Pensar diferente puede generar hechos que resultan indignantes o poco justificables. Tal fue el caso de Nicolás Wiñazki, quién vivió un mal momento en el conocido restaurante alemán de El Palomar, Buenos Aires, “Graf Zeppelin”, cuando no le permitieron entrar a comer junto a su familia por manifestarse crítico con el Gobierno.
En diálogo con sus compañeros del programa TN Central, el conductor expresó: “Esto pasó el 9 de diciembre, no lo quería hacer público pero se viralizó tanto que terminó explotando en las redes sociales. Era la primera vez que salimos con mi familia en pandemia”.
Y agregó: “El dueño me dijo ‘No va a poder ser’ o una frase parecida. Me quedé helado porque fui a ese lugar toda mi vida y me salió del alma decirle: ‘Pero vine toda mi vida’. Y él me dijo ‘ya no sos más bienvenido’. Le insistí y me dijo ‘ya no te vamos a atender más’”.
El periodista de Clarín y TN relató que su mujer “como que se enojó un poco más, hoy me estaba haciendo acordar que este, el nuevo dueño, le dijo algo así como que nosotros habíamos arruinado el país”.
“La verdad que yo no quise seguir la discusión o escalarla, porque era para tratar de hablar, no para reaccionar de otro modo. Pero bueno, estaba con mi familia y nos fuimos a otro lugar donde sí nos atendieron”, destacó.
Además, dijo que se quedó pensando en cómo es la ley de defensa del consumidor: “Esto no tiene que ver con el derecho de admisión porque no es discrecional, tienen que estar bien escritas las reglas a la vista del público. Es como un acto de discriminación, por lo que pude leer de la ley”, consideró.
“Tengo mellizos de tres años y la mayor tiene cinco, acababa de egresar del jardín. No había podido ir mi familia y por eso decidimos ir a cenar, con mi mamá y mi suegra también”, detalló.
Y añadió: “Es complicado, eso fue lo más complicado de todo, fue lo que más me duele. No es que tenga enojo o rabia sino tristeza porque es un país inviable, lo que padeció Dady Brieva también, que yo me solidarizo a pesar de que todo el mundo sabe que pensamos distinto, le ha pasado a Alfredo Casero también en obras de teatro que quiso hacer y no pudo”.
“Entrar a un lugar a comer o en un hotel, donde sea, pensando a quién votó o qué piensa la persona dueña de ese lugar es delirante”, siguió.
E insistió en que su mujer “se enojó un poco más” y que él se quedó “estupefacto” porque según cree “es violencia sin que haya violencia”. “Es intolerancia. Mi mujer después se dio cuenta que estaba todo bien. Eso es lo que más me duele ahora, siento como tristeza y dolor porque es un país donde no se puede ir a ninguna parte si esto se naturaliza”, explicó.
“Me han pegado en la calle varias veces, cosa que además ha quedado impune. Decidí mantenerme en calma e ir a otro lado. No había nadie, además. Fui toda mi vida, recuerdo de ser chico e ir por las mesas. Hay gente que dice que no hay que ir más, cosa que no aliento para nada. Es como comerse al caníbal”, concluyó.
El que dio a conocer el hecho fue el periodista Miguel Wiñazki, padre de Nicolás, quien en su cuenta de Twitter mostró du indignación y escribió: “Intolerantes! Antidemocráticos!”, además de señalar que a su hijo “en el restorán Graf Zeppelin, de Ciudad Jardín, le prohibieron la entrada por no ser K... o sea son discriminadores... que se haga viral”.