“Ni por exceso ni por defecto”, parafrasea el dicho de la abuela y nada más adaptable también para el área de trabajo. El tema apunta a algo que suele suceder a determinadas personas que, en su trabajo, tienden a no poder equilibrar los límites y el hecho de ser flexibles, ante las demandas laborales extra.
¿Cómo entender el fenómeno y, sobre todo, cómo lograr la estabilidad? La psicóloga laboral Viviana Imperiale (titular de la cátedra de Psicología Laboral en la Universidad del Aconcagua y disertante en diversos claustros académicos) aclara dudas y acerca pautas para poder centrar el “deber” y el “ser” en donde tienen que estar.
Encontrar el equilibrio
El ámbito laboral es un reflejo más de la personalidad del individuo, en donde entran a jugar aquellos aspectos que lo vuelven más vulnerable a la problemática. En este caso, Imperiale fundamenta: “Cada trabajo ante todo se da en un contexto que el sujeto conoce, por el simple hecho de llevar un tiempo laboral allí. Está enterado de la cultura del lugar, lo que se debe hacer en el equipo de trabajo, lo que está permitido y lo que no, ya sea profesional o tenga una ocupación u oficio. En ese contexto la persona tiene un puesto al cual responder, y con determinadas tareas para desarrollar, en donde cada quién posee diferentes habilidades o un plus personal, con el que va a llegar a realizar esas tareas. Pero cuidado, que una cosa es que el empleado pueda anticiparse, o tratar de acomodarse buscando opciones creativas a ciertos conflictos, desafíos o tareas laborales que se repiten. Otra muy diferente es cuando la entrega es demasiada, y la flexibilidad implica que el sujeto se amolde a cualquier cosa saliéndose del rol para el que fue contratado”.
- ¿Puede confundirse con la proactividad?
- Hoy se pide mucho en las empresas el tema de la proactividad de los empleados. De hecho es una competencia muy requerida pero una cosa es que la persona se amolde y sea flexible, quedándose a veces, por ejemplo, mayor cantidad de horas porque la tarea lo requiere, o el trabajo de equipo lo necesita; otra muy diferente: que se transforme en algo cotidiano y casi naturalizado por empleador y empleado. Los excesos siempre son malos y hablan de una cuota que termina siendo displacentera y que va a traer algo negativo al sujeto. Ya sea desde el exceso en la tarea, con un nivel muy grande de estrés (que luego se paga con el cuerpo) hasta problemas familiares, o relaciones sociales, etc. Es decir ese aspecto que, si no se mide, termina, en general, por alterar la vida del trabajador.
- ¿Cómo encontrar el pulso justo en este tema?
- Lo ideal es que el sujeto siempre tenga en cuenta una lista con las responsabilidades y tareas que le corresponden como empleado en su lugar de trabajo, viendo en qué ocasiones puede ser flexible (circunstancias especiales, frente a determinados desafíos que hablen de su compromiso con la organización). Pero la persona también tiene que internalizar que el exceso no es compromiso sino alienación. Algo que no le hace bien al sujeto ni a la empresa.
-¿Por qué aspectos suele regirse el empleador o empresa?
- Se da por lo general en organizaciones que fagocitan a los empleados y que cuentan con alto nivel de rotación porque siempre hay gente nueva. Entonces se exige en demasía y si el empleado no cumple, se va. Son estructuras organizacionales con poca adherencia y escaso sentido de pertenencia, donde la persona suele ser desechable laboralmente.
- ¿Por qué el exceso se da con determinadas personas y no en todas?
- Por lo general utilizan empleados que tienen un bajo nivel de autoestima, personas que necesitan una organización que les diga qué hacer, con personalidades del tipo dependientes. Si bien a algunos les gusta trabajar al límite, el problema no tiene que ver con vivir lo laboral de esta manera sino con el exceso de quedarse callado, dar de manera excesiva sin medir, hasta que no se da más. A este tipo de personalidades no les pasa sólo con el trabajo sino que responden de esta manera hacia muchos tipos de vínculos en las diferentes áreas de la vida. Luego se sienten usados, sin ver que son ellos mismos quienes se prestan a estas situaciones.
- ¿Cómo parar y apostar a ser equilibrados?
- La persona tiene que tratar de conversar con el empleador o jefe, y ver cómo se pueden negociar los límites. Tiene que ver con la posibilidad de maniobrar, de poder negociar con el empleador si pide esfuerzos y aspectos que van más allá de la tarea del empleado. De lo contrario: por un lado hay una imposición y por el otro, un acatamiento.
- ¿Se puede prever desde el empleador algo antes de tomar el trabajo?
- Sería bueno conocer primero algo de la organización en donde se va a trabajar, y ver con qué se puede encontrar la persona. De esa manera se lograría un buen contrato “psicológico” con la organización. Entonces no se van a esperar cosas que la empresa no va a darle desde el “vamos” al empleado, ni tampoco va a pensar que no se va a pedir de más, cuando quizá esa organización se caracteriza por tener un tipo de demanda extra con sus empleados.
- ¿Cómo debería trabajarse la autoestima?
- El hecho de decidir que no estamos convencidos de tomar determinado trabajo, luego de examinar las condiciones que se ofrecen y exigen, tiene que tomarse de otra manera. No como algo que tiene que ver con nuestra capacidad o competencias, sino con un exceso en las demandas de la organización que no podemos, ni queremos, cumplir por caer en excesos. El empleado tiene que aprehender que esta decisión no se vincula con su competencia, o con la falta de resistencia, para poder llegar al estándar que se pide. Tampoco se trata de pensar que el problema siempre es de la empresa y no ser consciente de los errores propios terminando por excusarnos siempre.
- ¿Qué sucede si se está en un lugar en el que se sobreexige sin dar, pero no puede cambiarse de trabajo?
- Si el lugar es muy desagradable hay que pensar con visión de futuro. Cuesta, pero hay que proponerse capacitarse en conocimientos y prácticas para desarrollar habilidades en el presente, y de manera paralela. De esa forma a los seis meses, o al año, se pueda acceder a otro tipo de puesto, o tener posibilidades que permitan estar mejor dentro de una organización con la labor que se desempeñe. Si la persona se queda quieta, no se capacita y da más de lo que corresponde, cae en un grave error, producto de ella misma.