Así como un par de décadas atrás, tener un buen nivel de inglés y algún estudio de posgrado podían marcar una diferencia a la hora de querer acceder a un determinado puesto laboral de liderazgo, ahora los reclutadores prestan atención también a otras experiencias enriquecedoras en el currículum. Además, la situación económica hace que muchos jóvenes estén analizando la posibilidad de irse a vivir afuera y tener una primera aproximación al mundo laboral en el extranjero permite contar con herramientas adicionales. De ahí que la demanda de los paquetes de Work & Travel (Trabajar y Viajar) haya crecido.
Esta propuesta, que ofrecen agencias especializadas, brinda la posibilidad de trabajar durante tres meses en Estados Unidos. Si bien no es el único destino -algunas también tienen programas para España, Irlanda y Canadá-, es el más elegido por los jóvenes argentinos que aspiran a tener una experiencia laboral en otro país y, sobre todo, perfeccionar su dominio del inglés.
Los viajeros son contratados por empresas, la mayoría prestadoras de servicios en centros de ski, para trabajar durante la temporada invernal (el verano local). El principal requisito para obtener la visa es ser estudiante de una carrera terciaria o universitaria, pero también tener un buen nivel de inglés.
Como después pueden quedarse hasta un mes más, muchos de los que viajan con este programa eligen conocer otros destinos luego de completar el contrato, pero también hay quienes optan por traer tecnología y otros bienes, o, incluso, ahorrar para poder recuperar parte de lo invertido. Lo cierto es que cada vez son más los jóvenes mendocinos que se suman a esta tendencia, al punto que viajan con amigos, y hay quienes repiten la experiencia.
Ganar en dólares
Macarena Perez Guerrero (20) está planeando irse en diciembre a Vermont, un estado ubicado en el noreste de Estados Unidos, cerca de Nueva York. Su objetivo es trabajar durante tres meses en un restaurante en un centro de ski, para poder ahorrar dinero y tener una experiencia laboral en el país del norte.
Cuenta que, en 2021, ya se fue de intercambio a otro estado del norte, pero de la costa oeste: Oregon. Hace un par de años, todavía estudiaba en la secundaria y tuvo la posibilidad de convivir con una familia norteamericana y asistir a un colegio (también durante tres meses). Considera que este primer viaje le dio herramientas para poder tener otro tipo de vivencia, ya laboral.
Como la mayoría de los jóvenes que participan de esta experiencia de Work & Travel, no estudia una carrera vinculada a la gastronomía, sino que cursa el segundo año de Comunicación Digital en la Universidad Católica Argentina. Pero plantea que ya conoce un poco la cultura estadounidense y le gustaría tener la experiencia de trabajar allá y contar con sus propios ingresos. Además, entiende que es el momento para hacerlo, porque, por ser Work & Travel, cuando termine su carrera ya no podrá participar. Y, como va a estar de vacaciones, no le interrumpe el cursado.
Macarena comenta que, en su círculo de amigos y conocidos, irse unos meses a trabajar a Estados Unidos se ha convertido en algo común, al punto que, si bien ella se va sola, son varios los que organizan para irse con amigos, lo que facilita una parte importante del viaje, ya que no se extraña tanto.
A ella misma, reconoce, le costó bastante el primer mes en Estados Unidos, cuando estuvo de intercambio estudiantil, porque adaptarse a otra cultura no es sencillo. Y ella no contaba con la dificultad del idioma, porque estudió inglés en un instituto aparte del colegio y no tuvo problemas para entenderlo ni hablarlo. De todos modos, resalta que vivir allá le permitió empezar a hablar como nativa. Por otra parte, siguió en contacto con la familia que la alojó, quienes la tomaron “como una más”.
Considera que muchos jóvenes optan por irse por la situación económica, porque se gana bien, en dólares, un monto que “no hay manera de ganar” en el país. Pero también, porque es una tendencia. La mayoría, señala, se va a Vail, un centro de ski muy grande en Colorado, pero el destino elegido por ella es más raro.
