“En esta coyuntura de alta inflación, de déficit fiscal, de falta de reservas, que ha heredado el gobierno; el presidente tiene una prioridad: lograr equilibrio fiscal, para lo cual se está tratando de bajar el gasto público entrando en todos esos nichos que generaron despilfarro”, sostiene César Litvin. El reconocido tributarista, de paso por Mendoza, en una charla exclusiva con Los Andes, habló sobre presión impositiva, la necesidad de una reducción de impuestos, la simplificación del sistema tributario, el pacto fiscal y la Ley ómnibus.
A finales de febrero, por primera vez en más de una década, desde el ministerio de Economía se anunció que hubo superávit fiscal en Argentina. Un dato que comenzó a darle otro color al escenario de la economía nacional. “Esto es esencial porque cada vez que el gobierno nacional, provincial o municipal realiza una erogación, es ‘con la nuestra’, es con impuestos. Cada vez que ponemos la mano en el bolsillo, tiene que ser para pagar los gastos esenciales como educación, salud, seguridad”, agregó el CEO de Litvin y Asociados, firma que lidera el ranking de Auditoría, entre las empresas nacionales.
“Creo que ahora se impone una primera etapa de austeridad del gasto público y, en una segunda, cuando se logre el equilibrio fiscal, incuestionablemente, se va tener que encarar el sistema tributario. Un sendero que tiene que ser lo suficientemente angosto para recorrer el camino de la baja de impuestos, pero tan angosto para que no tenga retorno a partir del equilibrio fiscal”.
-¿Cuáles son los aspectos que se deben discutir?
-Primero, una simplificación. Porque existen más de 150 impuestos entre nacionales, provinciales y municipales. Incluso, en estos días, hubo una proliferación de nuevas tasas municipales en Buenos Aires, que no le van a retribuir servicios a quien las paga. De los impuestos vigentes, solo 10 generan el 91% del total de la recaudación. Quiere decir que, el resto hace complejo el sistema tributario y espanta inversiones.
-¿Y en un segunda etapa?
-Luego de lograr equilibrio fiscal, se debe encarar una baja de impuestos. Parece romántico, hablar de ello, pero hay que tener en cuenta que en los últimos 20 años el gasto público se duplicó y también la presión impositiva. Y, pensando en la simplificación, hay que empezar por los impuestos más distorsivos.
Uno difícil de eliminar es Ingresos Brutos, porque es con el que más recaudan las provincias, pero es el peor impuesto del sistema. No se usa en el mundo, porque llena todos los casilleros del peor de los impuestos. Tiene un efecto acumulativo, se traslada a todas las etapas y afecta a las exportaciones, a la competitividad... Por su parte, el impuesto a las Ganancias tiene que tener una reformulación completa.
-Sin Ingreso Brutos ¿qué hacen las provincias?
-Tienen que bajar el gasto público, porque es un impuesto que aleja inversiones. El segundo impuesto en el podio de los peores es a las exportaciones, que tiene una muy buena recaudación, pero le quita eficiencia a nuestros productos para competir en el mercado; ninguno de los vecinos, ni Brasil, ni Chile, ni Uruguay, ni Paraguay lo tienen. Solo 12 países en el mundo, y generalmente del tercer mundo, lo tienen. Por supuesto que el que exporta de Uruguay, Paraguay o Brasil está en mejor situación de competencia que el exportador argentino. Es un impuesto que no debe existir.
-Teniendo en cuenta la posibilidad de importar productos, ¿cómo impactará a los contribuyentes locales?
-A ver, los contribuyentes locales van a tener que competir. Lo que pasa es que va ser en desventaja, porque el industrial local tiene problemas de logística… salariales; los salarios en Argentina son más altos que los de China, Malasia, India o Pakistán y también la carga tributaria es mayor. Entonces, para que la competencia sea sana hay que equiparar las variables que hacen al precio final del producto. Creo que la competencia de los productos importados es buena como una política temporal, pero tiene que ir en línea con emparejar las variables que hacen al precio final.
-Hablamos de transparencia fiscal
-Bajo ese punto de vista, es importante el proyecto de Ley de Transparencia fiscal para que el consumidor, cuando compra algo, sepa cuánto de ese precio final se lleva la nación, la provincia y el municipio. Porque se van a sorprender con la distribución y los porcentajes que están ocultos en el precio final de cualquier producto. Esto se aplicó en Brasil con éxito, porque el ciudadano tiene más posibilidades de poder exigirle a la nación, a la provincia o al municipio, qué se hace con ese dinero que recauda.
-¿Es una diferencia con el antiguo pacto fiscal de la época de Mauricio Macri?
-El pacto fiscal, que se firmó con Macri, fue inmediatamente roto por las provincias; diría que fue una buena idea pero con ingenuidad política. ¿Por qué? Porque no se establecieron sanciones por incumplimiento. En la primera de cambio, muchas provincias lo dejaron y quedó en nada. Después, cuando los Fernández asumieron el gobierno, lo eliminaron. Ese pacto, como el que tiene que venir, benefició a los consumidores, porque eliminó las primeras etapas de Ingreso Brutos, sellos y les exigía a los municipios que si cobran tasas sea por el servicio que prestan y no en función del monto de venta de una empresa. Creo que lograr un pacto fiscal es inevitable, pero con más exigencias y penalidades ante incumplimientos.
