Los Papas no suelen llevar un lema en su escudo, como sí es costumbre en el de los obispos. El lema episcopal de Joseph Ratzinger es bien conocido: "Cooperatores veritatis" (cooperadores de la verdad).
Una frase breve y decidora. Expresa la comprensión que el pastor tiene de sí mismo y de su misión en el mundo.
"Cooperador de la verdad". Y Ratzinger lo ha sido cabalmente, hasta este último, sorprendente y admirable gesto de anunciar su dimisión del ministerio petrino.
Cabe aclarar aquí que, para el lenguaje cristiano, la verdad es una persona: Jesús el Cristo. No primariamente un sistema doctrinal o una moral sino una persona concreta, ante cuyo rostro se decide la propia vida. "Conocerán la verdad y la verdad los hará libres", al decir de Jesús.
En un tiempo en el que lo políticamente correcto es mostrarse descreído, escéptico y relativista, Joseph Ratzinger ha puesto todas sus energías y capacidades espirituales al servicio de la verdad y de la capacidad del hombre para buscarla y ser poseído por ella.
Por eso, Ratzinger ha sido un infatigable defensor de la razón humana, abierta a la totalidad de la realidad. Ya desde joven teólogo ha asumido el diálogo con la cultura contemporánea, abordando sin temor sus problemas más complejos, confrontándolos con lucidez y amplitud con la gran tradición cristiana.
Suele parafrasear unas palabras de su maestro, Agustín de Hipona: el hombre no posee la verdad sino que es poseído por ella. De ahí que sus escritos, incluso los más complejos, tengan ese tono de reflexión serena, reposada y siempre estimulante. Un modo de pensar que abre perspectivas, que orienta hacia el futuro.
La verdad del Dios cristiano, Razón creadora. La verdad de Jesús: el Verbo de Dios crucificado por amor. La verdad completa del ser humano, destinatario de ese gesto de amor incondicional que es la cruz de Cristo.
Hoy Ratzinger nos ha mostrado otra faceta de su servicio a la verdad. Dirigiéndose a los cardenales, ha dicho con sencillez y transparencia: "En el mundo de hoy, sujeto a rápidas transformaciones y sacudido por cuestiones de gran relieve para la vida de la fe, para gobernar la barca de San Pedro y anunciar el Evangelio, es necesario también el vigor tanto del cuerpo como del espíritu, vigor que, en los últimos meses, ha disminuido en mí de tal forma que he de reconocer mi incapacidad para ejercer bien el ministerio que me fue encomendado".
Humildad para reconocer la verdad de sí mismo. Valentía para obrar según la propia conciencia. Libertad interior para decidir. Porque la verdad sólo se posee cuando uno vive de acuerdo con ella, cuando se la ama más que a sí mismo.
Joseph Ratzinger: lúcido e inquieto intelectual, cristiano inconformista, pastor valiente que no ha temido plantarle cara al espíritu del tiempo, enfrentando también con decisión los problemas más agudos de la Iglesia.
Ahora se muestra en toda su verdadera talla humana y espiritual: humilde discípulo del más humilde de los maestros: Jesús, el Verbo que se hizo hombre.