En economía existe la clásica broma que dice que “a las estadísticas hay que torturarlas hasta que confiesen”. Como se trata de la interpretación (siempre subjetiva) de los datos, en definitiva, lo que muchas veces se busca es que los números se adapten a la realidad que mejor refleje los intereses de quien los presenta.
Por lo general, los límites para apelar a la “contabilidad creativa” son severos, pero en épocas de crisis como la actual, desatada por la pandemia de coronavirus, esos márgenes suelen volverse bastante más laxos.
Es dentro de este contexto que varias empresas echaron mano de la imaginación desbordante que suele surgir en el mundo financiero para crear un indicador que supera todo lo conocido hasta hoy. Como si se tratara de un modelo económico en el que se eliminan algunas variables para no complicar el estudio, al calor del Covid-19 nació el EBITDAC, una versión 2.0 del viejo y conocido EBITDA, pero al que se le agrega la “C” de coronavirus, para hacer de cuenta que la pandemia no existe o no tiene ningún impacto en los resultados corporativos.
La sigla ahora pasaría a ser, en inglés, “Earnings Before Interest, Taxes, Depreciation, Amortization & Covid” (o ingresos antes de intereses, impuestos, depreciación, amortización y Covid), una manera de reflejar que el efecto que está teniendo en la economía es tan grande que termina distorsionando todo. Y, como el segundo trimestre que cierra en pocos días más va a ser muy negativo para casi todas las empresas, los mercados financieros anticipan EBITDA muy malos.
De hecho, ya hay compañías que se lanzaron a reflejar esta situación anómala en sus informes financieros. Una de ellas es CES Energy Solutions, que cotiza en el índice tecnológico Nasdaq de Nueva York, que reportó ganancias de u$s 349 millones en el primer trimestre de 2020 y un EBITDAC ajustado de u$s 51 millones, cifra que representa un 14,6% de los ingresos del período.
Antes de que estallara la crisis del Covid-19, el mundo financiero tenía entre sus principales indicadores al EBITDA, que sirve para calcular las ganancias antes de descontar los intereses a pagar por las deudas contraídas, impuestos y tasas correspondientes, las depreciaciones y amortizaciones de las inversiones realizadas.
Por más que no forme parte de la cuenta de resultados de una empresa, el EBITDA es clave para los inversores y muy práctico para saber, de un pantallazo, si una compañía es o no rentable. Por eso es que esta fórmula se utiliza tanto a nivel internacional.
El EBITDA permite evaluar la salud financiera de la empresa sobre la base de la creación de riqueza, un dato fundamental para acceder a líneas de financiamiento.
También es útil cuando se presentan resultados a inversores y accionistas o durante fusiones y adquisiciones para proporcionar estimaciones del precio de adquisición de la firma.
UNA HERRAMIENTA CRITICADA
Pero como ya se sabe, la pandemia trastocó todo de manera significativa, por más que muchos se animen a vaticinar que solo será de forma transitoria. Y este es uno de los puntos que defienden quienes critican su uso, aparte de considerar sus resultados como totalmente arbitrarios.
“Ya sabemos que cualquier crisis es muy dura y que tiene un impacto muy duro en las cuentas de resultados. Lo que pasa es que se pretende explicar todo como si fuera culpa del virus, cuando hay fallos y resultados que se pueden venir arrastrando desde más lejos, sobre todo en las empresas que tienen problemas de endeudamiento y que vienen de sectores más agotados”, advirtió Javier Santacruz, analista del think tank Civismo.
Sin embargo, para algunas empresas recurrir al EBITDAC puede llegar a servir como estrategia negociadora frente a los bancos, por la degradación en las condiciones de acceso al crédito en caso de presentar resultados muy negativos.
Pero Mathilde Fox, especialista de la Escuela de Negocios ICHEC, expresó: “Resulta tentador mostrar datos maquillados a acreedores, banqueros y mercados. Pero los analistas seguirán mirando la situación financiera, la caja y, especialmente, las previsiones de liquidez”. Como suelen decir los británicos, “ir a la iglesia no te convierte en un cristiano, de la misma manera que pararte en un estacionamiento no te convierte en un automóvil”.