Y, a diferencia de lo que hacen otros, ella viaja sola, por lo que está enfocada en trabajar. “Justo estaba hablando con mi papá que mi idea es no gastarme todo. Incluso, ver si puedo tener un segundo trabajo (aclara que legal). Así que, si puedo, me gustaría traerme plata”, detalla y aclara que sabe que mucha gente prefiere volver con el último iPhone o cosas que no se van a comprar en otro momento de su vida. Aunque también se entusiasma con la posibilidad de conocer gente de otros lugares.
Negocio que crece
Gonzalo Argés, quien creó Enjoy Work & Travel hace 17 años, y que ha facilitado que 6 mil personas hayan tenido esta vivencia, cuenta que la demanda de este programa existe hace tiempo, pero en los últimos años ha crecido mucho por dos razones: la necesidad de tener un buen nivel de inglés y la importancia que se le da a haber tenido una experiencia en el exterior, ya sea laboral o un intercambio escolar o universitario. Y esto, resalta, es algo que suma, independientemente de la carrera que se estudie.
Argés, quien él mismo viajó a Hawaii tres años seguidos cuando era estudiante, detalla que esta propuesta del Gobierno estadounidense nació para proveer personal a los más de 150 centros de ski en el país, con mano de obra joven -resalta que no barata, porque se les paga lo mismo que a un ciudadano-, que no se puede cubrir con personas del lugar. Como esta necesidad fue creciendo, se amplió a otros rubros. De hecho, él integró una de las primeras camadas en viajar a las islas, donde trabajó en un restaurante de un hotel, y hoy también es un destino Orlando, con los parques de Sea World.
Pero el otro objetivo es que los futuros líderes, además de tener una experiencia laboral, puedan alcanzar una idea más cercana de Estados Unidos, porque se entiende que no es lo mismo visitar el país como turista, que haber residido y trabajado durante tres meses. Suma que también se da un intercambio con otros participantes y que todavía conserva amigos de Paraguay y Brasil que conoció en el viaje.
Los requisitos para participar son: ser estudiante universitario o terciario, tener entre 18 y 28 años, y un nivel de inglés intermedio. El programa, explica, tiene un cupo anual de 200 mil participantes, de los que a Argentina le tocan unos 5 mil puestos (años atrás eran 3.500). Se viaja desde diciembre a marzo, para que no interfiera con el cursado en la facultad.
En cuanto a los trabajos, hay gran variedad y el puesto que se consigue está determinado, en gran medida, por el nivel de inglés. En los centros de ski, hay opciones como instructor, en la venta de tickets, en los negocios de alquiler de equipos, en los restaurantes de los hoteles. Y en los parques de Orlando (Florida), en los puestos de comida o brindando información de seguridad en las atracciones, entre otros.
En general, se trabaja cinco días a la semana y se descansan dos, lo que da opción de pasear por sitios cercanos durante esas jornadas. De todos modos, al terminar el contrato, el viajero se puede quedar un mes más -es el tiempo que habilita la visa- y Argés señala que la mayoría se toma unos diez días para visitar otros lugares de Estados Unidos.
Explica que la mayor oferta está en los centros de ski, porque hay quince estados que tienen parques de nieve y cada uno contrata un buen número de trabajadores de temporada. Cada agencia, detalla, trabaja con diferentes sponsors (empresas que contratan a los jóvenes) y tiene un cierto número de cupos.
En los últimos años, acota, Enjoy Work & Travel los ha completado. Y 2023 no ha sido la excepción. Argés expresó que el programa no ha variado mucho su precio en dólares y se puede ir pagando a lo largo del año. La inversión, entre aéreos, programa y visa, ronda los US$ 3.500 a 4.000. Con el salario se puede llegar a recuperar este monto, ya que la hora se paga entre US$ 10 y 15 y se trabaja de 35 a 40 horas semanales, lo que arroja un ingreso mensual de US$ 1.400 a 2.400 (el promedio es de US$ 1.500 a 1.700). Se debe considerar que, de ese total, se debe destinar unos US$ 700 a 800 para alojamiento y comida.
