El primer plan estratégico vitivinícola 2020 se empezó a ejecutar en 2005, con una mirada a 15 años. Fue un proyecto consensuado entre entidades públicas y privadas que constituyó una experiencia única a nivel nacional, de un sector productivo trazándose el camino a seguir y sosteniendo una estrategia como una política de estado. Una de las instituciones que participó en ese entonces y también lo hizo ahora es el INTA.
Desde ese organismo, Claudio Galmarini, director del Centro Regional Mendoza-San Juan INTA, comenta que en 2018 el sector se planteó actualizar el plan estratégico y la Coviar firmó un convenio con el INTA para que conduzca el proceso metodológico para la actualización con miras al 2030.
“Al comienzo, con referentes del sector se hizo un análisis del PEVI 2020, se elaboraron documentos estratégicos con visión prospectiva, se analizaron 16 planes estratégicos de diferentes países vitivinícolas. Con la participación de 1000 personas del sector se realizaron 12 talleres en las distintas regiones vitivinícolas del país, desde Jujuy hasta la Patagonia” narra Galmarini. Tras consultar con distintas ramas del sector, surgió un documento estratégico de base.
En el 2020 se constituyó un foro con el sector privado y público para redactar el primer borrador del plan (por la pandemia, en formato virtual) y ese borrador se discutió con 55 entidades sectoriales de todo el país. Después, se contactaron a 1.500 referentes para hacer aportes. Finalmente, la actualización del PEVI fue presentada y aprobada en noviembre por el directorio Coviar y en diciembre de 2020 fue comunicado al Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación. Ese mismo mes se publicó en el boletín oficial.
“Para este año, está previsto presentar y discutir el plan en las distintas regiones vitivinícolas del país, la intención es que sea de forma presencial. El plan tiene un carácter general y cada región debe adecuarlo a su realidad y priorizar actividades estratégicas”, señala el director del INTA Mendoza-San Juan.
Respecto a las metas, Galmarini destaca el aumento de las exportaciones de vinos envasados y graneles, pasas y mosto, y que el plan tiene una fuerte impronta en la sustentabilidad ambiental, priorizando estrategias tendientes a un uso eficiente del recurso hídrico. A eso le suma la promoción del uso de energías renovables, el fomento del enoturismo y una fuerte impronta en la integración de los diferentes actores de la cadena vitivinícola.
Visión de largo plazo
El PEVI 2020 tuvo un mayor énfasis en el mercado, con el foco de la planificación puesto solo en el vino embotellado y el jugo concentrado de uva (JUC). De cara al 2030, Argentina es un actor mucho más reconocido en el mundo por la producción de grandes vinos y el énfasis está puesto en el concepto de sostenibilidad de la vitivinicultura, abarcando una dimensión bien amplia tanto en lo económico, como en lo social y lo ambiental.
Así este nuevo plan reconoce y le da una importancia estratégica al desarrollo del Turismo del Vino con una dimensión nacional, algo impensado hasta hace algunos años y nunca contemplado en la anterior planificación. Hoy en el Turismo del Vino se reconoce una herramienta fundamental para el desarrollo de la vitivinicultura y el fortalecimiento de la marca país.
Es que hasta el 2020 se trabajó con metas cuantitativas (facturación y porcentaje de participación en el mercado mundial de vinos) ambiciosas como elemento movilizador del sector. Ahora se incorporan valores (pluralidad de voces y respeto a la diversidad de actores y regiones) y se trabaja con metas comerciales pero basadas en indicadores que serán monitoreados anualmente y rediscutidos en forma sectorial cada tres años para detectar eventuales desviaciones.
Y en este caso, la planificación se fija, además, un horizonte más corto. Se diseñó una estrategia para los próximos diez años, atendiendo los cambios vertiginosos y las nuevas tendencias que se dan en el mundo.