La tecnología ha cambiado aspectos de nuestra vida, concediendo herramientas, pero también ilusiona a muchos creyendo que tienen mayor cercanía afectiva, como una especie de balanza.
Curiosamente han cambiado las manifestaciones de amor. Se dimensiona por la frecuencia de mensajes enviados y recibidos.
Es peligroso depositar nuestra confianza a ciegas como si fuese un predictor de continuidad del vínculo.
Psicológicamente genera apego, obsesión, vigilancia al accionar del otro, actuamos impulsivamente para asegurarnos que continuamos existiendo en la mente del otro.
¿Cuántas veces habremos dicho?: “Está en línea”, “me clavó el visto”.
Como joven conozco el paño en propia piel, pero sostengo y trato de ponerlo en práctica con sensatez, con confianza en el otro, en que es posible tener amistades, relación de pareja sin depender del celular.
Ni nuestros padres ni abuelos llevaban una estadística para saber si eran queridos. Confiaban en la persona amada. Se basaban en gestos, declaraciones verbales o demostraciones de afecto.
Las parejas no eran patológicamente celosas, pues les daban un voto de confianza que validaban en su autoestima. Traiciones también existían, pero ellos, les daban un tiempo de espera, para que su pareja pudiera demostrarle con actos si era cierto o no.
Añoro para este 2019 que cada uno que lea esta nota, construya relaciones genuinas basadas en sentimientos honestos y sin dependencias a la tecnología.
Mercedes Petri Carbonari
DNI 40.972.865