Mientras algunos comerciantes esperan, un año y medio después del incendio de la Feria Persa, por una mudanza inminente, trabajando en forma transitoria en el boulevard de avenida Mitre, entre Godoy Cruz y General Paz, sostienen que pronto abrirá una nueva galería comercial, en Patricias Mendocinas, a un par de cuadras de allí. Una estructura junto al portón del Centro Valenciano.
En ese sector de la Ciudad, que limita con la vereda Norte de avenida Las Heras, el ritmo de las ventas mezcla clientes que buscan el menor precio con el deseo de los micro emprendedores, que en la compra-venta de artículos por docena encuentran una oportunidad de subsistencia.
Allí la mercadería tiene una exposición explicita, desborda los espacios abiertos, se ordena de forma aleatoria, entre escaleras hechas de perchas, sin vidrieras. Algunos lugares tienen una secreta reminiscencia a los bazares de los cuentos del Medio Oriente, pero con sus sonidos propios: murmullos, precios y regateos, y una música repetitiva.
A lo largo de ocho cuadras lineales y sus inmediaciones, la vida comercial -más allá de la realidad económica- tiene altibajos.
Ser diferentes para atraer
Facundo Valenzuela, de 24 años, ha transformado su pasión por el comercio en una prometedora carrera. Si bien se inició trabajando en ferias, hace un año y medio comenzó a vender zapatillas de manera digital a través de WhatsApp.
Desde entonces, ha sabido aprovechar las herramientas digitales para escalar su negocio y cuenta con un local físico en una galería comercial sobre avenida Godoy Cruz. Facundo, que tiene 23.000 seguidores en Instagram, destacó que la creatividad y constancia son herramientas para progresar.
Para posicionarse en redes sociales, Valenzuela usa estrategias frescas, publicando vídeos en los que muestra sus productos en acción y ofrece sorteos especiales en fechas clave como Día de la Madre y Navidad. Este contenido le ha permitido atraer a un público diverso, además de fidelizar a sus clientes que “vienen hasta la tienda para retirar sus compras”.
Antes de abrir su propio local, Facundo se dedicaba a la venta en ferias populares como las de El Algarrobal y Ugarteche, lo que le dio experiencia en el trato con el cliente. “Desde los 13 años estuve trabajando en ferias y eso me enseñó sobre cómo destacar, cómo animarse a ser diferente”, comenta a Los Andes. Una experiencia que le enseñó que a diferenciarse en un mercado cada vez más saturado de ofertas, buscando llamar la atención del cliente con un toque distintivo.
Del campo al comercio
Al otro extremo de la calle, en una tienda de artículos al por mayor y menos, Mario Mondocorre (26) atiende al público. Su cuenta de TikTok, creada hace sólo dos meses, ya cuenta con 20.000 seguidores, que alcanzó de manera orgánica. Esta plataforma le ha permitido exponer su marca a un público más amplio y diversificar a sus clientes.
“TikTok fue clave para darnos a conocer más rápido. Ahí la gente puede ver nuestros productos y conocer nuestro estilo”, explica. Además, ante la demanda generada por sus publicaciones en las redes, hace dos meses Mario decidió abrir un local físico donde los clientes también puedan ver los productos que ofrece y realizar compras presenciales.
Pero no se trata sólo de ampliar canales de venta para Mario, quien trabajaba un campo en Luján de Cuyo. “Ofrezco productos accesibles para que, con poco dinero, otras personas puedan iniciar su propio negocio”, aclara.
La gente lleva lo necesario
Pasado en mediodía, en horas de la siesta, el rigor de la demanda entra en pausa por algunos momentos. En un local de relojes y joyería de fantasía, David, un vendedor de origen africano, de casi 30 años, en un español de una puntillosa claridad le da la bienvenida a los clientes. En la veredas, en tanto, los primeros calores son como los de Comala.
A una cuadra, en una galería que tiene un nivel superior que aún está en construcción, Juana cuenta su lucha diaria para atraer clientes en medio de la crisis económica. “La gente busca ropa de buena calidad y barata, pero no tienen plata; ni con ofertas compran. No hay plata”, resume. La falta de dinero y la competencia en la zona complican su desarrollo.
Por el contrario, Exequiel, vendedor en una zapatería tradicional, relata que las ventas ahora han caído porque es fin de mes. Dice que durante un día normal pueden vender cerca de 80 pares en ese local y que durante los fines de semana este número puede ser aún más alto. “Por ejemplo, en el caso de zapatos de fiesta, la gente viene pregunta precios y compara, pero en otros artículos, como las ojotas, entra ve la oferta y si le conviene se las lleva”, concluye.
“A media mañana, entre semana, o después de las seis de la tarde es cuando más viene la gente”, dice Jimena, una de las despachantes de mercadería en un local de artículos de blanco y de lencería femenina. “La gente viene y se lleva lo más barato, lo que realmente necesita”, concluye.