En el primero de sus cuatro artículos expresa que los pagos de los servicios de intereses y amortizaciones de capital de las letras denominadas en dólares estadounidenses emitidas en el marco de decretos de septiembre de 2021, septiembre de 2022 y noviembre de 2022, serán reemplazados, a la fecha de su vencimiento, por nuevos títulos públicos cuyas condiciones serán definidas, en conjunto, por las secretarías de Finanzas y de Hacienda.
En su artículo 3 autoriza a emitir letras en dólares estadounidenses por US$ 4.334 millones a diez años de plazo, con amortización íntegra al vencimiento, precancelables, total o parcialmente. Esas letras devengarían una tasa de interés igual a la que devengarán las reservas internacionales del Banco Central para el mismo período y hasta un máximo de la tasa LIBOR anual menos un punto porcentual.
Recordemos que estos bonos son parte de los fondos de garantía de sustentabilidad y son activos financieros: títulos públicos, acciones de sociedades anónimas, plazos fijos, obligaciones negociables, fondos comunes de inversión, fideicomisos financieros, cédulas hipotecarias, préstamos a provincias y a beneficiarios del SIPA. Tienen como misión preservar el valor del patrimonio, buscando la rentabilidad de sus recursos, los que pueden ser utilizados para pagar los beneficios del Sistema Integrado Previsional Argentino y para hacer frente a compromisos asumidos.
Tener este respaldo en dólares da confianza en el futuro, a pesar de la falta de solidez que conlleva ser parte del estado argentino tan endeudado y que siempre ha mostrado fragilidad y falta de garantía en diversos aspectos. Convertirlos a pesos, genera mayor desconfianza y representa un claro perjuicio al sistema jubilatorio, en un futuro no tan lejano.
Además de que esta medida tomada por el Ministerio de Economía puede ser considerado como un atropello más a la democracia, por la forma en que la que fue de sancionada, (un DNU, en lugar del correspondiente tratamiento legislativo) no resuelve el problema de fondo” y “no cambiará” la realidad económica del país”, según Roberto Cachanosky.
Se trata de una disposición que, una vez más, trasladará al próximo gobierno nuevos problemas y suma más deuda a futuro, provocada por un gasto público que lejos de corregirse, sigue incrementándose.
Es más, el FMI le envió una advertencia indirecta al gobierno nacional al señalar que el polémico canje que lanzó el ministro de Economía, Sergio Massa, debe evitar “vulnerabilidades en el futuro” pero también “debe ir acompañado de políticas macroeconómicas consistentes y restrictas”.
Y así continuamos. Sin enfrentar el problema integral y abordando con una metodología desacertada, problemas crónicos: implementando medidas aisladas que solo son soluciones parciales al gran desastre que representa un frágil sistema económico en el cual las políticas van por un lado y, los ciudadanos que necesitan vivir, producir, comerciar y llevar comida a sus casas, van por el otro, independientemente de las decisiones que tome la autoridad económica nacional.
Esta decisión fue efectiva con uno de sus objetivos iniciales que fue interrumpir la avanzada de los dólares financieros, pero a través de la misma, se siguen debilitando las arcas del Estado y generando más desconfianza aún frente a los mercados. Seguimos con parches para solucionar crisis puntuales, y dar tiempos, cada vez más breves, para evitar que todo estalle.
No existen medidas salvadoras ni personajes mesiánicos que puedan resolver nuestra triste realidad, de un momento para otro.
Es necesario plantear un diagnóstico integral de la situación sin mezquindades ni ópticas cerradas o parciales. Es indispensable confluir, independientemente de que nos encontremos en un año electoral o, mejor dicho, fundamentalmente porque estamos en un año electoral y decidir de una vez por todas cómo vamos a salir de este naufragio en el que nos encontramos.
Tenemos que acordar, sin miedo al disenso, pero apostando fuertemente al diálogo y privilegiando el bien de nuestra Argentina, sobre todo.
Les pedimos a nuestras autoridades y a la oposición, por favor, olvidemos nuestras mezquindades, dejemos de pensar en el carguito que vamos a ocupar y aportemos, desde cada área, lo mejor de nosotros para poder pensar en un país de aquí a 30 años.
Es con ideas y acuerdos que vamos a salir. No hay más lugar para peleas y egos. No queremos seguir pensando en que no hay futuro o que el único destino posible está fuera de nuestro territorio. Somos muchísimo más que locos tirando cada uno por su lado.
No perdamos más el tiempo en medidas que generan desconfianza, desfinancian a nuestras vapuleadas instituciones y solo nos hunden cada vez más. Necesitamos un plan generado desde el consenso que implementen nuestras actuales autoridades y continúen las próximas por el bien de nuestro país.