El hospital Lencinas, que el año pasado cumplió 100 años, sigue siendo el centro asistencial de referencia para atender a pacientes con enfermedades infectocontagiosas. Actualmente, abarca también otras especialidades como clínica médica, traumatología, diabetología y urología. Pero se creó para hacer frente al brote de tuberculosis que azotaba a Mendoza desde finales del siglo XIX y durante las primeras décadas del siglo XX.
En 1922, se decidió construirlo en Villa Hipódromo, Godoy Cruz, lejano del centro de la capital de la provincia, con el objetivo de aislar a los pacientes y evitar una mayor propagación de los contagios.
El centro asistencial lleva el nombre del gobernador de Mendoza José Néstor Lencinas, quien dirigió la provincia en dos oportunidades.
Enclavado en un predio de once hectáreas arboladas que originalmente formaban parte del Parque General San Martín, se construyeron inicialmente cuatro pabellones de internación y un espacio para cirugía.
Su creación en medio de un contexto difícil
A fines del siglo XIX Mendoza se veía azotada frecuentemente por enfermedades infectocontagiosas. Los dirigentes implementaron diferentes medidas para paliar la situación. Entre otras, se planteó la necesidad de extender el servicio de agua potable, realizar una buena eliminación de desechos y desinfectar los lugares considerados infecciosos. El organismo encargado de regular e implementar medidas sanitarias era la Dirección Provincial de Salubridad, creada en 1897 (anteriormente funcionaba el Consejo Provincial de Higiene).
En esa época, la arquitectura hospitalaria sufrió una importante evolución con el desarrollo de la microbiología derivada de las teorías de Pasteur. Saber cómo se propagaban las enfermedades infecciosas permitió diseñar hospitales como dispositivos eficaces para evitar el contagio y garantizar la asepsia de áreas de cirugía. A partir de entonces cambiaron las tipologías de hospitales de la tradicional planta claustral de la época colonial a la estructura pabellonar y con la utilización de jardines como fuelles de ventilación y aislación entre los bloques.
Una preocupación fundamental de los dirigentes a comienzos del siglo XX era construir una casa de aislamiento para atender los que padecían enfermedad infectocontagiosa, especialmente tuberculosis, una de las epidemias de la época. De esta situación, se hacía eco la prensa de la época que comunicaba que las cifras de enfermos de tuberculosis eran alarmantes y las autoridades consideraban que esto se debía a que principalmente no se contaba con un lugar especial para aislar al enfermo, el que “va esparciendo los gérmenes del terrible mal” (La Palabra, 23 de mayo de 1924: 1).
En 1919 se encargó al destacado arquitecto Raúl Álvarez que proyectara un hospital de aislamiento. Este fue inaugurado en 1924 durante la gestión de Carlos Washington Lencinas, y se lo llamó “José Néstor Lencinas”, en honor al precedente gobernador de Mendoza.
Las características del Lencinas
El edificio se construyó en un terreno forestado del Parque General San Martín. Los Andes y el resto de los medios de prensa divulgaba que este hospital se había construido siguiendo los lineamientos de los verdaderos hospitales modernos destinados a este tipo de dolencias. Se refería a las comodidades que proporcionaba y los aspectos naturales que colaboraban para un correcto tratamiento de enfermedades infectocontagiosas: aire, luz y sol.
La edificación estaba compuesta por: pabellón de administración, con las dependencias necesarias para la dirección, administración, estadística, médicos, farmacia, y consultorios externos, entre otros.
Además, contaba con un pabellón para las hermanas de caridad de servicio en el mismo establecimiento y capilla para el culto interno. Tres pabellones para enfermos, compuesto cada uno de dos grandes salas y otras dos pequeñas, y de todas las otras dependencias necesarias para su buen funcionamiento, como consultorios, sala de rayos X, baños, ropería, etc. Estas salas contaban con una capacidad de 180 camas. Otras dependencias eran: pabellón de cocina, pabellón de lavandería, pabellón de enfermos, y por último, otras construcciones, como las del tanque para provisión de agua, garaje, etc. Además, estaba proyectada la construcción de cinco pabellones más.
Se destinaron dos pabellones a los afectados del pulmón de ambos sexos y uno a niños atacados de tuberculosis ósea, además de poseer un solarium para su tratamiento. Asimismo, se contó con otro pabellón destinado al resto de las enfermedades infectocontagiosas, en donde los dolientes se encontraban totalmente divididos y aislados.
Para atender a tuberculosos, junto con este hospital pensado con un rol profiláctico, se creó un dispensario antituberculoso, que en sus inicios había funcionando en el antiguo lazareto. Este fue elevado a la categoría de hospital de crónicos, con el nombre “Carlos Lagomaggiore”.
Dos años después de la inauguración del hospital, en 1926, se creó la Liga Nacional contra la Tuberculosis División Mendoza, que contaba con un dispensario antituberculoso donde se atendía gratuitamente a los enfermos y a la población de riesgo.
Como mencionamos anteriormente, este histórico hospital especializado en enfermedades infectocontagiosas, a finales del siglo pasado empezó a atender otras especialidades y actualmente es un hospital general que recibe miles de consultas mensuales.
Además, atiende una guardia general las 24 horas y cuenta con servicios de clínica médica, pediatría, traumatología, diabetología, ecografías, urología, fisiatría, neumonología, clínica infecciosa, cardiología, ginecología, dermatología, psiquiatría, psicología, fonoaudiología, laboratorio de análisis generales y bacteriológicos y radiología.
Fuente: Natalia Luis. Grupo de Historia y Conservación Patrimonial. Incihusa, Conicet Mendoza.