De todos modos, resalta que, si bien la mayoría vuelve con algo de dinero ahorrado, todo depende del objetivo que se fija cada uno para el viaje. Pero lo fundamental es el aprendizaje de otra cultura. A modo de ejemplo, cuenta que, cuando cobró su primer cheque allá (en general, se cobra cada 15 días), esperaba recibir US$ 800, pero le entregaron US$ 950.
Cuando le consultó a un compañero el motivo, le detalló que un día había trabajado 6 horas y 22 minutos, otro 6 horas y 44 minutos, y la suma de todos esos excedentes había hecho crecer el importe final. “Es una cultura del trabajo. Lo que trabajás, lo cobrás. Y lo que cobrás, te alcanza para pagar tus gastos y comprar cosas, aunque se trata de trabajos iniciales o base”, cuenta.
Añade que ha hablado con muchos papás que deciden que sus hijos tengan esta experiencia y le comentan que tienen la ciudadanía europea y el programa es una especie de prueba piloto para ver si podrían vivir en el exterior en un futuro. Además, siempre es un punto a favor en cualquier currículum, independientemente del puesto para el que se aplique (y el que se haya ocupado durante el Work & Travel).
Cambio de rumbo
Aunque la mayoría de los jóvenes participan del programa para tener una experiencia de vida enriquecedora, la vivencia puede llevarlos a explorar otras opciones. Marcelo Calderón (26) estuvo por primera vez en un Work & Travel en 2019-2020. Recuerda que le anticiparon la finalización del contrato por la pandemia y tuvo dificultades para volver al país, porque no se conseguían vuelos. Pero logró hacerlo, después de algunas demoras (cree que fue el último avión que llegó a Mendoza antes del cierre de los aeropuertos).
Trabajó, cuenta, en el centro de ski Boreal, en Tahoe (California), y volvió al mismo lugar en 2021-2022, mientras que en 2022-2023 optó por el parque de nieve en Vail (Colorado). Desde que estaba en el colegio, siempre tuvo la inquietud de conocer Estados Unidos y cuando estaba por terminar el secundario se enteró de esta posibilidad, pero la familia no podía afrontar el pago.
Como siempre le gustó ser independiente, mientras estudiaba Periodismo en la Universidad Juan Agustín Maza trabajó en distintos rubros, sobre todo en gastronomía. Y cuando llegó al último año de la carrera, como ser estudiante es un requisito para participar del programa, comprendió que se le acababan las chances. Él tenía dinero ahorrado y sus padres le ayudaron con lo que le faltaba.
Es que, para los mendocinos, detalla, había un par de complicaciones adicionales: las ferias de trabajo se realizaban de modo presencial -hoy, virtual- en Buenos Aires y, además, el Consulado de Estados Unidos, donde se tramita la visa, también se encuentra allá. Por lo que, al costo, había que sumar dos viajes y dos estadías (en la actualidad, sólo uno).
Sobre la búsqueda de un empleador, Marcelo explicó que la agencia gestiona la entrevista con los centros de ski (dan tres opciones para elegir) y los reclutadores definen si uno es apto para el puesto para el que está aplicando, en especial, por el nivel de inglés. Pese a eso, resalta que no conoce a nadie que se haya quedado fuera, pero que sí puede suceder que se consiga otro trabajo y no el que uno eligió.
Como ha ido más de una vez, conoció Las Vegas, San Francisco, Los Ángeles, Hawaii y Miami. Algunos paseos, más cercanos, los hacía durante el fin de semana, o acumulaba francos para tener un par de días adicionales, mientras los más lejanos, una vez que terminaba el contrato. De todos modos, reconoce que el primer año sólo ahorró el dinero necesario para devolverle a sus padres lo que le habían prestado y el resto lo destinó a conocer lo más posible.
El segundo viaje, detalla, lo pudo hacer porque tuvo “dos últimos años en la facultad”, ya que decidió continuar con la Licenciatura en Comunicación Social. Y este año ya viajó con otra visa, diferente a la de Work & Travel, que también es para trabajar por temporada, pero no tienen como requisito ser estudiante, sino que una empresa estadounidense lo contrate. También cambió su foco: ya ahorró bastante y no viajó mucho.
