Con los pies en la tierra y los ojos en las estrellas

Una velada romántica o un mapa para orientarse, también por qué no leer los astros para predecir el futuro.

Con los pies en la tierra y los ojos en las estrellas

Una noche estrellada puede ser una invitación romántica a perderse en el infinito, pero también puede ser apreciada como un mapa celestial, útil para orientarse. Así pensaban los astrónomos y navegantes de las más antiguas civilizaciones, que agrupaban a las estrellas en constelaciones para seguir el movimiento de los planetas y determinar la posición del sol, la estrella más cercana a la Tierra.

Los primeros calendarios, fundamentales para los rituales religiosos y los ciclos de la agricultura, nacieron con el estudio de los movimientos solares en el horizonte. Por caso, el calendario gregoriano, usado hoy en casi todo el mundo, es un calendario solar basado en las relaciones matemáticas entre el eje de rotación de la Tierra y su estrella más cercana, el sol. Los primeros mapas celestiales nacieron dos mil años antes de la era cristiana en Babilonia y Egipto.

Hoy la mayoría de las 88 constelaciones, incluyendo las del zodíaco occidental admitidas en los mapas por la Unión Astronómica Internacional desde 1930, tienen nombres griegos de los tiempos de los geógrafos Ptolomeo e Hiparco. Pero el reconocimiento de estrellas y constelaciones es una tarea milenaria, que fue cumplida por astrónomos de las más lejanas civilizaciones, desde Grecia y Roma hasta Persia, China y las culturas precolombinas de México y Perú.La constelación de la Vía Láctea fue descripta en el siglo XI por el astrónomo persa Abu Rayhan Biruni.

Una estrella (del latín stella ) es una esfera luminosa de plasma unida por las fuerzas de gravedad. En su etapa de mayor actividad brilla porque en su núcleo hay una fusión termonuclear de hidrógeno y helio a altísimas temperaturas, liberando energías que se irradian al espacio. La duración de la vida de una estrella, su tamaño y luminosidad, dependen de la cantidad de hidrógeno y del ritmo con que se consume. Según los astrónomos, el sol se formó hace 4.600 millones de años y tiene combustible para 7.500 millones de años más. El dato es tranquilizador para quienes saben que la vida en nuestro planeta –la Tierra se ubica a 150 millones de kilómetros del sol– depende de esta estrella, tan influyente en el clima, la meteorología y la reproducción de animales y vegetales.En el espacio sideral, las estrellas pueden vivir aisladas unas de otras o formar sistemas, con varias estrellas en órbitas cercanas.La Tierra y el sistema solar son parte de una galaxia, la Vía Láctea, con cientos de miles de estrellas: la descubrió Galileo Galilei en 1610 a través de su telescopio.

Debajo del ecuador, una constelación muy conocida es Acrux –la popular Cruz del Sur– cuya estrella más brillante está en la base de una imaginaria cruz y apunta al sur. El navegante Américo Vespucio la dibujó en 1501 en sus mapas cuando navegó por Sudamérica, para diferenciarla de una constelación vecina formada por las estrellas Alfa y Beta Centauro. La Cruz del Sur está representada en las banderas nacionales de Australia, Brasil y Nueva Zelanda, entre otros países del hemisferio sur. Después del sol, la estrella más cercana a la Tierra es Próxima Centauri , a 4,2 “años luz”, equivalente a 39,9 trillones de kilómetros.

Con la nave espacial Space Shuttle de la NASA estadounidense, capaz de volar a 30.000 km por hora, se tardaría en llegar 150 mil años, un viaje casi eterno.

Leer el espacio

Un paso por Atacama necesariamente lleva a uno de sus observatorios.  El tour astronómico en el observatorio Aharkapin comienza cuando aparecen las estrellas obviamente. El guía señala que esta zona tiene uno de los cielos más límpidos del orbe dada la escasa contaminación lumínica y  la imperceptible humedad en el ambiente, por lo que no hay partículas que se interpongan en el campo visual.

