Si bien hace unos años podía sonar como una idea exagerada, la discusión por la posibilidad de dolarizar la economía argentina viene ganando peso entre sectores empresariales, políticos y académicos. La idea suena tentadora a los efectos de frenar la inflación en poco tiempo, pero (además de la dificultad para lograrlo) con esta medida el país podría estar comprando varios problemas a mediano plazo.
La propuesta de dolarizar la economía no es nueva, señalando como ejemplos países de la región como Ecuador o Panamá que utilizan esa moneda. Los malos recuerdos locales después de la convertibilidad en los años 90′ han mantenido alejada esa posibilidad, sin embargo, la inflación ocupa el primer puesto en varias mediciones de preocupación ciudadana y, mientras eso crece, también aumenta el visto bueno hacia una dolarización.
Muchos pueden identificar esa propuesta en la voz de Javier Milei, el economista libertario que ahora es diputado nacional por CABA. De todos modos, no es el único con ese planteo: el diputado nacional Alejandro Cacace (San Luis) de la UCR presentó a fines de marzo un proyecto de ley para impulsar la “dolarización oficial” de Argentina, un proyecto que dividió aguas incluso dentro de Juntos por el Cambio.
A la hora de consultar a economistas locales, Sebastián Laza, asesor del Ministerio de Economía de Mendoza, respondió que “la dolarización es una medida extrema” y que no es necesario llegar a ese punto para controlar la inflación. “Lo que se necesita es hacer un plan de estabilización creíble, con metas fiscales y monetarias sustentables en el tiempo, que de alguna manera lleven la emisión monetaria y la deuda pública a niveles sostenibles”, detalló.
Para el asesor del Ministerio de Economía, antes que pensar en dolarizar, sería mejor “llevar todas las variables fiscales y monetarias dentro de una lógica sustentable y racional, como lo hacen la mayoría de los países del mundo”. De ese modo, se empezaría a estabilizar la macroeconomía, el peso tendría una mayor demanda y seguiría siendo útil para la economía argentina.
“Nosotros no creemos que haya que llegar a la situación extrema de directamente dolarizar. Aparte, hay muy pocas reservas para dolarizar, el país tendría que salir a tomar préstamos en dólares para que haya mayor cantidad”, describió Laza. Si no, con las pocas reservas que hay, la conversión se haría a un tipo de cambio muy alto, lo que implicaría una devaluación muy fuerte previa a la dolarización.
Las dificultades de dolarizar
El debate involucra también al ámbito académico y la Facultad de Ciencias Económicas de la UNCuyo realizó el viernes 27 de mayo un encuentro sobre el tema. Participaron egresados de esa casa de estudios, como los economistas Gustavo Reyes, Rodrigo González y Claudio Loser, con la moderación de Juan Antonio Zapata. Allí se planteó si la dolarización es útil para bajar la inflación, si soluciona problemas estructurales y cuáles son sus ventajas y desventajas.
El primero en tomar la palabra fue Gustavo Reyes, economista del IERAL Mendoza. Él mencionó tres requisitos para que un país utilice la moneda de otro: ciclos económicos sincronizados, mercados laborales integrados y transferencias intergubernamentales. Ninguno de ellos se da en la relación entre Argentina y EE. UU.
“Si no se cumple ninguno de los tres requisitos, ¿en qué se sustenta el entusiasmo por la dolarización? En que a principios de los 90, después de la hiperinflación, con la convertibilidad cayó la inflación y por eso la idea ahora retoma popularidad”, afirmó Reyes. Incluso, si la próxima medición de inflación bajara a 5 %, igual habría un 80% de inflación anual.
Además de la baja abrupta en la inflación, sobre todo en los bienes transables (no de los servicios), otras ventajas en el corto plazo son que, si desaparece la moneda nacional, desaparece el riesgo cambiario y el temor de una devaluación abrupta. En algunos países que se dolarizaron, también bajó la prima de riesgo del país y por ende la tasa de interés.
En cuanto a los costos, Reyes empezó señalando a los de mediano plazo: el Banco Central no podría financiar a los bancos con emisión monetaria, se reduciría la capacidad para amortizar el impacto de shocks externos -como una baja abrupta del precio de exportaciones- y que una recesión implicaría una deflación (caída de precios) con un menor nivel de ventas.
El costo a corto plazo es la dificultad para hacer una dolarización, el llamado “Start Up”: tener los dólares necesarios para cambiar los pesos circulantes y los pasivos monetarios del BCRA. En base al dólar mayorista, el total necesario suma US$ 79.000 millones; si se piensa en un dólar a $400 serían necesarios US$ 23.000 millones. ¿Cuánto tiene el BCRA? Menos de US$ 2.000 millones propios (restando encajes de cajas de ahorro y yuanes, entre otros).
