El paisaje como concepto ya no solo se asocia de forma exclusiva a la naturaleza o a aspectos estéticos o pictóricos, sino que como indica la Iniciativa del Paisaje Latinoamericano (LALI), se trata de “un espacio/tiempo resultado de factores naturales y humanos, tangibles e intangibles, que al ser percibido y modelado por la gente, refleja la diversidad de las culturas”.
Es decir, que el paisaje muestra las interacciones dinámicas entre cultura y naturaleza, donde la población que lo habita tiene un rol fundamental en su gestión y puesta en valor, por ser quienes interactúan con éste de manera cotidiana e histórica. Así, mediante el estudio del paisaje es posible interpretar las sucesivas intervenciones humanas que lo han moldeado y a partir de allí es que presenta una relación con la identidad del territorio. El español Eduardo Martínez de Pisón afirma que el paisaje es lo que permite definir la “personalidad” geográfica de los lugares.
Cuando se estudia un paisaje hay que indagar en la articulación entre dimensiones naturales y culturales, evitando considerar a todo el territorio como homogéneo. Ciertamente, se encuentran muchos territorios que a pesar de su cercanía geográfica, su evolución y características difieren significativamente en cuanto a su imagen paisajística. En la zona de montaña sucede lo mismo: cada localidad y enclave humano posee sus dinámicas en el tiempo y puede haber variaciones en su percepción y formas de intervención. Así, nos interesa realizar una reflexión sobre el paisaje de Puente del Inca, donde se plantea la primera etapa del proyecto Desarrollo Integral de Villas de Alta Montaña (DIVAM).
Según información contenida en la memoria y pliego licitatorio, disponibles en la página del Ministerio de Planificación e Infraestructura Pública, el proyecto contempla, entre otras, la construcción de un acceso seguro al poblado por medio de un intercambiador vial, construcción de playa de estacionamientos, senderos peatonales y parquización con especies autóctonas. Por otra parte, incluye la renovación de la red de saneamiento, mejora de la provisión de agua potable y electricidad y la construcción de obras para mitigación de avalanchas.
Respecto de la oferta turística, propone generar un polo gastronómico y un paseo comercial con locales, senderos de interpretación, un puente peatonal para acceder a la margen Sur del río Cuevas y la recuperación del ramal del Trasandino entre Polvaredas y Desvío Las Leñas. Se prevé además la demolición de obras clandestinas no patrimoniales, vinculadas con los equipamientos e infraestructuras del antiguo Trasandino y la construcción de un conjunto de viviendas para los residentes permanentes de esta villa de montaña.
En cuanto a la dimensión natural del paisaje, resalta un elemento central: el denominado Puente del Inca, una formación geológica que dio el nombre al lugar y que se encuentra protegida mediante diversas figuras jurídicas, dada su rareza y significación. Si nos referimos a la cultura, es posible identificar diferentes etapas históricas en la configuración de la villa a partir de los relictos materiales, los cuales han sido considerados para su puesta en valor.
El sitio afectado a este proyecto cuenta con un gran acervo patrimonial, que ha sido leído y considerado en la propuesta, enriqueciendo las potencialidades del lugar y el resguardo de su memoria, que remite a actuaciones humanas provenientes de muy disímiles tiempos históricos. La presencia del camino del Inca, Tambillos en cercanía y el puente natural originaron diversas leyendas locales y que hoy posicionan a la zona como parte del Camino del Inca (Qhapaq Ñan).
Luego, a inicios del siglo XX destaca el ferrocarril Trasandino que facilitó las comunicaciones con Chile, así como la posibilidad de mejor accesibilidad a los enclaves cordilleranos. Hoy, edificios afiliados al pintoresquismo historicista propio de ese momento histórico caracterizan al patrimonio ferroviario. El termalismo de inicios de siglo, vinculado a la explotación de aguas termales y sulfurosas, propició la consideración de alta montaña como un espacio de disfrute estético, además de los beneficios para la salud derivados de los baños de inmersión y los múltiples tratamientos con las aguas provenientes de las vertientes termales del lugar. La capilla, las ruinas del antiguo hotel termal y del refugio junto a la laguna de Horcones se instituyen como únicos testimonios materiales del desarrollo del termalismo, devenido luego en turismo.
Pero no solo estos testimonios dan sentido al lugar, la presencia de Gendarmería con sus tareas de resguardo de los enclaves fronterizos, garantiza desde la década de 1940 no solo el cuidado y seguridad de la zona limítrofe, sino también la práctica sostenida de deportes de montaña. A ello se suma la presencia de población permanente, que dinamiza y da valor al enclave, haciendo del turismo la actividad principal de su sustento económico.
