-¿Hacía mucho que no venías a Mendoza?
-Vine hace cinco años. Vine a saludar a los amigos, como el Taca (Escobar), Carlos (Vilches) y al Comisario Muñoz. Pero el que me trajo esta vez fue Guillermo Pereyra, el presidente del CEC. A esta ciudad la amo y siempre ganas de venir porque la gente me quiere y me recuerda. Soy un agradecido, aparte en el libro hablo mucho de Mendoza. Aparte, siempre tengo la idea de volver a dirigir a Independiente algún día.
-No hace mucho se mencionó tu nombre...
-Siempre suena mi nombre en Independiente, pero todavía deben tener mi número de Movicom, el ladrillo de la tapita (risas). Igual, yo tengo fe y sé que se va a dar porque a mi en la Lepra me fue bien como jugador y como técnico. La gente conmigo siempre se portó bien y viceversa. Mi señora, Mariela, está enloquecida. Ahora quería venir, pero no pudo venir porque, Yamil (16), el nene más chico juega en la Sexta de Racing y se tuvo que quedar con él.
-Acá en Mendoza, antes de venir a la Lepra, habías dejado tu huella. ¿Por qué te agarraste a piñas con un hincha del Rojo?
-Porque me puteó todo el partido y cuando estábamos en el micro siguió provocando, bajé y le rompí la mandíbula. Fue la piña más cara del mundo: me salió 7.000 dólares. Estuve dos días en la leonera y me hice amigo de Muñoz, el comisario, que unos años más tarde fue el que me contactó para venir a Independiente Rivadavia. Acá me fue bien: como jugador ascendimos al Nacional B y me retiré acá. Es más, todavía tienen el pase. Así que puedo jugar mañana si quieren...
-La verdad que falta le hace. ¿Se salva del descenso?
-Lamentablemente hoy no depende de la Lepra pero si gana el partido que viene de local es muy difícil que los tres que están ahí también ganen. Estaría bueno que no descienda por el gran promedio que le queda para el año que viene. Ojalá que se le dé.
-¿Por qué creés que no tuviste la oportunidad? ¿Creés que afectó el tema de tu adicción a las drogas?
-No tengo idea. Porque si te ponés a pensar me fue bien como jugador y como técnico quedamos eliminados en semifinales ante Douglas Haig en Pergamino. Habíamos jugado un primer tiempo bárbaro, luego se suspendió por lluvia y cuando se jugó el segundo tiempo al otro día entramos distintos. Nos mató el parate y arrancamos mal. Siempre digo, ascendí como jugador y pegó en el palo como técnico. La gente me quiere y yo amo a esta ciudad, me comporté bien como jugador y como persona. Lástima que me tocó la época del pan duro, pero lo disfruté mucho porque era todo a pulmón. En ese tiempo estaba Bazán y me tuve que ir por culpa de él, que me quería meter a Botacaulli en el plantel. Igual, era lindo. Me ponía una gorra para conseguir tal o cual hotel y después pusimos los carteles de Lapa para poder viajar en avión en algunos partidos.
-¿Cómo estás en Racing?
-Bien, me llevó Teté Quiroz, que está como coordinador de Inferiores. Trabajo de Cuarta a Novena, hago definición con los delanteros y también viajo al Interior para captar talentos.
-¿Cuándo y por qué te drogaste la primera vez?
-A los 17 años, en mi casa, y lo hice por cancherear. Estaba con Fabián, un amigo. Probé cocaína y sentí como el vaporup, algo caliente que me subía, como si se me destapara algo. “¡Qué lindo es esto!”, me dije. Una cagada. Ojalá me hubiera caído mal.
-¿Estás totalmente recuperado?
-Sí, el 11 de febrero pasado hicieron diez años que no probé más drogas. No tuve ni una recaída ni nada, hoy tengo una fundación en Río Cuarto y Buenos Aires en la que trabajamos todo el sistema de adicciones: alcohol, drogas, ludopatía. Trabajo con una clínica que está en Río Cuarto, donde se hacen los tratamientos de internación, voy a dar charlas por el país y trato de ayudar. Gracias a Dios esa mala experiencia no me mató ni me dejó relegado de todo, fue una enseñanza de vida para que yo hoy pueda transmitirselo a la gente y que no les pase lo que me pasó a mi. Es mi manera de ayudarlos.
Una par de anécdotas de selección
El Turco García ganó tres títulos con la Selección Argentina (Copa América ‘91 y ‘ 93 y Copa Confederaciones ‘92). Su momento sublime con la celeste y blanca de todos fue en 1991, con recordado gol a Inglaterra que sirvió para descontar (1-2) en un partido que terminó 2-2 nada menos que en Wembley, “no en Wimbledon, como dijo el Loco Enrique. ‘Ahora que llegamos a Wimbledon, a estoz inglezez loz vamoz a matar’, decía. ‘No, Loco, no están con la raqueta’, lo cargábamos”, recuerda. Wembley fue lo máximo para mí: jugar en ese templo, que además cerraba ese día, meter un gol, y de cabeza, cuando yo no salto nada, imaginate. Terminó y nos dieron una bolsita con pasto a cada uno. Luego, el Coco Basile no me llevó porque Pedro Barrios me fracturó el tobillo 25 días antes del Mundial ‘94 y lo convocó al Burrito Ortega. Las cosas siempre pasan por algo. Por ejemplo, yo al Mundial ‘86 no voy y va Pasculli, que hizo un gol contra Uruguay en Octavos.”
“Este soy yo”
En su autobiografía, Claudio “Turco” García revive sus días dorados como jugador de fútbol, el infierno por el que pasó después del retiro y su nueva vida como técnico y rastreador de talentos. El premio para el lector es que lo hace con la gracia y la picardía de aquellos que saben contar buenas historias.