Luego de viajar toda la noche en tren desde la ciudad de Xi´An arribé a Chengdu, la quinta ciudad más grande de China con 13 millones de habitantes. Me instalé en un hostel con un enorme espacio ajardinado donde había cañas de bambú, estanque, peces, conejos, gatos y hasta sapos. Un remanso en medio de la urbe. Existen 16 reservas naturales de osos panda en el país.
Fui a la más grande, ubicada a 40 minutos del centro. Para poder observarlos recomiendan ir temprano por la mañana ya que es su hora preferida para comer. Durante el resto del día se echan a la sombra y no hacen más que dormir. Luego de caminar 10 minutos entre senderos selváticos escuché un extraño sonido y los incesantes clicks de las cámaras de fotos. El foco de atención eran ocho pandas cachorros que desayunaban sus brotes de bambú sobre una plataforma de madera. Algunos estaban literalmente acostados sobre la comida y se llevaban el tierno bambú a la boca con las dos manos. En la reserva no hay jaulas, solo fosas que dividen cada sector. En el Kindergarten había una osa llamada Da Shuang con sus dos crías. Una de ellas jugaba con la madre y la otra dormía pacíficamente en el tronco de un árbol.
Hay carteles pidiendo silencio mientras se disfruta la observación de los simpáticos pandas ya que son muy delicados y el ruido los molesta. Todo el recorrido está muy bien señalizado. También hay un museo y por supuesto no falta la tienda con los más variados productos con imágenes de pandas. En otro sector vi los llamados Pandas Rojos. Son más pequeños y menos famosos que sus primos blancos y negros. Se asemejan a los coatíes que pululan por las Cataratas del Iguazú con pelaje rojizo. Se pueden tocar si se acercan a uno pero prohíben expresamente darles de comer. La gran sorpresa me la llevé cuando seguí a un panda rojo para fotografiarlo. Se me escapó entre el follaje y cuando levanto la vista en medio del sendero veo un árbol de Ceibo, nuestra Flor Nacional. No podía creer que en el corazón profundo de la China me encontrara con el símbolo natural de Argentina. En el lago de la reserva había gran cantidad de peces de colores que nadaban revoloteados cada vez que algún niño les arrojaba alimento. Los infantes de cada rincón del mundo se divierten con las mismas cosas. Aparecieron dos elegantes cisnes negros a reclamar su parte en la comida gratuita pasando por encima de los arremolinados peces.
La provincia de Sichuan, a la que pertenece Chengdu, está considerada como la cuna del té, la infusión más popular de este enorme país asiático. Como amante de esta bebida natural, me arrimé al Monasterio de Wenshu de la Dinastía Tang. Es un santuario budista muy visitado por los fieles que prenden inciensos y rezan delante de su dios, el Buda. Mi guía Lonely Planet, la biblia del viajero, indicaba que aquí había una casa de té. Después de ver el templo y fotografiarme con uno de los monjes busqué infructuosamente. Mediante señas dos hombres me informaron que hacía poco tiempo la casa de té había cerrado sus puertas al público en general. Algo decepcionado, busqué otra frente al templo. Estaba muy bien ubicada en un patio tranquilo y arbolado. Pedí un té con leche porque no había ingerido calcio en varios días. Lo trajeron en un vaso con forma de hongo con una cañita para sorberlo y por supuesto sin azúcar. Para los chinos es sacrílego endulzar esta infusión. En la carta se podía elegir entre las más variadas especialidades. Disfruté la milenaria infusión en ese entorno de paz y vegetación.
Datos
- Tren de Xi´An a Chengdu: 40 dólares en vagón cama nocturno
- Hostel en Chengdu: 10 dólares
- Minibus a la Reserva de Osos Panda: 2,5 dólares
- Reserva de Osos Panda: 10 dólares (diariamente de 8 a 18 hs.)
- Monasterio de Wenshu: 1,5 dólares (diariamente de 9 a 17 hs.)
- Taza de té: desde 1 dólar