mental.
Jugar a ser Dios
Es característico de este trastorno el creer que son capaces de todo. Y esto también incluye la habilidad de manipular o influir en otros.
Son sumamente presumidas y "sienten que su presencia es lo que más vale para las personas que lo rodean. De alguna manera falsean la realidad y suelen culpar a los demás, ya que ellos rige una fuerte sobreestimación", dice.
Juegan a ser Dios, pues todo lo que se les presente resulta sencillo o posible para ellos. Creen tener la receta mágica para cada situación y, por supuesto, hasta la razón. El tema es que esto solo ocurre en sus mentes, mantienen esa idea fija por más que falle en cada intento.
Y, obviamente, no lo reconocen, sino que culpabilizan al entorno.
Su comportamiento es de poder y omnipotencia. Las fallas en sus intentos no les sirven, pues no consideran el fracaso como su responsabilidad, sino de otros. Por lo tanto, no aprenden de sus errores ni de las experiencias. Hacen un gran trabajo por mantener una imagen idealizada de sí mismos para que los demás lo vean de la misma manera. Para ellos, el problema siempre son “los otros”.
Es importante conocer este trastorno, ya que “no podemos diagnosticar deliberadamente a una persona como megalómano, pues este cuadro merece un estudio serio y en compañía con un profesional de la salud conocedor del mismo”, afirma Gutiérrez. Además, porque el considerar con este apelativo a quien guarda una buena autoestima y optimismo, nos llevaría a generar una falsa alarma social.