Fue otro pelotazo en contra. Un mazazo, en realidad fueron tres. De esos que duelen, que dejan heridas. Un hondazo que baja ese ánimo que, tras golear a Vélez en el Amalfitani, venía por las nubes. Godoy Cruz tuvo tuvo un cierre acorde con su semestre: pobre.
Esta vez, el equipo de Daniel Oldrá no jugó como para merecer un aplauso. El aplauso, esta vez, debería haber sido de los jugadores a los hinchas, que fueron los que despidieron al equipo cantando y soñando con la vuelta al Gambarte.
Olimpo le planteó un sistema cerrojo al Tomba, y Godoy Cruz jamás encontró la llave para abrirlo. Ideas efímeras, protagonismo fugaz, ataques -lo que se dice ataques- contados con una mano, moviendo de un lado al otro pero no pudiendo romper esa fortaleza de las dos líneas de cuatro que propuso Walter Perazzo.
Olimpo jugó tranquilo. Hizo su negocio. Paciente, tocó y tocó hasta que los huecos aparecieron solos. Encima, para peor, el fondo del Expreso reverdeció las grietas que mostró durante todo el segundo semestre de 2014. Y mediante un córner, (¡cuándo no!), como lo había hecho Desábato hace quince días, Sills se elevó con la misma tranquilidad y metió un frentazo limpio, de pique al suelo, que hizo estéril la resistencia de Moyano.
Olimpo siguió yendo en velocidad de contra. Soltó a Martínez por derecha, al Colo Gil por izquierda y del resto se encargaron los compadres colombianos: Mauricio Cuero y Miguel Borja.
Al colombiano le cometieron el penal que derivó en el penal que ejecutó caminando (así, literalmente) el infalible Jonathan Blanco. Y el triunfo del Aurinegro comenzaba a ser cosa juzgada.
El tercer gol visitante fue un “Perazzo de gol”. Una verdadera pinturita. La estupenda jugada tuvo posesión (casi diez toques), precisión, velocidad y belleza en la ejecución, con un Borja que fue a buscar la pared con Cuero y definió tres dedos. Golazo.
A esa altura, Borja y Cuero parecían una réplica del Tren Valencia y Tino Asprilla, dos de los verdugos del 0-5 cafetero a la Argentina en las eliminatorias rumbo a USA ‘94.
Los roles se invertían. Todo lo que el Expreso había generado de manera sensacional hace poco más de una semana en el Amalfitani, lo sufría en carne propia. Cada vez que Olimpo aceleraba, el fondo del Expreso era un tembladeral. Como en la época de Carlos Mayor, como en el 0-4 ante River, el 0-3 ante Arsenal o el 1-3 frente a Belgrano.
Está claro que para que ello sucediera, incidió un factor clave. El equipo de Oldrá extrañó demasiado a Diego Rodríguez y a José Luis Fernández. El uruguayo, eje del corte y confección, no tuvo sustituto en Daniel González. Perdido, en una posición desconocida, el zurdo ex Fénix salió reemplazado en el entretiempo. Sin embargo, los cambios tampoco trajeron solución.
Ante un Godoy Cruz abatido, que se arrastró en el campo, Olimpo dosificó energías a partir del control del balón. Eso sí, no aceleró tanto como en el primer tiempo. Se dedicó a cuidar la ventaja y a que los minutos pasaran.
Llega el tiempo del balance, de pensar en cómo reconstruir a este Expreso que pretende volver a la pelea. Para eso, Oldrá, Lavallén o el DT que se haga cargo, deberá resolver el preocupante tema defensivo, tener buen ojo para los refuerzos, tratar de retener a Ayoví, recuperar el peso/respeto de jugar en Mendoza.
¿Podrá hacerlo? El 2014, más allá de que dentro de doce días será juez del torneo, es pasado. Es tiempo de proyectar el futuro.