Tren rumbo a Viena, verano de 1994. Ella lee un libro sobre el deseo, el poder y la muerte, pero la distrae una pareja que no para de discutir. Decide cambiarse de lugar. Al otro lado del pasillo, él lee una autobiografía de un hombre sufrido, pero pierde la mirada entre casas, colinas y ríos que asoman en su ventana. Sólo quiere escapar, ser un fantasma anónimo. Él mira a su izquierda y la descubre. Ella lo observa. Parecen ser los únicos pasajeros que buscan la respuesta a tan ruidosa pelea. Aunque todavía no saben que es un presagio de su vida 20 años más tarde. Ella le dice: “¿Sabías que las parejas que envejecen no se oyen al hablar?”.
Es el inicio de “Antes del amanecer” (Before Sunrise, 1995), de Richard Linklater, un clásico del cine independiente que cumplió 25 años. La historia de amor de estos dos jóvenes veinteañeros está inspirada en una noche que Linklater compartió de viaje por Filadelfia con una mujer llamada Amy Lehrhaupt. Trató de mantener la relación a distancia, pero resultó un fracaso y ambos perdieron contacto. El director esperó que Amy alguna vez asistiera a una proyección de la película, pero el encuentro nunca se dio: ella murió un año antes del estreno.
Como en la vida real, es la casualidad la que define el cruce entre Jesse (Ethan Hawke), un estadounidense que bromea con el horóscopo y el destino, y Céline (Julie Delpy), una francesa idealista y soñadora con su agenda repleta de proyectos. Él debería estar en Madrid, pero decide recorrer Europa tras dejar a su novia. Ella debería estar en un avión rumbo a su natal París, pero tiene miedo a volar. La conexión entre ambos es inmediata, casi como la decisión conjunta de aventurarse en las calles de Viena: tienen 12 horas hasta que Jesse tome su vuelo a casa al amanecer del día siguiente.
“Del norte sopla un viento que dice que es amor lo que siento”. Jesse y Céline están encerrados en la cabina de escucha de una disquería. Él la observa con timidez. Ella esboza una sonrisa. La secuencia se repite una y otra vez y los roles se van invirtiendo. Sin embargo, las miradas nunca coinciden. “Olvidémonos de este orgullo, ven aquí”, sigue la canción interpretada por Kate Bloom que suena en los parlantes y anticipa, sin querer, un idilio de dos décadas.
En "Antes del amanecer" no importan los planes y estrategias para seducir al otro. Tampoco las ilusiones o proyecciones. Llegará la mañana y los protagonistas se convertirán en calabazas. En una noche que no debería haber sucedido, Jesse y Céline suspenden la mortalidad y se apropian del tiempo con charlas sobre los miedos en común, las contradicciones innatas de los seres humanos y la necesidad de sentirse amados, mientras cada rincón de Viena se esfuerza por hallar las respuestas que los mantienen en vigilia.
"No tienes idea de dónde vengo, no tenemos idea hacia dónde vamos. Alojados en la vida como ramas en un río, flotando a la deriva, atrapados en la corriente… Yo te llevo a ti, tú me llevas a mí", les recita a la orilla del Danubio un poeta en busca de palabras y no dinero. Y en un recóndito callejón, Jesse y Céline se confiesan: "¿Que no todo lo que hacemos es una manera de que nos amen un poco más?".
Linklater admitió que nadie sabía cómo iba a terminar “Antes del amanecer”. La filmación se realizó en orden cronológico, con enmiendas al final hasta las 3 de la mañana del día 25 en Viena. Como durante el rodaje siguieron el ritmo regular del servicio de trenes, la despedida fue cronometrada: “El tren salía a las 8:37:30. Dije ‘acción’ a las 8:20. Ella se subirá a un tren que no se mueve. Y luego, cuando llegue a su asiento, el tren se moverá. Estaba tenso, pero ensayamos muchísimo y funcionó”.
Con la salida del sol, Jesse y Céline prometieron verse en seis meses en la misma estación. Pero nueve años más tarde, “Antes del atardecer” (Before Sunset, 2004), encontró a los enamorados en París con sus ideales y promesas incumplidas. Nunca se vieron en Viena: él se casó con una mujer, con la que se siente a miles de kilómetros de distancia, y tuvo un hijo; ella sale con un hombre que viaja demasiado.
En la secuela, no hay elipsis. Tampoco la necesitamos: apenas hay una hora hasta la partida del vuelo de Jesse. París luce opaca por los arrepentimientos, las frustraciones y las decepciones. Pero como esa bruja había pronosticado 9 años antes en el Kleines Café de Viena, mejor abrazar las dificultades de la vida. Lo asume la propia Céline en ese precioso vals del final cuando pide otra noche, aunque parezca lo incorrecto. “Vas a perder ese avión”, dice ella. Y él, libre de dudas, asiente con un “Lo sé”.
Ya en el cierre “Antes de la medianoche” (Before Midnight, 2013), con el Peloponeso griego como escenario, Jesse y Céline tienen dos niñas, que parecen anticipar cada anécdota que cuentan. Los rencores estallan en una discusión de hotel, con la pareja purgando aquel dolor del éter que los unía. Así jueguen a la máquina del tiempo, el amor es la vida misma: no es perfecto, pero es real.
¿Habrá epílogo en 2022? Hawke, coguionista junto a Delpy y Linklater, apunta: “Me gustaría sentir curiosidad por una serie de ‘Después’, sobre algo en lo que realmente lidias en la segunda mitad de tu vida”.