En cuando al aprovechamiento hidroeléctrico, sobre un río se coloca una represa, como el Dique Potrerillos, y luego se deja pasar el agua por unas compuertas con turbinas que al moverse con fuerza generan energía eléctrica. Otros ejemplos son las centrales de Cacheuta o Álvarez Condarco o más al sur las ubicadas sobre los ríos Atuel y Diamante, pero también se pueden usar pequeños aprovechamientos en canales.
Sin embargo, Mendoza no genera y consume su propia energía, sino que lo generado se conecta a una red nacional. Así lo explicó Hugo Reos, director del Ente Provincial Regulador Eléctrico (EPRE): “Mendoza tiene generación hidroeléctrica y térmica, pero hay una tercera fuente de abastecimiento que es el sistema de interconexión nacional. La energía de un parque eólico ubicado en otra provincia o de una central nuclear se puede aprovechar acá”.
Hay que tener en cuenta que el caudal de los ríos es menor en invierno y que en épocas más frías se dificulta acceder a combustibles, por lo cual Mendoza termina “importando” en esas ocasiones electricidad de otras provincias. “Nosotros aprovechamos todas las fuentes de energía en el país. En alguna ocasión, aprovechamos energía que compartimos con Uruguay y Paraguay o que es importada de Brasil”, agregó Reos.
Un largo tramo hasta casa
Como se ve, el camino tradicional de la electricidad puede iniciar en distintos puntos, pero el camino los termina uniendo. El siguiente paso es la distribución, y aquí el desafío está en trasladar esa energía durante cientos de kilómetros reduciendo al mínimo las pérdidas por calor. Para eso, se busca trasladar en gran volumen y con una alta tensión.
“Para que la energía pueda llegar desde la central en Cacheuta hasta el centro mendocino, tenés que elevar la tensión. Eso genera la necesidad de grandes conductores”, describió Guaycochea. Este docente se refiere a las grandes estructuras de hormigón y metal que se observan en la ruta y que sostienen las líneas de transmisión.
Reos agregó que en Mendoza hay redes de 220 kilovolts (220.000 voltios), 132 kilovolts y 66 kilovolts, con una tensión que sería imposible de conectar a una casa que usa 220 volts. Por eso, la próxima parada en este camino son las estaciones transformadoras, también llamadas subestaciones eléctricas, con máquinas que reducen la tensión y permiten distribuirla a los barrios.
Para ubicarse con un ejemplo, al sur de la Casa de Gobierno, sobre el Zanjón Frías, se pueden ver torres con cables de alta tensión. Esos cables llegan hasta la estación transformadora “San Martín” de Edemsa, en 9 de julio y Peltier (una de sus 46 estaciones transformadoras). Actualmente, es difícil colocar estaciones en una zona céntrica por la magnitud de las instalaciones y se promueve el cableado subterráneo.
“Toda la energía que llega en un cable de una determinada sección se reparte en cientos de cables que son de menor capacidad, pero que recolectan esa energía y la van distribuyendo, llevándola a otros puntos en donde puede ser aprovechada por el usuario”, explicó el director del EPRE.
Antes de llegar al final feliz con el foco encendido, hay un paso más que debe recorrer la electricidad. La central transformadora redujo la tensión que venía desde la central, pasando de alta a media tensión, pero la electricidad en las líneas de distribución sigue con un nivel muy elevado para conectarse a una casa. Allí entran en esta historia las “subestaciones”, unas estructuras con transformadores que se pueden ver en las calles residenciales.
Tal como describe Guaycochea, los cables que entran en los barrios son de color negro, están trenzados y requieren bajar su tensión: “Entonces ahí aparecen los transformadores de los barrios, un aparato cuadrado de donde entran y salen cables. Ahí se baja la tensión a 220 voltios y se conectan a cada casa para el uso particular”. Y ahí entonces, finalmente, hágase la luz.
Cambios energéticos
Como esta es una historia en constante movimiento, cabe preguntarse también por cambios en los últimos años, más siendo un tema que involucra la seguridad en las viviendas. Según números que maneja el EPRE, el 48% de los incendios en Capital Federal son producto de una causa eléctrica.
Hugo Reos destacó el aumento del consumo de electricidad en los últimos años, con la construcción de edificios que demandan energía para usar ascensores y bombas de agua que alimentan los pisos superiores. Además, el director del EPRE explicó que, como el acceso a las redes de gas es muy costoso, crece la tendencia de utilizar la electricidad para cocina y calefacción.
Jonathan Guaycochea consideró que el sistema de distribución no ha cambiado mucho en los últimos años y que, si uno compara las inversiones energéticas en Argentina, son mínimas en comparación a las que hay en EE. UU. De todos modos, destacó que en nuestro país crecen las energías renovables no convencionales, como los parques eólicos y los paneles solares.
Reos coincidió con el auge de la energía fotovoltaica en Mendoza, con una regulación pionera en Argentina desde 2015, y cómo ahora el usuario final no solo consume energía, sino que también puede generarla e incluso inyectar su excedente a la red. Un camino de ida y vuelta.