El calor del mediodía amenaza con prender fuego la pista donde aterrizó el vuelo procedente de Panamá, en el Aeropuerto Internacional Abel Santamaría de Santa Clara. Sin aire acondicionado, superficies cromadas, puertas automáticas ni máquinas de golosinas, está enclavado en el medio de una selva subtropical.
En el estacionamiento, junto a un Cadillac colorado lustroso tamaño barco, se forma una fila de turistas que desafían el calor agobiante para tomarse la foto de “llegamos a Cuba”. Al lado del auto, nos espera una guagua -o micrito- en la que recorreremos la isla más adelante, y ahora nos llevará hasta el Cayo Santa María, nuestra tierra prometida.
El bus avanza en una zona que parece rural, de un verde casi uniforme y con escasas construcciones a los costados de la ruta. Algún tocororo -el ave nacional, que viste sus plumas del color de la bandera cubana- o cebú, salpica de tanto en tanto el paisaje brillante de palmas reales y cocoteros.
Paredes blanqueadas de cal con consignas revolucionarias firmadas por el Che Guevara, Camilo Cienfuegos o Fidel Castro, remplazan a las publicidades ruteras que cualquiera esperaría ver en el camino. Hombres delgados de pieles oscuras, ojos agotados y guayaberas blancas, quedan atrás en sus precarios carros tirados por caballos.
El Pedraplén comienza en Caibairién y nos conduce hasta la zona norte de isla. Es una obra magnífica de 48 km de extensión, formada por 45 puentes que unen tierra firme con el archipiélago de Santa María, formado por el cayo que le da nombre, Las Brujas, que tiene aeropuerto, y Ensenachos, el más pequeño, y con otros islotes de la región. Los cubanos están orgullosos: recibió el Premio Alcántara a la mejor Obra Civil Iberoamericana porque preserva la vida del mar. A uno y otro lado, azul eterno de agua que pinta también el cielo, y las nubes se reflejan entre olas.
La isla de los dos mundos
Cayo Santa María responde a todos los imperativos que uno exige de una isla centroamericana: un paisaje soberbio de agua turquesa y arena blanca, un vaso de trago largo sudado, lleno de mojito del bueno -con limón verde y hierba buena-, excursiones para conocer los alrededores, hoteles de lujo con una barra de etiquetas importadas y gente amable con tonada sabrosona dispuesta a colaborar y a hacer grata la estadía.
Hay 9 mil habitaciones distribuidas en 13 hoteles, la mayoría de cinco estrellas. Cadenas internacionales como las españolas Valentín, Meliá e Iberostar, que tienen el 50% de la administración de cada uno de sus hoteles (y el otro 50 es de administración cubana), y otros de administración 100% cubana, tan bien catalogados como los primeros.
“Hay que impregnar al cliente de ganas de regresar”, explica Alejandro Tejada, el especialista comercial de Gaviota Tour, luego de detallar los servicios consistentes con el enorme flujo de turismo canadiense, italiano, alemán e inglés que reciben todo el año.
Esto tira por la borda cualquier prejuicio sobre el confort. No falta nada: hay aire acondicionado, agua caliente e internet que no vuela, claro, ni es gratis. Habrá que insistir con los números de una tarjeta de ésas que se raspan, que nosotros dejamos en el olvido una década y media atrás. Reciben tarjetas de crédito (siempre que no estén emitidas por bancos americanos) y en el buffet es posible encontrar de todo para comer.
Sin embargo, la vida de los cubanos va por un carril paralelo, como es sabido. Usan una libreta de racionamiento que indica la cantidad de productos subsidiados (alimentos designados, productos de limpieza, tabaco y ron) que pueden comprar según los integrantes de la familia en la bodega de cada barrio.
Desde que asumió Raúl, pueden hospedarse en los hoteles cuando son invitados por sus familiares que vienen de visita y ellos pagan la cuenta. Antes, estaba prohibido. Hay dos tipos de monedas: la nacional, que es la que usan ellos, y el Peso Convertible, CUC o ceucé, que será el que utilizaremos nosotros. La tasa de cambio está fijada por el gobierno, cotiza un poco más que el dólar y tiene mejor cambio el euro. También está el dólar, y lo usan los conectados al turismo, que consiguen algunas cosas vedadas para el resto.
Para ellos, el desbloqueo representa una esperanza de apertura. El ingreso de divisas internacionales “frescas” y, quizá, hasta progreso. Para el visitante, la isla se esmera en actualizarse y complacer pero, para su vida cotidiana, a duras penas están alcanzando comodidades que nosotros olvidamos hace más de quince años. Cierto es que el hambre es “0”.
En 1973, Fidel había lanzado la profecía: “Estados Unidos dialogará con Cuba cuando tenga un presidente negro y haya un Papa Latinoamericano”. Más de cuarenta años después y detrás de la reciente visita de Francisco, los locales depositan en el diálogo sus expectativas de integrarse al resto del mundo: “Los problemas fueron siempre a nivel gobierno. Nosotros esperamos a todos nuestros visitantes con el mismo amor”, concluye Tejada.
