¿Qué pasa cuando lloramos?

Social y culturalmente se ha identificado al llanto como signo de debilidad. Y, más que nunca, como algo que se debe esconder. Pero, ¿qué hay detrás de él?

¿Qué pasa cuando lloramos?

Seguramente hay entre los tuyos aquel que, cada vez que te ve triste o con poco ánimo, te da unas dulces palmaditas en la espalda y lo acompaña con el ya atesorado "no, llores más. Eso no soluciona nada". Y pasa también que luego de ese gesto de amabilidad (por decirlo de alguna manera), te dan ganas de llorar más.

Pues, obviamente, esa expresión no ayuda a nadie. A ese personaje le decimos: "¿no soluciona nada?". Increíblemente, y para sorpresa de varios, llorar es necesario y hace bien. Así que, al que dice que no soluciona nada, o que llorar no es de hombres, le advertimos que está equivocado.

Este acto, ligado con la expresión de nuestros sentimientos, muchas veces buscamos esconderlo; o sea: lloramos en soledad, ocultos, para que nadie nos vea ni nos escuche. O elegimos hacerlo de noche, cuando sabemos que nadie nos va a mirar, ni preguntar. "Nos escondemos del entorno, intentamos aplacar nuestro llanto y el motivo que lo provoca", comienza a analizar la psicóloga Soledad Álvarez.

Y las lágrimas se tiñen de mayor incertidumbre cuando la acompañan expresiones que parecen de ayuda -pero no lo son-, como las típicas expresiones: "no llores más, no sirve", "te ves fea/o cuando llorás", "tenés que lavarte la cara y listo, nada pasó", entre otras tantas.

No faltan también aquellas personas que, en su afán de colaborar, nos dicen qué deberíamos hacer cuando, realmente, llorar es un buen camino "para sanar y limpiar las emociones que afloran, sean éstas reprimidas o no", dice Álvarez.

Nadie duda de la buena intención de quien aconseja reprimir el llanto, ni de las ganas de vernos mejor,  "pero a veces esas buenas intenciones se difuminan y hasta tienen un efecto contrario. Esto se debe a que muchas veces al llorar no pretendemos que el otro nos diga qué hacer o cómo hacerlo; sino, simplemente compañía y empatía", agrega.

A veces es tan difícil salir del papel de "autorreferencialidad" que "decimos lo que no debemos. Y muchas veces también expresamos lo que el otro no necesita escuchar, menos en ese momento en que se encuentra sensible", añade la profesional. Este tipo de intervención externa puede generar sentimientos de frustración y enojo en aquel que viene atravesando la situación de angustia que provoca el llanto instantáneo.

Por otro lado, Marisa Vázquez, también psicóloga, nos dice que la acción de llorar es vista socialmente como debilidad; y ese es un concepto erróneo. "Buscamos reprimir el llanto, no queremos que nos vean y lo hacemos lejos de los espacios públicos".

Evidentemente, esto se va transformando en una "bomba de tiempo emocional", en algún momento debemos limpiarnos emocionalmente, y el llanto es una de esas maneras para liberar emociones; tanto positivas como negativas. "De alguna manera tenemos que recuperar nuestro equilibrio interno y reprimir las ganas de llorar no es la manera más correcta de lograrlo", argumenta.

Si querés llorar, llorá; que te sana

Al gran estilo, "aunque usted no lo crea", llorar trae beneficios para la salud. Sí, leyó bien: es saludable. "El proceso de llanto es muy fuerte, genera la liberación de hormonas que producen una sensación de estabilidad", afirma Álvarez. Genera desahogo y colabora con esa búsqueda de equilibrio.

"Provoca que el cuerpo se relaje y la tensión que existía, se libere", es por eso que, luego de un llanto profundo, solemos quedar cansados y con sueño; "incluso, muchos quedan dormidos", ejemplifica Vázquez.

De alguna forma, es una manera de autogestionar nuestras emociones, como lo es reír a carcajadas. Estas expresiones, llorar y reír, son modos de responder a estados emocionales: "Aquellos que se presentan como espontáneos en el ser humano. Y, por eso mismo, son muy importantes para poder 'regular' nuestros estados de ánimo", relata Álvarez; mientras afirma que son innatos y que reprimir uno de ellos es forzar a esconder esa emoción; que tarde o temprano necesitará salir. De nosotros depende poder canalizarlos de la mejor manera y dejarlos que fluyan.

Controlar las emociones, negativas o tristes sobre todo, es como querer atrapar el océano con un simple estanque. Por algún lugar, éste se rebalsará y las consecuencias pueden ser dolorosas; generando que ese sentimiento se potencie. Entonces: demósle las gracias al buen amigo que aconseja no llorar más; pero es mejor dejar su consuelo errado a un lado y darle espacio a las lágrimas.

Al parecer llorar libera hormonas que alivian el dolor. Del mismo modo, a través de las lágrimas, eliminamos bacterias y gérmenes gracias a una sustancia presente en ellas. Y, lo más asombroso de todo es que "liberando esta emoción, nuestro estado de ánimo se beneficia positivamente, ya que nos quitamos de encima el estrés que la acumulación de esa emoción generó en nuestro interior", cierra Álvarez.

Cabe destacar que, luego de llorar nos sentimos más reconfortados. "Cuando lloramos, la respiración se hace más fuerte, se acelera y nos agitamos provocando cansancio", señala Vázquez. Y, como el cuerpo gasta mucha energía producto de este proceso, luego llega el sueño o, en otros casos, el hambre. Como buena máquina perfecta, el cuerpo necesita reponer esa energía perdida.

Por todo esto, ¡atentos! La próxima vez que te invadan las ganas de llorar, no reprimas esta emoción. Recordá que, si bien a nadie le gusta estar triste; llorar no es signo de debilidad, simplemente, es una emoción que está pidiéndote exteriorizarse y sobre todo, sanar. Y, a aquel amigo que aconseja, simplemente agradecele, pedile que acompañe y deje salir tu llanto.

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