Por Arq. María Florencia Oña La Micela
Las funciones de la arquitectura consciente pueden compararse con las del órgano que recubre nuestro cuerpo: nos mantiene a salvo, regula nuestro interior y -a la vez que nos conecta- nos protege del afuera.
En la arquitectura consciente, la relación entre el comportamiento del edificio y su envolvente es fundamental. Se espera, en este sentido, que una construcción pueda ser capaz de aislar el viento, la humedad y la lluvia al tiempo que permita la entrada de luz y aire. El objetivo es que sea capaz de conservar calor así como proporcionar seguridad e intimidad.
En este contexto, si bien un cerramiento de mayor calidad puede ser más caro al principio, el mismo es reducirá luego las necesidades de calefacción por lo que el mayor costo inicial se compensa por un ahorro posterior.
En este tipo de arquitectura, los llamados elementos estáticos pueden contener superficies ciegas de muros, suelos y cubiertas. Son los que proporcionan abrigo y aislamiento con el fin, entre otros, de moderar los cambios bruscos de temperatura. Los elementos dinámicos, en tanto, son los acristalados y responden más rápidamente a los cambios en el corto y largo plazo en lo que a las condiciones interiores y exteriores respecta. Sus funciones son más complejas, permiten la iluminación natural, proporcionan vistas y comunicación con el exterior, controlan la ganancia solar y refrigeran a través de la sombra y la ventilación.
Así, los elementos sólidos del cerramiento pueden desempeñar funciones tanto de calefacción como de refrigeración mediante el uso de la masa térmica, el aislamiento y la prevención de infiltraciones de aire.
La masa térmica, por su parte, tiene la función de estabilizar las temperaturas durante el día y contribuye a la refrigeración nocturna. La mejor forma de conseguirla es aumentando el espesor de los muros y maximizando la superficie. Dicha masa térmica puede estar compuesta por pisos, paredes y cubiertas.
Los elementos traslucidos, dinámicos, suelen ser más interesantes y complejos. Es que la fabricación y el diseño de las ventanas son áreas sobre las que se han producido investigaciones y avances técnicos. Es posible, de este modo, especificar la composición de un acristalamiento para cumplir con los requisitos de ganancia solar, conservación de calor así como transmisión y dirección de la luz.
Contemporáneo y consciente
Teniendo en cuenta los puntos mencionados, el edificio de las oficinas del Consejo Consultivo de la Junta de Castilla y León es una clara muestra de la “arquitectura esencial” y funcional de Alberto Campo Baeza, donde la búsqueda y conservación de la luz natural se lleva el protagonismo. El edificio es de carácter contemporáneo pero el complejo se integra totalmente a su entorno de construcciones clásicas.
La edificación propone una caja con muros y suelos de piedra abiertos al cielo. Se trata de una interpretación moderna de los jardines de monasterios y conventos medievales. Así, en la caja de muros perimetrales de piedra se abren huecos estratégicamente ubicados que permiten contemplar el paisaje y el entorno que rodea el edificio.
La caja de piedra rodea o protege otra caja, completamente de vidrio. Su fachada es doble, tipo Mure Trombe. Es decir que la piel exterior de la misma se ha construido con vidrios de una sola pieza de 600 x 300 cm, unidos sólo con silicona estructural, sin emplear prácticamente ningún otro elemento.
Este cristal es sencillo, sin cámara de aire, la que se crea construyendo un segundo muro de vidrio interior separado del exterior por la distancia suficiente que permita a una persona caminar por dentro del mismo. Esta cámara ancha funciona como elemento climático activo que ofrece la posibilidad de manipular la temperatura, la humedad y la circulación del aire interno cuando es necesario.
La fachada de vidrio es activa en términos climáticos y, a la vez, totalmente transparente. Se elimina de esta manera cualquier barrera entre adentro y afuera.
Vemos así que de una construcción consciente se espera que se moderen los efectos del clima sobre sistemas energéticos del edificio, que se capte y se almacene calor, se redirija la luz, se controle el movimiento del aire y se genere ahorro de energía.
En este contexto, observamos también que el transcurso de la historia, los edificios que más intensamente nos atraen son los que -en su búsqueda conceptual- se encuentra la luz como elemento determinante y cuya composición arquitectónica propone el uso preciso de diversos elementos.