Tras los pasos del Che
El recorrido comienza atravesando el bosque tropical y bordeando manglares. Aparecen algunas personas vestidas de blanco con turbantes, que pertenecen a la religión afrocubana de la Santería. Un breve relato de la guía sobre el sincretismo religioso, los emparenta con Bahía y con todas las tierras iberoamericanas de esclavos negros.
Nuestro paseo coincide con el aniversario número 48 de la muerte del Comandante Ernesto Guevara en Bolivia. Al llegar a Santa Clara, la iconografía del Che se vuelve omnipresente en las calles, en los souvenires, en las citas de los muros. La veneración es palpable.
La primera parada es en el Monumento a la Toma del Tren Blindado, asaltado y descarrilado en ese mismo lugar durante la Guerra de la Independencia contra el régimen de Fulgencio Batista. Los vagones del tren se pueden visitar como museo, donde se exhiben uniformes y piezas originales.
No lejos de allí, llegamos hasta el Parque de la Revolución y Mausoleo de los combatientes muertos en Quebrada del Churo. La estatua de bronce, de siete metros de alto del Che, recortada sobre el cielo de Cuba, pone un poco la piel de gallina, sobre todo a los que venimos de visitar el museo donde se pueden ver cartas, documentos, notas y objetos personales que lo acompañaron durante su viaje por América Latina y la revolución.
A pocos pasos, la tumba donde descansa desde 1997, discretamente destacada de sus compañeros combatientes, donde reina una llama que no se apaga y un silencio conmovedor.
Con las fibras tocadas por la historia tan visible y un orgullito heredado de la nacionalidad compartida con el héroe que santifican por estos lados, seguimos viaje hasta Trinidad, en la vecina provincia de Sancti Spíritus. Un poblado colonial en el centro sur de la isla es Patrimonio de la Humanidad declarado por la Unesco en 1988.
El Paladar Guitarra Mía nos recibe con un menú local y melodías que le cantan a la entrañable transparencia de la querida presencia del Comandante Che Guevara. Coreamos el estribillo entre langosta, moros, cristianos y patacones. Esto quizá se parezca más a lo que vinimos a ver a estas latitudes.
El calor no da tregua, pero avanzamos extenuados por las calles adoquinadas de la ciudad hasta la Plaza Mayor. En las pocas sombras se amontonan los grupos de gente que recorre la ciudad para hacer fotos. En alguna escalinata, descansa un hombre viejo de piel negra, pelo gris y sin dientes que fuma un puro gigante, de los que -no dejan de decir y ofrecer para vender- fuma Fidel.
Sonríe para la foto, pero reclama una propina en el mismo momento. Puros, artesanías y una sucursal de la Bodeguita del Medio sostienen la estructura turística del lugar. La Cachánchara es una bebida a base de aguardiente, miel y limón, que le da nombre al lugar donde probarla.
En un parador de ruta, donde bajamos a estirar las piernas y cargar combustible, Olga vende latas de coca cola mexicana. En el televisor, en loop una nota de la CNN donde se anuncia la apertura: “El mundo está listo para Cuba y Cuba está lista para el mundo”.
Paseos y datos útiles
Pueblo "La Estrella" es un centro comercial a cielo abierto ubicado en la zona hotelera del Cayo. En una pérgola del centro, un sexteto da la bienvenida con música cubana. Su estética homenajea la arquitectura colonial de Trinidad. Hay restaurantes, spa, peluquerías, tiendas y cafecitos. Se puede ir en un trencito gratuito que pasa por los hoteles, en bus panorámico (2 CUC) o taxi (entre 5 y 10 CUC, dependiendo del hotel). Los negocios abren de 10 am a 4 pm.
Imperdible: el jugo de caña de azúcar, con hielo, hecho en el momento.
Qué comprar: puros en "La casa del habano", donde Miguel los arma a mano (de 2,25 a 6 CUC).
Otro: Las Dunas, centro comercial con discoteca, artesanos y bolera.
El Crucero del Sol es un paseo imperdible. Parada en la Isla San Agustín, snorkel, visita a un delfinario con almuerzo (opciones que incluyen langosta y mariscos) y barra libre a bordo durante todo el día (U$S 85).
Vuelos
Copa Airlines tiene 33 vuelos semanales desde Santiago de Chile a Panamá, que conectan con las 42 frecuencias semanales a La Habana y dos por semana a Santa Clara.
Precio final con impuestos incluidos: U$S 1.557
www.copaair.com
Dónde alojarse
Valentín Perla Blanca es un hotel 5 estrellas que no admite niños. Ideal para vacaciones con amigos o en pareja: www.valentinhotels.com
Iberostar tiene propuestas para familias con una sólida infraestructura como kids clubs y comodidades para bebés: www.iberostar.com
Más información
Oficina de Turismo de la Embajada de Cuba. secretaria@turismodecuba.info; www.turismodecuba.info