Argentina destaca a nivel internacional en los más diversos deportes pero donde sobresale de manera indiscutida y plenamente contrastada es en el polo. Lo viví muy de cerca mientras investigaba para mi libro "Los Heguy. Pura Sangre de Polo".
Los tres torneos más importantes del planeta se disputan entre setiembre y diciembre y en su conjunto son llamados la "Triple Corona". Comienza con el Abierto de Tortugas celebrado en el Country Club del mismo nombre que fue la primera urbanización de este tipo en América Latina, inaugurada en 1930.
Continua con el Abierto de Hurlingham en las instalaciones del coqueto y señorial Hurlingham Club fundado en 1888 en las afueras de Buenos Aires.
La frutilla del postre llega en diciembre con el Campeonato Abierto Argentino de Polo en el predio del Campo Argentino de Polo en el barrio de Palermo, conocido como "La Catedral". Se disputa desde 1893 y la final que enfrenta a los mejores del año es el equivalente a una Copa Mundial de Fútbol. Es un duelo que hay que disfrutar personalmente al menos una vez en la vida, aunque no se tenga mucha noción acerca de este noble deporte del taco y los caballos. Más que un partido es una actividad extrasensorial por el entorno, la historia, el glamour, las bellas mujeres, los más excelsos polistas del orbe y los mejores montados que se pueden ver dentro de una cancha de polo en todo el mundo.
Este trascendental encuentro llama la atención de los fanáticos de Estados Unidos, Europa, Australia y de los países árabes donde aman a los caballos. Es habitual cruzarse en el predio con hombres vestidos de túnica y turbante durante el campeonato.
Las cadenas internacionales de TV y los medios de prensa más importantes envían sus corresponsales a cubrir este acontecimiento único que comienza con la salida de los equipos a la cancha acompañados por los redobles de la Banda del Colegio Militar que ejecuta canciones típicas.
Una vez formados los equipos y los árbitros (son dos en cancha a caballo y un tercero que controla desde afuera) se entonan los compases del Himno Nacional Argentino y acto seguido comienza a rodar la bocha blanca.
El polo se abraza a la mitología representado por el Centauro, mitad hombre, mitad caballo. Es la simbiosis conjunta de jinete y bestia que componen una unidad indivisible de esfuerzo, habilidad y coraje. Los historiadores sostienen que el juego se inició en el Siglo Uno en Persia, actual Irán. Era utilizado como complemento en la enseñanza militar de los jóvenes guerreros. El nombre fue tomado de la raíz tibetana"pulu" o "pullu" como llamaban al sauce, la materia prima de las bochas. Llegó a la Argentina por medio de los ingleses hacia 1875. La bondad del suelo llano y fértil, la habilidad natural del hombre criollo mezclado con sangre europea (especialmente vasca e irlandesa) y la cría y doma cada vez más especializada de los petisos de polo hicieron que este deporte arraigara como nunca en el país hasta alcanzar el nivel de excelencia actual. Se pueden obtener entradas para observar los partidos en Cancha Dos y en la Cancha Central desde la la Tribuna C donde se ubican los espectadores más puristas o en Tribuna Dorrego, más económica, cuyos laterales son los clásicos asientos de tablón como en el fútbol y donde se suelen reunir los hinchas más ruidosos agitando banderas de su club al son de cantitos tribuneros. El equipo que logre alzar al cielo la plateada copa tendrá un lugar asegurado en el Olimpo del polo, un deporte que pasa de generación en generación con apellidos ilustres como Menditeguy, Duggan, Cavanagh, Alberdi, Harriott, Heguy, Pieres, Novillo Astrada y Adolfo Cambiaso, considerado como el mejor de todos los tiempos, cuyos hijos ya están taqueando por las canchas para continuar la tradición.
Datos
Final del 126 Abierto: sábado 14 de diciembre
Entradas: www.aapolo.com
Transporte al Campo de Polo:
- El colectivo 130 para en la puerta de ingreso por Libertador
- Desde Retiro el tren de la Línea Mitre para en la estación 3 de Febrero sobre calle Dorrego en el ingreso de esa tribuna.
- Subte de la Línea D. Estación Palermo en Av. Santa Fé y Bullrich. Desde allí hay que caminar unas cuadras.