Me llamo Félix Marchevsky, soy profesor de Historia en escuelas secundarias y hace años que leo los artículos de Carlos Campana en diario Los Andes. Incluso los usamos como material de estudio en las aulas.
La presente carta está referida a su nota sobre Raffaella Carrá en Mendoza en 1979, publicada el 29/12/2019. Resulta que para ese entonces yo tenía 19 años y fui ticketero de ese espectáculo.
El sábado a la noche yo trabajaba de mozo en La Chimere y uno de mis compañeros me ofreció ese trabajo por ese día ya que necesitaban personal y la paga era muy buena. Sin dormir, el domingo a la madrugada me cambié de ropa y fuimos hacia el Estadio Mundialista (había que ir con pantalones de vestir y no en jean).
Cuando llegamos allá nos dieron las indicaciones. Básicamente consistían en cortar los tickets de entrada y colocar las mitades cortadas en una bolsa negra. Al final había que contarlas y recibíamos la paga.
Las zonas habilitadas al público eran las populares norte y sur y la platea techada. El escenario estaba en la mitad de la cancha y daba las espaldas a la platea sin techar y miraba hacia el oeste, hacia la platea techada. La platea sin techar estaba inhabilitada para este espectáculo. El público no podía entrar a la cancha donde se juega al fútbol, es decir, donde está el césped y alrededores hasta la fosa.
La entrada de público fue creciendo mientras pasaban las horas. El problema se suscitó cuando venían las familias con tickets vendidos para platea sin techar. Esa zona no estaba habilitada para el público. Las personas fueron sorteando distintos controles y siendo rebotadas. Iban y venían con sus hijos, con termos y bolsas de comida para almorzar. A eso de las 12 eran más los que estaban afuera que los que habían entrado. El malestar iba creciendo. Yo estaba en una entrada de platea techada. En mí puesto de trabajo éramos tres: dos que cortábamos los tickets y el tercero no recuerdo si era un policía o hacía de policía. En todos los controles pasaba lo mismo.
El malestar se convirtió ya en agravios, empujones, ira. Por eso sale la foto del diario Los Andes, donde dice que el público esperó varias horas para entrar. Cuando en mi lugar de control vimos que eran unos cientos los que deambulaban por ingresar y que solamente nosotros tres resistíamos, supimos que no los podíamos contener y decidimos permitir la entrada como hicieron todos los controles. La gente empezó a empujar y entre gritos y malestar entraron en bandada a los empellones (los tickets ni los vimos). Como no había lugar las familias se sentaron hasta en los escalones. La sobreventa de entradas fue una vergüenza. La mitad del estadio tenía un lleno total ya que era lo único que estaba habilitado. El problema no termina ahí. Las horas pasaban y Raffaella Carrá no aparecía.
El show estaba programada para las 22, pero al público se lo había citado a 16. De ahí que apareció de la galera el popular cómico Carlitos Balá. Algunos decían que estaba sentado en la platea techada y otros decían que lo habían ido a buscar a un hotel, ya que de casualidad estaba en Mendoza. Fue el que ‘salvó las papas’, ya que parece que improvisó un show espectacular que dejó satisfecha a la mayoría del público. Pero Balá terminó a la tarde, entre las 16 y las 18. El público seguía molesto.
Aquí termina mi historia. Los ticketeros contamos los boletos cortados, nos pagaron y nos fuimos como a las 20. No sé quién realizó el espectáculo pero fue una vergüenza por la sobreventa.
Félix Marchevsky - DNI: 13.912.573