La jueza federal de la localidad santacruceña de Caleta Olivia, Marta Yáñez, ordenó abrir los lockers que cada uno de los 44 tripulantes del ARA San Juan utilizaba para depositar sus pertenencias en la Base Naval de Mar del Plata, y que permanecían sellados desde la desaparición del submarino, informaron fuentes judiciales.
La apertura de las taquillas con los objetos guardados por los submarinistas antes de partir en su última misión, el 25 de octubre de 2017, fue habilitada ayer por Yáñez a través de un exhorto judicial.
La posibilidad de recuperar las pertenencias depositadas allí era un reclamo de los familiares, especialmente desde que los restos del buque fueron localizados sobre el lecho marino a 907 metros de profundidad, el último 17 de noviembre, dos días después del aniversario de su último contacto.
Los 44 casilleros comenzaron a abrirse en las primeras horas del lunes, en el predio naval donde solía amarrar el San Juan hasta su hundimiento en el Atlántico Sur.
Fuentes judiciales informaron que la tarea de inspección de los lockers se extendió hasta la madrugada del martes en una primera tanda, y que continuó luego durante el día de hoy en los edificios de los oficiales y suboficiales de la base, donde están ubicados.
El procedimiento estuvo encabezado por personal del juzgado de Caleta Olivia, que viajó especialmente a Mar del Plata, y contó con la participación de efectivos de la Policía Federal.
La apertura de cada taquilla fue filmada, y todos los objetos y pertenencias encontrados fueron rotulados y nomenclados, a la espera de que la jueza autorice la entrega a los familiares de los 44 submarinistas.
"Se secuestró alguna documentación que pudiera servir para la causa, como papeles y anotaciones", informaron fuentes cercanas a la investigación sobre la búsqueda y desaparición del buque de guerra de la Armada argentina.
La entrega de las pertenencias se realizará personalmente en Mar del Plata a cada familiar, por separado, a medida que se vayan acreditando los parentescos.
Los allegados de los tripulantes han señalado que dentro de las taquillas los marinos solían dejar cartas, anillos, fotos, alguna prenda de vestir, libros, souvenirs, documentos, e incluso elementos del traje de gala y del uniforme que no fueran necesarios mientras estaban embarcados.
Cada taquilla es más grande que un casillero de vestuario tradicional y más pequeña que un armario típico, con una dimensión de aproximadamente 1,8 metros de alto por 80 centímetros de ancho.
Y cada una de ellas permaneció cerrada tras la partida del ARA San Juan: luego de su pérdida de contacto, Yáñez había ordenado además que cada una de ellas fuera sellada con un precinto judicial numerado.