“En esa época él era el hombre más feliz del mundo. Y atrás de él, de esa cosa gigante, iba yo: chiquita, de un metro y medio, tratando de que no, por favor, cámaras no, después, después...”.
Ayelén Fernández tenía 23 cuando en el verano de 2009 se topó con un Ricardo Fort que por entonces necesitaba presentación. Nadie sabía quién era ese hombre fornido que, en una fiesta en Pinamar, surgió sobre la pasarela con música clásica sonando a un volumen ensordecedor, para desfilar con un puñado de modelos. “¡Este hombre tiene que estar en televisión! ¿Qué hago?”, pensó Ayelén.
Meses después ya eran socios: el empresario le encomendó la misión de hacerlo famoso. Sobraban fondos. Y motivos. “Yo no podía con esa energía, con tanto magnetismo: nunca antes lo había visto, ni lo vería después”, asegura esta productora que, como integrante de un sello discográfico, trataba con artistas de proyección internacional.
A su lado el empresario registró su estallido popular. Ya no haría falta presentación alguna: del mismo modo que su abuelo, Felipe Fort, Ricardo también crearía su propia marca. Sería él mismo.
Permanecieron juntos durante dos años -2009 y 2010-, los más prolíficos de una carrera mediática feroz que surgió de manera espontánea para desarrollarse “en saltos cuánticos”, como describe Fernández.
“Cuando empecé a trabajar con él ya nunca más tuve vida: no podía estar sola, siempre tenía que estar acompañándolo. Mi vida empezó a ser con Ricardo, 100%” -rememora Ayelén, según Infobae.
Ella confesó que su primera charla con Ricardo fue maravillosa, él le dijo muy seguro: “¡Soy todo! Y voy a ser tan tan tan famoso que a los cinco años yo sé que me voy a morir”, lo cual impactó a la mujer. Así, sacamos un montón de negocios alrededor suyo: el perfume, la película, el teatro, la playa, el canal de televisión, el reality...
Además, Ayelén comentó que para Fort lo más importante eran sus hijos: “No tenía ningún problema con su orientación, el tema eran sus hijos. Al principio no quería exponerlos porque no sabía cuál era la manera correcta de mostrarlos”, afirmó.
Sobre la relación de Ricardo con las mujeres, Fernández contó: “El mundo de Ricardo y sus mujeres era maravilloso porque realmente las amaba con todo su ser. Lograba tener una relación con ellas, pero muy diferente a la que sería una relación íntima de pareja: se convertían en mejores amigos”.
"Viví con Ricardo muchos meses en su casa, en su mansión -cuenta Ayelén-. Una noche estaba durmiendo y siento como una sombra. Me asusté. Abro los ojos y estaba él así, parado con su impronta, como un súper héroe de Marvel en calzoncillos amarillos. ‘Se me ocurrió una idea’, me dice. Siempre se le ocurrían cuando yo dormía, y se te paraba al lado de la cama hasta que te despiertes. Eran como las 3 de la mañana. O sea... ¡no, no da! ‘Se me ocurrió una idea’. ‘¿Qué pasa Ricardo? Estoy durmiendo, por favor’. ‘No, bueno... Quiero ser jurado del Bailando’.
En cuanto a quién fue el gran amor de Ricardo, Ayelén describió: “Fue Virginia Gallardo. A ver... El gran tema de Ricardo, por el que lo he visto llorar infinitas veces, era el amor: no fue un chico que tuvo mucha suerte, según él”.