En junio, los trabajadores formales habían tenido una caída del 6% interanual en sus salarios. En cambio, los informales, que representan alrededor del 45% de la fuerza laboral total en Argentina, tenían una disminución del 30% en comparación con el mismo mes de 2023.
Un informe elaborado por la Fundación Mediterránea refleja que el mercado laboral argentino se caracteriza por una profunda dualidad: mientras los trabajadores formales han mantenido una capacidad de negociación relativa, los trabajadores informales y cuentapropistas enfrentan condiciones de creciente precarización.
En el primer semestre, comparando el nivel de junio de 2024 con el de diciembre de 2023, quienes tienen un trabajo registrado alcanzaron una recuperación del 8% de sus ingresos, asociada a las negociaciones paritarias, particularmente en sectores con mayor poder sindical. Si bien este repunte es positivo, la mejora es desigual, ya que muchos gremios no lograron acordar aumentos que compensen completamente la inflación acumulada.
Por otro lado, los salarios reales de los trabajadores informales perdieron un 5% de poder adquisitivo solo en el primer semestre de 2024. Se debe tener en cuenta que, en este caso, a la ausencia de negociación colectiva se le suma la falta de protección social, lo que amplía la brecha entre ambos sectores.
Causas
El documento, elaborado por Laura Caullo, investigadora responsable del Área de Empleo y Política Social de la Fundación Mediterránea, señala que el mal funcionamiento del mercado laboral es resultado de múltiples factores, entre ellos el estancamiento de la producción.
“Con un PBI prácticamente constante durante la última década, es previsible que no se generen empleos de calidad. Sin embargo, otro factor relevante es el diseño inadecuado de las reglas laborales. Las regulaciones laborales ineficientes impactan negativamente en dos frentes: desincentivan la inversión y la producción, y obstaculizan la contratación de nuevos trabajadores”, plantea.
Esto significa que, con mejores instituciones laborales, habría más incentivos para invertir, producir y generar empleos de calidad, incluso en contextos de bajo crecimiento económico.
Reforma laboral
La reforma laboral se inserta en este contexto de desigualdad estructural, buscando promover un marco regulatorio más flexible y adaptado a las necesidades de las empresas, con el objetivo de generar empleo formal y de calidad, que está estancado desde hace más de una década. “No obstante, será clave evaluar si estas reformas son suficientes para integrar a los trabajadores informales en el mercado formal”, advierte el informe.
Entre las disposiciones más importantes que contiene la reglamentación se destaca la derogación de todas las disposiciones que agravan la indemnización por despido, volviendo a la fórmula original de la Ley de Contrato de Trabajo: un salario por mes de antigüedad, sin ningún recargo adicional.
En caso de incumplimiento en la registración laboral, el Estado (a través de la AFIP) se encargará de las sanciones, y los fondos recaudados se destinarán a la seguridad social.
También se introduce la posibilidad de reemplazar la indemnización por un fondo de cese mediante convenio colectivo y se habilita la contratación por parte de empleadores de seguros privados que les cubra la contingencia del pago de la indemnización por despido cuando no esté contemplado en su sector un fondo de cese.
Además, el período de prueba se extiende de 3 a 6 meses, con la posibilidad de ampliar a un año en empresas pequeñas. Esta flexibilización busca corregir distorsiones que frenan la inversión y la generación de empleo.
No obstante, el alcance de la reforma es limitado. No aborda temas clave como la ultra-actividad de los convenios colectivos o los aportes sindicales coercitivos, ni permite el desenganche de los convenios centralizados, lo que podría generar un mayor dinamismo en el mercado laboral.
Caullo considera que, a pesar de estas limitaciones, “la reforma representa un paso hacia la corrección de las instituciones laborales, aunque insuficiente para cerrar la brecha entre el sistema actual y lo que se requiere para generar empleo de calidad a gran escala”.
“Uno de los grandes desafíos del mercado laboral argentino es mejorar la productividad. Aunque a corto plazo, la reforma puede aliviar algunas tensiones, los aumentos sostenidos en los ingresos dependerán de un incremento en la productividad de las empresas y la economía en su conjunto. Hasta ahora, los ajustes salariales han sido impulsados por la inflación, pero sin mejoras significativas en la productividad total de los factores, no es posible garantizar una mejora duradera en los salarios reales”, concluyó.