En sus conclusiones, Reyes señaló que la dolarización “no necesariamente potencia el crecimiento ni garantiza el fin de los problemas fiscales”. Incluso, para hacerlo se requieren la mismas reformas que cualquier otro plan (y con una instrumentación más rápida), además de las dificultades para conseguir los dólares o para licuar los pasivos del BCRA.
Solucionar temas pendientes
A mediados de abril, diputados nacionales de Juntos por el Cambio (Luciano Laspina, Martín Tetaz y Wado Wolff) se unieron con otros “libertarios” (José Luis Espert y Ricardo López Murphy) para presentar un proyecto de ley que permita hacer contratos en dólares y cobrar deudas en dólares. Hoy se hacen contratos en esa moneda, pero quieren evitar que, en caso de problemas judiciales, se puede pesificar esa deuda a valor de dólar oficial.
Esa presentación fue un ejemplo que dio Rodrigo González para ilustrar cómo la dolarización gana peso en la agenda pública. En relación a la factibilidad, coincidió con su colega Reyes en que son pocas las reservas propias del BCRA y que “no sería nada razonable el tipo de cambio que surgiría de confrontar todos los pesos que ha emitido el Banco Central”, recordando que hoy “las leliqs y los pases (del BCRA) son casi un 150% de la base monetaria”.
Para González la situación actual no es propicia para la dolarización, aunque si se diera una hiperinflación el tema tomaría más carácter a nivel técnico. Al hablar de ventajas, el economista reiteró la acelerada reducción de la inflación, más el aumento de confianza y credibilidad, y afirmó que “no hay nada más empobrecedor que la inflación”.
En relación a las desventajas, una dolarización o convertibilidad exige mayor prudencia fiscal que cualquier otro plan, porque los mercados de crédito son muy sensibles a países dolarizados o que no pueden manejar su política monetaria. “Esto lo vimos en Ecuador, que aun estando dolarizado tuvo crisis de riesgo país en 2008, 2016 y 2020, con niveles superiores a los 1.500 puntos. Tuvo que reestructurar dos veces su deuda”, detalló González.
El economista recordó que Argentina y Mendoza están más integradas a América Latina que a EE. UU. “Si sacamos soja, el 60% de las exportaciones argentinas van a la región, y casi la mitad de las exportaciones de Mendoza van a Latinoamérica. Los servicios de turismo también están fuertemente conectados con la región”, explicó. Si los países vecinos devalúan y Argentina no, cae la competitividad nacional a la hora de exportar.
“Muchas veces, las ventajas terminan siendo más que compensados por los contras, así que es difícil establecer cuál es la situación más ventajosa”, apuntó González, para quien antes habría que abordar otros temas pendientes, como establecer un programa creíble de estabilización y de reformas estructurales. “En mi opinión, muy posiblemente esto haga que la discusión de dolarizar pierda sentido, porque las condiciones van a ser otras”, concluyó el economista.
Disciplina fiscal
El último en tomar la palabra fue Claudio Loser, que hace 50 años vive en EE. UU. y que fue director del FMI para el hemisferio occidental entre 1994 y 2002. A través de videollamada, se sumó al encuentro de la UNCuyo y comenzó presentando un listado de países que han adoptado el dólar, como El Salvador o Zimbawe (en general, países con economías pequeñas).
Acto seguido, enumeró algunas condiciones generales para la mantener la dolarización: la eliminación efectiva del Banco Central (salvo como intermediario), un sistema bancario en moneda extranjera, financiamiento del gobierno en dólares y un sistema bancario sujeto a términos de calidad internacionales, compitiendo con bancos estadounidenses.
Si bien se podría mencionar a la zona euro como un ejemplo de países que comparten la misma moneda, Loser recordó que no se puede pensar en esto para Argentina con el dólar porque no hay una integración con EE. UU. Además, coincidió con sus colegas en que “se requieren dólares para sustituir el efectivo” y que eso representa una traba a la idea.
De todos modos, para este ex funcionario del FMI, el problema de Argentina no está tanto en la moneda que use, sino en la disciplina en sus cuentas: “La convertibilidad hasta 2001 dio estabilidad, pero el sistema se quebró por la indisciplina fiscal. Si no hay disciplina fiscal, el sistema no funciona ni con dólares”.
En ese sentido, el economista aseguró que “el resultado fiscal es lo que lleva a la Argentina a los problemas que tenemos” y señaló como llamativo que muchos argentinos tengan ahorros en dólares por la falta de confianza en las políticas económicas del país.
En sus consideraciones finales, Loser comentó que si hay un acuerdo interno se podría corregir el déficit en forma sostenida, aunque lo ve poco probable. Una dolarización requeriría de un cambio total de formación de precios y salarios, además de un período de ajuste importante. Sin embargo, en su visión “Argentina es una economía demasiado grande y diversa como para tener un tipo de cambio fijo verdadero”.