"La vida es una oportunidad, beneficiate de ella. La vida es belleza, admirala. La vida es un sueño, alcanzalo. La vida es un desafío, enfrentalo. La vida es un juego, juegalo". Con esta frase célebre de la Madre Teresa, podemos sintentizar a la perfección el sentimiento de superación y satifacción, con el cual, se despiertan todos los días: Rosana Mateos (50 años), Juan Cortes (71); Tomás Alzamora (23) y Brenda Molina (27), deportistas mendocinos transplantados que integran la delegación argentina que desde el próximo sábado competirán en la XXII edición de estos Juegos en Newcastle, Inglaterra. Sin dudas, emblemas y embajadores del deporte de la provincial.
Minutos previos a subir al avión que los depositaría en tierras inglesas, Más Deportes, dialogó con Rosana Mateos, quien emocionada por poder participar en sus 9°Juegos de Transplantados, afirmó: "El deporte se disfruta. Es una pasión, Pero, lo más imporante es el mensaje: fomentar la donación de órganos". La experimentada atleta sanrafaelina, superó una leucemia y recibió un trasplante de médula ósea. Sobre su participación en estos Juegos Mundiales 2019, explicó: "Argentina participó del primer Mundial en 1995, con 5 trasplantados del corazón. En 1996 se realizaron los primeros juegos en Argentina y en 1997, en Sidney (Australia), la delegación nacional fue con 23 deportistas, y estuvo integrada por una sola mujer. Yo comencé en los juegos mundiales de 1999 en Hungría y luego estuve presente en Japón 2001, Francia 2003, Canadá 2005, Tailandia 2007, Australia 2009, Suecia 2011, Sudáfrica 2013, Mar del Plata 2015 y España 2017 y ahora Inglaterra 2019".
- ¿Qué sentimientos se te cruzan cada vez que estás por participar en unos Juegos Mundiales?
- Es una oportunidad única a nivel deportivo y a nivel vida. Es una segunda oportunidad que tengo y la disfruto. Se valora de otra manera. Tiene otra dimensión. Obvio, representar a mi país, a mi bandera, es fantástico. Maravilloso. No existen palabras para poder describir lo que se siente, cuando ves tus colores, tus compañeros, tu himno.
- ¿A qué te referís cuando hablás de otra dimensión?
- Todos los deportistas transplantados somos concientes que esta vida es un regalo. Es como si fuera una segunda chance. Muchas veces, tu rival de los últimos juegos, no llega a los próximo juegos porque falleció. Es muy fuerte lo que sucede. Nosotros, nos reímos en determinadas, situaciones. Por esta razón, todo lo que vivimos, se disfruta al máximo. Nuestra actitud siempre es positiva. Ponemos lo mejor de cada uno, nos sobra fe y nuestros deseos siempre es continuar disfrutando.
- ¿Mientras competís o te preparas en cada entrenamiento, le tenés temor a algo?
- Me considero una persona muy afortunada y en estos años desde mi enfermedad, aprendí a no temerle a la muerte. Disfruto cada momento como si fuera el último.
- Más allá de las medallas que te colgás en cada evento deportivo, ¿qué momentos te llenan el corazón realmente?
- Los últimos días de competencia y el cierre son momentos muy especiales, porque terminás abrazándote con la gente de todo el mundo, porque vos no sabes si los vas a volver a ver. Además, tener presente que hay que llevar medicamentos de más por si se pierden las valijas o por lo que sea. No es mi caso, pero la mayoría de los trasplantados necesitan de los mismos para seguir con sus órganos funcionando bien. Es muy fuerte esa sensación.
- ¿Cuál fue el momento más emocionante o conmovedor que viviste desde que participas en los Juegos Mundiales?
- En el año 2001 viaje al Mundial de Kobe Japón, el equipo me eligió abanderada de la delegación. El plantel argentino ingresó primero al estadio y pensé que ese era el momento más emocionante de mi vida: habían más de 1000 atletas y las tribunas estaban repletas. Sin embargo, cuando terminaron de entrar todas las delegaciones de más de 50 países, se hizo un silencio especial. De repente, ingresa un grupo de personas, todos japoneses, se ponen de pie todos al mismo tiempo e izaron una bandera, que tenía un corazón relleno con palomas hechas de origami. Todos comenzamos a aplaudir. Eran familiares de personas y niños que habían sido donantes. Sin dudas, ese fue el momento más conmovedor.
- Retrociendo la línea del tiempo, ¿te acordás cómo te diste cuenta que el funcionamiento de tu cuerpo no era normal?
- Cuando nació mi hija Priscila y aún no tenía un año de vida, noté que mientras seguía entrenando, mi recuperación después de las carreras a las bases, jugaba al softbol, no era la apropiada. Inmediatamente, consulté a los médicos y para ellos era normal mi fatiga porque aún le daba de mamar a mi princesa. Me hice unos análisis de rutina y 17 de diciembre de 1996, justo el día que mi ex marido y padre de mi hija se recibía de profesor, me diagnosticaron Leucemia Mieloide Crónica.
- Se te vino el mundo abajo en cuestiones de segundos…
- La noticia fue durísima. Lo primero que se me vino a la cabeza fue mi hija. Aunque, inmediatamente, me explicaron que no era una enfermedad congénita, ni hereditaria. Me comentaron que la solución más concreta era un transplante de médula ósea, que salía en ese momento, alrededor de 80 mil dolares
- Una intervención quirúrgica determinante… Te acordás ¿cómo la afrontaste, cómo te preparaste?
- Antes de partir, traté de disfrutar todo lo que más pude. Principalmente con mi hija y mi ex marido. Jugué varios torneos de softbol. Después, vino la quimio, el transplante, la recuperación y lo más grande, el reencuentro con mi familia. Disfutrar la vida es fantástico.