La salud de una población está directamente relacionada con el medio físico que habita, tal y como afirma Hipócrates en su texto “Aires, aguas y lugares”, escrito durante el siglo V a.C., en el que el pensador griego conocido como el “padre de la medicina”, establece que para investigar adecuadamente la salud y la causa de la enfermedad es necesario observar y comprender el medio ambiente habitado desde las estaciones, el viento, el agua, su posición geográfica, la tierra y el paisaje y también las costumbres de las personas que viven ahí. Cada civilización ha desarrollado una forma de afrontar lo que hoy entendemos por saneamiento, dependiendo de su época y también de su contexto geográfico, cultural, político y económico.
Las primeras civilizaciones registradas se conocen como civilizaciones hidráulicas, como Egipto y Mesopotamia. Ellos, como China y el valle del Indo, se desarrollaron a lo largo de cuencas hidrográficas y cerca de grandes ríos. Esta proximidad y el conocimiento de cómo manipular los recursos de la tierra, especialmente el agua de los ríos, fue fundamental para su crecimiento.
En Egipto, por ejemplo, el control de la frecuencia del río Nilo permitió un sistema de riego y la construcción de diques y agua entubada que abastecía el palacio. En la Antigua Babilonia existen registros de redes de agua y alcantarillado desde aproximadamente el 3.000 a.C. Posteriormente, la Civilización Romana desarrolló sistemas de alcantarillado y abastecimiento que hicieron posible el crecimiento de su imperio. La Cloaca Máxima y los Acueductos, junto con un conjunto de letrinas y baños públicos, fueron fundamentales en la cultura romana.
La práctica de los baños públicos era común en muchas civilizaciones, como los griegos, persas, egipcios, bizantinos, árabes y turcos, pero fueron los romanos quienes popularizaron su uso. Para ellos, tanto los baños como las letrinas eran lugares de socialización. El baño era comunitario y no necesariamente había diferenciación de género. Todos se sentaron uno al lado del otro en una letrina comunal. Allí, la gente hacía sus necesidades mientras interactuaba, debatía diversos temas e incluso realizaba banquetes. Los desechos de las letrinas fueron recolectados y llevados a la Cloaca Máxima. Paralelamente a este sistema, grandes acueductos recogían agua de los ríos y la transportaban a los centros urbanos, abasteciendo de agua limpia a las ciudades.
Durante el Imperio Romano se entendía que el saneamiento era una responsabilidad colectiva y por lo tanto estas grandes obras eran guiadas por el gobierno. A partir de la caída del Imperio Romano y el surgimiento del moralismo cristiano y el sistema feudal, esta concepción cambió y las condiciones sanitarias retrocedieron. Se prohibieron los baños y letrinas públicos por considerarlos inmorales, lo que afectó la relación de las personas con la higiene, que pasó de ser una necesidad básica y colectiva a una práctica individual casi pecaminosa. Así, sin la infraestructura colectiva, la higiene se adaptó a las condiciones de la época. Durante la Edad Media y parte de la Edad Moderna no se construyeron redes de alcantarillado ni de abastecimiento y se individualizaron y adaptaron las prácticas higiénicas.
Es a partir de ahí que empiezan a aparecer los baños tal y como los conocemos hoy en día. En las casas más nobles se crearon habitaciones de uso específico que contenían, en un principio, una sola letrina, mientras que la población más pobre, en general, hacía sus necesidades en orinales. No había alcantarillado ni red de abastecimiento de agua y los desechos se arrojaban a los ríos cercanos, en terrenos baldíos o en la misma calle, lo que propiciaba la propagación de muchas enfermedades. Esta situación persistió durante siglos, con invenciones ocasionales que sirvieron como ayuda para la higiene personal y dieron forma al equipo que usamos hoy.
La letrina, por ejemplo, se perfeccionó hasta el siglo XVIII cuando apareció en Inglaterra el inodoro con descarga de agua, mientras que el bidé, que también era una adaptación de la letrina, apareció en Francia en el mismo siglo para la limpieza de las partes íntimas. La ducha, por su parte, tiene registros desde la civilización egipcia, pero su invención tal y como la conocemos hoy en día también data del siglo XVIII. A lo largo de las décadas, la tecnología ha evolucionado y, con ella, la cultura de la higiene personal también se ha reconstruido y resignificado. Los baños en su configuración actual tardaron alrededor de cinco siglos en volverse populares, volviéndose comunes y accesibles solo en el siglo XX.
Este desarrollo no sería posible si no existiera también el desarrollo de redes y sistemas comunes de alcantarillado y abastecimiento en las ciudades. El primer sistema de saneamiento reconocido se instaló en Londres en la segunda mitad del siglo XIX, después de la epidemia de cólera. Al mismo tiempo, el desarrollo del equipamiento de estas duchas también avanzó en consonancia con la evolución de las redes. El equipamiento sanitario que utilizamos hoy es posible principalmente gracias al sistema de alcantarillado y abastecimiento colectivo y también al agua entubada.
Desde entonces, la tecnología no ha dejado de evolucionar y traer innovaciones, pero una cuestión que queda es el baño como artículo de lujo. Por un lado, la vajilla y los acabados han ganado en materiales nobles y alta tecnología para transformar tu experiencia en algo lujoso.
Por otro lado, todavía existe una gran parte de la población mundial que no tiene acceso a baños y saneamiento básico de forma regular, situación que se ha agravado tras la pandemia del Covid-19. Esto refleja el desarrollo desigual en todo el mundo, que termina marginando a poblaciones enteras. Como en la antigüedad, es necesario pensar en el saneamiento como una medida de salud pública colectiva y como una forma de combatir las desigualdades en la sociedad.
ReferenciasCAIRUS, Henrique F. Ares, aguas y lugares. En: CAIRUS, HF., y RIBEIRO JR., WA. Textos hipocráticos: el enfermo, el médico y la enfermedad, 2005.VILLA, Leando. Una historia sobre el baño, 2020.
Fuente: Plataforma Arquitectura