El iniciado proceso para la puesta en valor de Puente de Inca es una oportunidad para conjugar el pasado con el presente, proyectándose hacia el futuro. Se trata de una propuesta que busca ampliar la oferta turística por fuera de la vitivinicultura hacia otros espacios de la provincia, relegados desde hace muchos años, para propiciar el desarrollo local. Pretende ser amable con los elementos patrimoniales y aquellos que dan cuenta de la superposición de capas históricas en el paisaje actual. No se puede olvidar que son justamente estos elementos los que brindan identidad al lugar.
Si tomamos el patrimonio como aliado en la planificación, es posible encontrar algunas pistas sobre acciones vinculadas a la sostenibilidad. Así, resulta acertado el uso de materiales locales, como la piedra, que permitiría ahorrar CO2 del transporte de materiales, alcanzando una mejor relación estética con el paisaje y con el patrimonio existente. También es necesario pensar en la infraestructura edilicia, incluyendo aspectos de calefacción pasiva (ganancia directa, invernadero, muros trombe), la forestación que, además de ser un elemento escénico, puede ayudar a reducir el impacto del viento sobre las construcciones o espacios exteriores. Estos aspectos bioclimáticos deben vincularse con nuevas tecnologías como paneles y calefones solares y la energía eólica, para aprovechar las bondades climáticas en la producción de energía limpia.
Para la interpretación del paisaje, es necesario definir cuáles serán los puntos de observación donde sea posible advertir la relación naturaleza-cultura, permitiendo a los locales y visitantes, identificar y diferenciar las sucesivas intervenciones que a lo largo de la historia se han dispuesto sobre el sitio, incluyendo la reforma actual. Asimismo, resulta adecuado plantear cuáles y dónde se emplazarán actividades recreativas o de turismo aventura como parte del proyecto, que ayuden a comprender qué aspectos naturales o culturales del sitio podrán ser disfrutados en cada caso.
Mención aparte merece la consideración integral de la población local, como anfitriones del lugar. Incluso, pensar que es posible por la condición de aislamiento que actualmente tiene el sitio, que haya que vislumbrar acciones comunitarias, redefiniendo la clásica concepción dicotómica de lo público frente a la propiedad privada o individual. Asimismo, es importante tener en cuenta que se trata de enclaves rurales y no urbanos, con lo cual la diagramación de la ubicación y diseño de las viviendas debería pensarse con ese sentido, para evitar planificar a lo rural desde una mirada exclusivamente urbana.
Para cerrar, interesa plantear que quizás debiera ser repensada la estrategia del denominado turismo “de lujo”, ya que el encanto de la zona está dado por la belleza natural y la historia del sitio. Considerar que cualquier persona pueda acceder y disfrutar de todos los servicios que se plantean en la nueva propuesta es una forma de democratizar el acceso al disfrute del paisaje.
Finalmente, exponemos algunos interrogantes que pretenden conducir a la reflexión, en pos de potenciar las intervenciones que se realicen sobre el lugar: ¿es posible aprovechar y refuncionalizar el patrimonio existente, para reducir la construcción de nuevos edificios que impacten en el paisaje? ¿Sería óptimo pensar en la planificación de esta villa en relación estrecha con otros enclaves de montaña, como Penitentes o Las Cuevas, de manera que ofrezcan servicios y productos complementarios y no competitivos entre sí?, ¿Cómo será la integración entre los usos comercial, residencial y gastronómico con la comunidad local?
En este sentido, vale rescatar la propuesta de Iñarra Iraegui y Asociados de 1978 que, encauzada por el Consejo Federal de Inversiones (CFI), buscó potenciar el “desarrollo turístico de Las Cuevas y su área de influencia”, considerando a todos los poblados de alta montaña como un sistema. En esa oportunidad, el estudio planteaba la necesidad de reforzar la práctica de esquí, tanto en Los Puquios y Cruz de Caña, como también en Penitentes. Asimismo, proponía la incorporación de actividades que apoyasen las ascensiones al cerro Aconcagua, dado que históricamente Puente del Inca se instituyó como “base de operaciones” de las expediciones, a la vez que incorporaba los circuitos para trekking a valles de gran valor escénico, como la quebrada de Matienzo.
El proyecto actual tiene la posibilidad de convertir a Puente del Inca en una villa modelo, que tienda a la sostenibilidad con el uso de energías limpias, propiciar el desarrollo local y revalorizar la identidad cultural, mediante la puesta en valor del patrimonio material y paisajístico. Finalmente, debe promover un turismo respetuoso con el ecosistema natural, alineándose a lo expresado en el Plan Provincial de Ordenamiento Territorial como en los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU.
*Los autores pertenecen al Grupo Historia y Conservación Patrimonial. Instituto de Ciencias Humanas, Sociales y Ambientales. CCT Mendoza, CONICET.