-¿Cómo impacta en el régimen de coparticipación de impuestos?
-Es un régimen de los ‘80, que está obsoleto, en el que hay ganadores y perdedores. Y muchos ganadores son jurisdicciones que no mejoraron la calidad de vida de sus ciudadanos, ni en infraestructura básica (gas, cloacas, etc)... ni fomento de empleo. Entonces, creo que la coparticipación incustionablemente tiene que ser modificada y a partir de allí tiene que venir una simplificación del sistema impositivo.
-Entre los 10 impuestos que representan el 90% del ingreso del Estado, ¿cuáles son los esenciales?
-El primero es Ganancias, pero bien medido, porque es el que mejor refleja la capacidad contributiva. El impuesto tiene que tener mínimos no imponibles adecuados, razonables, para el nivel de subsistencia de cada trabajador, y cuando se supera ese nivel, recién se empezará a tributar. Y para las empresas tiene la posibilidad de contribuir con su ganancia. Quizás en ese tema hay que seguir el modelo de Irlanda, que bajó los impuestos y con ello logró atraer inversiones. Hoy Irlanda es potencia en Europa. Allí se instalaron las tecnológicas que generaron movilidad social ascendente. Le llevó 10 años, no meses, a Irlanda generar austeridad de gasto y mover la masa muscular de la economía para generar ascendencia social.
Otro impuesto, que usa el mundo, es al Valor Agregado (IVA). Pero el problema de Argentina es su alícuota muy alta. Por ejemplo, Paraguay tiene menos de 5 impuestos y el crecimiento que ha tenido en los últimos 10 años es exponencial. El IVA es el 10%, Ganancias también un 10%, y así está creciendo a partir de la baja de impuestos. En Argentina, básicamente, el sistema tributario tiene que estar sustentado en Ganancias, IVA, en impuestos a algunos consumos específicos.
-Me acuerdo que todos los impuestos que entraron en la rueda eran momentáneos.
-Cuando hablamos de distorsivos, en ese podio que ya cité e integran Ingresos Brutos y a las Exportaciones, faltaba citar al impuesto a los débitos y créditos bancarios, el Impuesto al Cheque; una tasa que nació por un año y ya cumplió la mayoría de edad. Es fácil de recaudar porque lo perciben los bancos, pero es muy distorsivo porque no mide capacidades económicas, mide transacciones.
Todo impuesto tiene que medir alguna capacidad económica y el Impuesto al Cheque se da al absurdo, cuando uno paga IVA o Ganancias, lo hace por un medio bancario y por eso paga el Impuesto a los débitos y créditos. Así que pago impuesto sobre impuesto. Es un disparate total. No existe impuesto así en el mundo. Entonces, creo que el sendero para la baja de impuestos tiene que ser muy angosto para que no haya retorno.
-¿Qué posibilidades hay de concretar esa baja de impuestos?
-A mediano plazo, muchas. Porque el sistema tributario tiene que ser utilizado como una verdadera caja de herramientas para atraer inversiones. Y esas inversiones, insisto, como hizo Irlanda y otros países, generan más empleo, más consumo, más actividad económica, y todo esto impacta con menos pobreza, menos planes sociales y menos gasto público. Pero el camino inverso, el círculo vicioso, es el de mucho impuesto, menos empleo, menos consumo, menos actividad, más pobreza, más planes sociales y gasto público.
Hay que invertir en el círculo virtuoso, pero no se puede hacer magia cuando hay déficit fiscal. Creo que tiene que ir de la mano de la austeridad, enfocados en los gastos esenciales. En situación de crisis hay que ser austero y quienes nos gobiernan, tienen que entender que todo gasto que autorizan es con dinero de los contribuyentes. Es un traspaso de riqueza del sector productivo al sector público y lo tienen que administrar bien.
-Para terminar, ¿qué aspectos positivos planteó la Ley Omnibus en materia impositiva?
-Creo que hay aspectos positivos en materia fiscal, como modificar el impuesto a los bienes personales, que tiene alícuotas excesivas y ha generado confiscalidad; un perjuicio porque espantó a la gente más adinerada que se fue a vivir a Uruguay, que los recibió con muchísimo cariño impositivo. La gente que se fue también padeció el impuesto a la riqueza, en su momento; ellos son los que más consumen y los que más invierten. Hemos perdido contribuyentes selectos que generan más recaudación.
Por otro lado, la moratoria es necesaria porque hay mucha morosidad, porque en épocas de crisis, el contribuyente paga sueldos, proveedores y deja para cuando pueda los impuestos. La moratoria tiene que venir incuestionablemente, pero con algún premio para el contribuyente cumplidor.
Hay que debatir el impuesto a las ganancias para los trabajadores e incluyo a los autónomos, porque son los grandes olvidados en las reformas de ganancias. Un autónomo paga más impuesto que un asalariado. Es un trabajador, incluso en condiciones, diría, más desventajosas, porque no cobra aguinaldo, vacaciones, ni indemnización. Paga más impuesto que el asalariado a igual remuneración y eso hay que equipararlo. Y hay que establecer un mínimo no imponible adecuado y que no permanezca inalterable con alta inflación. O sea, tiene que tener una actualización automática de los mínimos no imponibles.