Para la Constitución Nacional los partidos políticos son “instituciones fundamentales del sistema democrático” y son los instrumentos necesarios para la formulación y realización de la política nacional.
Hasta la década de 1940 había 5 partidos políticos nacionales y en la actualidad hay registrados 40 en el orden nacional y 655 a nivel distrital (CNE, al 30/5/2019).
Esta proliferación de partidos, con meros fines electoralistas y sin contenido ideológico ni programas bien enunciados ni fundamentados, es una degradación del sistema político en su conjunto y ha sido un factor adicional que acompañó nuestra decadencia como nación desde hace tantos años.
Ahora, en vísperas de elecciones, la situación se desnaturaliza aún más. Ya nadie se acuerda ni siquiera del nombre de los partidos, los que se han convertido nada más que un sello que legalmente les permite participar en el acto eleccionario.
El desacuerdo y la multiplicación es tal que los candidatos solamente se refieren a “espacios”, “frentes”, “alianzas” y otras denominaciones que no son más que una mezcolanza incoherente y disparatada, sin objetivos ni proyectos, que permite a los políticos y dirigentes saltar de un lugar a otro como pájaros dentro de la jaula.
Creo que todos estos vicios son producto del predominio de intereses personales, sectoriales o corporativos sobre lo que debería ser una sana competencia del ejercicio de la política en el contexto de unos pocos partidos, fuertes y democráticos, tal como ocurre en los países más avanzados.
Pero, en nuestro caso, es esencialmente el reflejo de la idiosincrasia de una sociedad caracterizada por su inmadurez, su falta de cohesión, su propensión al desorden y su apatía por la cosa pública, lo que no permite, en consecuencia, el desarrollo de una democracia plena que contribuya al progreso del país.
Leo Lardone
DNI 8.030.088