Y ahí el viajero   enmudece con solo mirar hacia arriba los astros parecen flotar entre los asistentes. En una pasarela a campo abierto, la primera observación es a ojo limpio para empezar a tener nociones de la galaxia. De las 88 constelaciones, entre las que se encuentran los signos zodiacales que bien se distinguen, se detiene en las más conocidas. Luego el guía señala con un láser une puntos y dibuja lo que otras culturas significaron según su tiempo. Así la vía Láctea llamada por los griegos parece como el gran río para los incas. Luego los artemismos esas formas que por ejemplo a partir de nuestras Tres Marías, a los ojos de los indígenas californianos eran los Tres Hermanos o para los australianos los Pescadores. Los incas a partir de 4 estrellas brillantes llamaron el Poncho a esa importante señal de ubicación, pues era el abrigo en las tierras donde muchas veces significaba la diferencia entre la vida y la muerte. Las estrellas fugaces siembran el cielo antes de ingresar a la cúpula en la que el telescopio magnifica 190 veces la visión humana y permite ver claramente a Saturno con sus anillos, el joyero, un cúmulo de estrellas que muestran diversos colores, entre planetas y estrellas que se suceden. Un buen chocolate, el final terreno.

Nuestro firmamento

Mendoza no se queda atrás, de hecho cuenta con un tesoro invaluable. El Observatorio Pierre Auger Sur –nombrado en honor al físico francés pionero en el estudio de este tipo de rayos-, que tiene su centro de investigación en plena capital de Malargüe. Con 1600 detectores de superficie ubicados en 3000 km2, 24 telescopios de fluorescencia de alta sensibilidad y aproximadamente 500 científicos  de 18 países este centro se presenta como único, no sólo en la provincia y el país, sino también en el mundo. Este observatorio astrofísico ofrece visitas guiadas gratuitas todos los días que permiten conocer más acerca del trabajo científico que se desarrolla aquí. Sin embargo, cuando se trata de turismo astronómico, las propuestas que ofrece Malargüe no terminan aquí. El Planetario es otra excelente opción para quienes quieran conocer más acerca de los misterios que encierra nuestra galaxia.El lugar ofrece visitas guiadas, así como también shows temáticos diarios que incluyen temas como los agujeros negros, los rayos cósmicos o el sistema solar, entre otros. Si el tiempo acompaña también se pueden realizar observaciones con telescopio.

El cielo de al lado

A 238 kilómetros de la ciudad de Mendoza, el Parque Nacional El Leoncito alberga el complejo astronómico del mismo nombre, también conocido como CASLEO que, con más de 25 años de existencia conforma uno de los más importantes centros de observación y estudio astronómico de nuestro país. Por una ley provincial la calidad de su cielo está preservada de la contaminación que pueda ocasionar el hombre. Es que con alrededor de 300 noches despejadas al año, su diáfano cielo, la práctica ausencia de viento y lluvia sumada a la altura de los Andes hacen que esta zona de San Juan ofrezca condiciones ideales para la observación de cuerpos celestes.El complejo ofrece visitas diurnas durante todo el año donde se pueden conocer las instalaciones y el telescopio reflector Jorge Sahade que con un espejo primario de 215 cm, uno secundario de 65 cm y 40 toneladas de peso es el más importante del lugar. Mientras que las visitas nocturnas se llevan a cabo, siempre y cuando no interfieran con el trabajo de los científicos del lugar. Por su parte, el Observatorio Astronómico Dr. Carlos Cesco situado en el mismo predio del Parque Nacional Pampa del Leoncito brinda visitas nocturnas diarias, para las cuales es recomendable reservar lugar.Durante dos horas podrá apreciar, a través de telescopios, diferentes estrellas, planetas y galaxias, acompañado de las respectivas explicaciones de especialistas. Ubicados aproximadamente 2500 metros sobre el nivel, ambos lugares ofrecen vistas panorámicas del entorno único en el que están emplazados: la Pampa del Leoncito, el cerro Mercedario, la Cordillera de Ansilta y la sierra El Tontal, porque  la belleza no sólo está en mirar las estrellas.

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