Mendoza, como buena tierra en constante movimiento, está siendo protagonista de algo inusual: un cambio en la forma de “ver” y “hacer” la salud. Es que un grupo de personas deposita toda su energía en darle cuerpo a una herramienta de formación sanitaria que toma al teatro como instrumento de acción: hablamos de la Dramaterapia.
¿Escuchaste hablar esto? Se trata de un camino, mucho más amable y veloz, que permite al profesional de la salud acercarse a los problemas emocionales de sus pacientes.
Pero: ¿por qué la idea de drama? No podemos dudar de que las historias de ficción llaman nuestra atención, nos alejan de la realidad y nos llevan a un sinfín de mundos posibles, el tiempo existente se detiene y puede oscilar entre el pasado, presente y futuro; la imaginación estalla en todo su esplendor. Entonces, en esta práctica, afloran sentimientos, experiencias, pensamientos y emociones que por sí mismas no demostraríamos en la vida cotidiana.
La Dramaterapia es, básicamente, una terapia que indaga en las emociones gracias al drama y esto lo hace a través de un cuento, un poema, juego de roles, improvisación o el uso de otros elementos (máscaras, por ejemplo).
La idea es que, por medio de esas técnicas, se pueda construir una historia no real, ficticia, donde se plasmen los sentimientos del paciente. Cabe destacar que cada sesión es única y difiere una de otra, ya que responden de acuerdo al paciente y su necesidad.
Tal como afirma la doctora Susana Pendzik (drama-terapeuta experimentada), en la dramaterapia “se trata de traducir la problemática que la persona trae a la consulta en términos creativos, como si fuera un cuento, un texto, un poema, una película; de manera tal que el paciente esté contenido”. Y agrega que si bien se trabaja en un mundo imaginario, este mundo tiene algo de real: “pero sin ‘tocar’ la problemática, o sea, sin que la persona diga qué es lo que le está pasando”.
La técnica funciona muy sutilmente, pues, se dice que lo hace de manera indirecta. O sea, el distanciamiento del paciente con su propia problemática le permite poder percibir las situaciones desde otra perspectiva, una más creativa. Esta distancia da paso a la soltura, a la pérdida de vergüenza y así lograr la fluidez en el desarrollo de la terapia.
“La idea es tomar una distancia y, en una creación, poder cambiar cosas”, dice Pendzik. Sobre la técnica, la profesional entrevistada comparte que, a través de la dramaterapia se intenta “ver cuántas máscaras necesita una persona para poder llegar a los sentimientos más importantes. A veces son cuentos o historias que se inventan, son ficticios y eso es lo que permite tomar esa distancia y es como un camino tangencial que te lleva a otro lugar en donde las cosas fluyen con más libertad”.
Cabe destacar que para practicarla no es necesario contar con experiencia en el teatro, nada tiene que ver con la actuación, sino con la predisposición de soñar despierto y así dejar salir las emociones más profundas.
Desde esa perspectiva se movilizan emociones y sentimientos mucho más rápido que en la terapia convencional y sin trabajar directamente en la problemática, es “increíble notar la gran transformación que genera esta herramienta”, agrega Pendzik.
Otro punto a destacar es que la dramaterapia no es “nueva”, sino que es milenaria. Desde hace años se utiliza el teatro en el campo curativo: “la idea de entender a la terapia como algo que implica hacerla ritualmente, tiene muchísimos años”, afirma la profesional.
Ahora, como profesión moderna, surge entre los años ‘60 y ‘70 a través del encuentro de la psicología y el teatro experimental. Y es cuando comienzan a formarse grupos de trabajo.
Pero, ¿quién puede hacerlo?
Lo novedoso es saber que esta herramienta no solo encaja en el mundo médico y teatral, sino que otros espacios de formación pueden aportar su encanto a la tarea y, también, profundizar en la dramaterapia: trabajadores sociales, comunicadores, docentes, entre otros. Se trata de complementar conocimientos y adquirir contenidos nuevos vinculados a la psicología y a lo escénico.
En dramaterapia se trabaja con pacientes de diversas edades: niños, adultos, adultos mayores. Y puede enfocarse a problemáticas de todo tipo, por enumerar algunas: casos de adicciones, baja autoestima, autoflagelación, ansiedad, depresión, entre más.
Cuando la técnica se pone en práctica, la escena que se hace, esa es la terapia. En este caso, la terapia no está en el análisis posterior, sino en el “hacer”, es decir, en la acción. Esto permite abrir las puertas a la imaginación, al cambio y la transformación.
Bajo esta mirada, el terapeuta es alguien activo, pone el cuerpo y participa en la ficción junto al paciente. Lo que se activa en el cerebro también es totalmente distinto que con la palabra (terapia convencional): “las neuronas espejos, que son las que están principalmente involucradas en todo lo relacionado con el teatro en general (ves una obra de teatro y sentís lo mismo, porque se despiertan en el cerebro otro tipo de estímulos: uno puede sentir empatía, entre otras cosas), cuando se arma una escena y se ‘pone el cuerpo’, es lo mismo que pasa en el cerebro. Son tan difusas las emociones que el lenguaje es solo una de las vías y, al ponerlo en acción, trasciende la palabra”, comenta la médica psiquiatra María Sol Guerrero.
Lo novedoso
La dramaterapia se practica en diferentes partes del mundo (Estados Unidos, Europa, Australia, Sudáfrica), es una experiencia que se amplía cada vez más. En Argentina está comenzando a gestarse. Y lo interesante es que Mendoza es el primer lugar donde la técnica hace su desembarco, ya que esta provincia es la pionera en brindar una formación en este campo y, sobre todo, en la educación pública.
El teatro ha sido incluido en la salud y esto ha hecho que muchas personas quieran hacer su aporte a través del drama creativo: “usar el teatro como instrumento que le hace bien al alma y que no sea por un motivo actoral, sino por algo más profundo”, dice Guerrero.
Y concluyen con que “ya solo con ir al médico, no es suficiente”, asevera Sol Guerrero. La verdadera intención de la dramaterapia es “integrar a la persona para lograr una transformación positiva”, cierra Pendzik.