Marcelo cuenta que el año pasado, cuando volvió de Estados Unidos, decidió buscar trabajo como periodista, pero no encontró muchas opciones y le ofrecían “pagarle” con experiencia. Justo vio un anuncio de trabajo en Las Leñas y decidió probar, porque le encantan la montaña y la nieve. Lo cierto es que ahora pasa una parte del año en el sur mendocino y otra en Estados Unidos -ya está tramitando la visa para noviembre-, y tomó un curso para ser instructor de snowboard (aunque en el norte trabaja en un rental, donde atiende al público y realiza reparaciones de equipos).
“El nivel de inglés crece ampliamente, porque estás la mayor parte del tiempo hablando ese idioma. Y hoy es clave para cualquiera, independientemente de la profesión que elijas. Aunque parezca un lugar común, viajar sí te abre la cabeza. Y más cuando te vas solo. Te ayuda a independizarte y a madurar”, resume sobre lo ganado con la experiencia.
Crecimiento
Denise Manzano, representante en Cuyo de WeUSA, coincide en que viajar para trabajar no es algo nuevo. Ella lo hizo en 2008-2009 y fue la última de la familia. Pero sí señala que ahora es más común, porque las redes sociales han permitido que los jóvenes conozcan de este programa y no sea como antes, que irse a Estados Unidos era “animarse”, ya que no había mucha información.
Por otro lado, consideró que están entendiendo todo lo que ganan al participar y que esta ganancia no es económica -aunque resulta un incentivo adicional para muchos-, sino el intercambio cultural. Detalla que el Gobierno de Estados Unidos desarrolló esta visa J1 para darle a jóvenes de otras partes del mundo la posibilidad de sustentarse y conocer a fondo la cultura estadounidense. Al punto que los sponsors deben organizar actividades culturales una vez al mes.
Si bien el Estado creó la visa, delega la administración a otras organizaciones y establece un número de cupos. Estas entidades tienen presencia local a través de agencias, que son las encargadas de informar los requisitos del programa y acompañar a los participantes en todo el proceso, incluido los trámites que deben realizar al llegar al país del norte.
La página de la Embajada de Estados Unidos presenta una lista de agencias que participan del programa Summer Work & Travel, sólo a título informativo de cuáles son las que están autorizadas. Es importante asegurarse de que se trata de empresas que efectivamente trabajan de modo legal. Tres de ellas son de Mendoza o tienen oficinas o representantes en la provincia.
Manzano suma que lo más interesante es cómo crecen los participantes, más allá de que el trabajo que realicen se vincule o no con lo que están estudiando. Es que suelen ser contratados por empresas muy grandes y aprenden cómo están organizadas, lo que les brinda herramientas que se valoran después, durante el ejercicio profesional, como capacidad de adaptación.
Acota que enfrentan varios desafíos también porque, en general, deben despertarse a las 6, para tomarse el colectivo a las 7 y marcar tarjeta 7.30. En este sentido, el sistema es muy estricto y se dan cuenta que deben esforzarse por cumplir.
Pero como los que viajan junto con los argentinos son estudiantes universitarios de toda Latinoamérica, se trata de una experiencia enriquecedora. El crecimiento también es personal, porque deben organizarse para las tareas hogareñas, hacer las compras, etcétera. Y, aunque se exige un nivel de inglés de intermedio a avanzado, los tres meses aportan fluidez al hablar el idioma.
En comparación con un posgrado, cuyo costo parte de los US$ 10 mil -y para acceder a la visa se pide demostrar otros US$ 15 mil necesarios para sostenerse mientras se estudia-, esta experiencia demanda una inversión de unos US$ 3 mil. Y, como trabajan, los jóvenes pueden recuperar lo invertido (y pasear). En ese sentido, es mucho más accesible.
Pero Manzano indica que no son experiencias comparables, ya que se trata de otro tipo de aprendizaje, de “manos la obra”, que es bastante común en Mendoza para los estudiantes de enología, que viajan a Estados Unidos, Francia, Australia y Nueva Zelanda, a aprender cómo es la vendimia en otras partes del mundo.