En los últimos meses, la propuesta de dolarizar la economía argentina volvió a cobrar fuerza hasta convertirse en un tema de agenda. Pero, ¿es la solución a los problemas económicos que padece nuestro país?
Dolarizar implica aceptar que Argentina deja de ser un país independiente en lo económico y sus variables monetarias seguirían los ciclos de la economía de los EE UU y las políticas de la Reserva Federal.
Quién rechace esta conclusión estaría desconociendo los costos que tal situación implica. La determinación foránea de las variables monetarias y económicas podría coincidir o no con el ciclo de nuestra economía o, lo que es aún peor, podría entrar en abierta contradicción con las necesidades de la misma.
Cuando se propone dolarizar sin especificar como se dará solución a los múltiples problemas prácticos que esa medida conlleva, lo que se hace es convertir los presuntos beneficios de la misma en una cuestión perteneciente al terreno de la magia.
Para señalar algunos de los temas para los que no hay propuestas ni soluciones:
Cuando se dolariza los bienes transables, los que se comercializan con el exterior, seguirán las pautas de los precios internacionales, más o menos como pasa actualmente. Pero los no transables, aquellos que no tienen vínculo comercial con el exterior, no tienen por qué seguir la misma escala de precios internacionales. Ya hemos vivido situaciones en las cuales los precios transables se han mantenido ordenados con los precios internacionales; pero los no transables, los de los servicios, se dispararon por tener inflación en dólares.
La inflación en dólares de los no transables termina perjudicando a los exportables y a los importables porque significa aumentos de costos internos. Esto lleva a un ajuste en el nivel de actividad económica, es decir, a la recesión.
El Banco Central tiene que rescatar los pesos que circulan en la economía. La relación entre sus reservas actuales y la moneda emitida da una idea de cuál sería la paridad de cambio. Si solo tomamos las reservas y la base monetaria esa relación estaría hoy, más o menos, en 700 o 750 pesos por dólar, lo cual implica una baja extraordinaria en todas las variables económicas.
También hay que transformar en dólares los préstamos del sistema financiero que se están dando en pesos, por lo que debemos preguntarnos ¿de dónde saldrán los dólares para apalancar la conversión de esos préstamos?
Todavía hay un problema mucho más serio, el sistema financiero vive de los depósitos y de los préstamos que otorga. Si no hay dólares suficientes no tendrá reserva suficiente para prestar, por lo que caerá drásticamente el financiamiento.
El sistema financiero presta de acuerdo al encaje que le asigna el Banco Central. Si el sistema financiero puede prestar el 100% y no más que eso, es decir que no tiene un encaje fraccionario, los créditos al sector privado caerán generando también una situación de recesión insostenible.
Al no estar aseguradas las condiciones de liquidez como para que funcione fluidamente la economía, empezarán a aparecer cuasimonedas, como los patacones en su momento, que serían aceptados por la necesidad de la gente y las empresas de poder transar. Es decir que vamos a tener una moneda como el dólar, pero al mismo tiempo una multitud de cuasimonedas.
Argentina tiene un conjunto de problemas, cada uno de ellos con la misma magnitud y trascendencia. Lo que requiere es un plan global, que enfrente todos los problemas al mismo tiempo. Solo así se pondría al país en un sendero de desarrollo con estabilidad de precios.
*El autor de la nota es economista. Presidente del Consejo de Empresarios Nacionales. Presidente del Foro para una Nueva Política Industrial. Ex secretario de Comercio