En un país tan loco como Argentina puede ocurrir de todo. Imaginémonos llegar a un escenario no deseado, con próximos dos años de malaria, sin frenar la inflación, y manteniendo el cepo cambiario, con una brecha dólar que continuaría alta. Ojalá nunca ocurra. La pregunta es ¿qué haríamos? Quejarnos, emigrar a otro país, o lo mejor, votar. Mientras tanto, ¿qué se podría hacer? Plantearemos estrategias y comportamientos que se estilan seguir en este tipo de entornos, varias veces vividas en nuestro país.
Comencemos con las ventas. Con un mercado interno empobrecido y con un gobierno con problemas financieros, claramente el objetivo sería el mundo, con mayores ingresos que los nuestros. En la economía de conocimiento, hace diez años, el salario de un trabajador informático en EEUU era cuatro veces el de un argentino, y ahora esa diferencia es de ocho veces.
Sin embargo, un problema es la brecha cambiaria. El exportador cobra un dólar más barato (un centenar de pesos), cuando podría estar recibiendo casi el doble. El ingenio argentino ha encontrado varios mecanismos para cobrar un dólar más caro, aunque no es tan sencillo como parece. Está claro quién paga más, la clave es cómo cobrar mejor.
No se esperaría que el dólar oficial se rezague demasiado con respecto a la inflación, porque si no, el gobierno podría quedarse escaso en divisas. Ese punto es relevante a la hora de pensar en exportaciones, a pesar de la brecha.
Cambiando de rubro, el mercado externo no es para todos. La mayoría, especialmente pymes, vende en el mercado interno. Un problema sería si la población no lograra mejorar su poder de compra, ni el nivel de empleo.
Si se va a vender lo mismo, el objetivo sería ganar mercado, y no perder clientes. La competencia puede ser mayor, y por ende se debe buscar formas para conseguir más compradores. En este sentido, la pandemia intensificó el uso de nuevos canales de ventas, especialmente en forma virtual.
Un grupo relativamente favorecido en este contexto es aquel que sufría la competencia externa, ahora limitada al irse cerrando la economía vía el cepo. La falta de dólares implica que cada vez será más difícil importar (el problema de los tenistas que no consiguen las pelotitas para jugar).
Así, se benefician los que sustituyen esas importaciones. En este grupo, se halla parte de la industria, que aprovecha para vender a precios más altos, a costa de los consumidores nacionales. Por ejemplo, la indumentaria es uno de los rubros en que la inflación ha sido mayor en estos últimos meses.
En este mismo sentido, también está la sustitución de servicios, como el turismo receptivo. Confiemos que en el futuro regresen los visitantes extranjeros. En el interín, la clave está en los turistas argentinos, especialmente aquellos con altos ingresos, complicados por ahora para viajar a EEUU, Europa o países alejados. Se puede aprovechar la ventaja de que estos argentinos visiten nuestra provincia.
Otra línea de acción está asociada a la alta inflación, que puede generar grandes pérdidas. Por eso, cada persona o empresa busca indexar sus ingresos (que aumenten automáticamente con la inflación), no así sus gastos.
En este sentido, los servicios regulados (como electricidad y gas), tienen un problema porque cada vez será más difícil incrementar sus tarifas al ritmo de la inflación. Si los argentinos se vuelven más pobres, más pelearán por evitar esos aumentos tarifarios, generando un problema financiero de corto plazo para aquellas empresas, y uno energético de largo plazo para nosotros.
Algo similar con los créditos y las deudas. Existe la tentación de indexar los créditos a favor, e intentar licuar los pasivos, como hace el Banco Central al pagar por su deuda una tasa inferior a la inflación. Desde una perspectiva social, estos comportamientos no son deseables, porque es un juego de suma cero, uno gana y otro pierde. Pero la inflación implica perder, y se hace cuesta arriba cuando nuestros ingresos rinden cada vez menos.
Pensando en los temas financieros, la inflación constituye un impuesto a mantener dinero en el bolsillo, o en cuenta corriente y caja de ahorro en el banco. Por eso, otra estrategia es reducir la caja, utilizando instrumentos financieros que sean líquidos y rentables a la vez. No es para todos.
Aun así, los que tienen excedentes financieros tienen un problema puesto que, en este entorno de incertidumbre, sorprenden las bajas tasas de interés que pagan los plazos fijos, y otros instrumentos en pesos, como las cauciones. Eso es raro.
La explicación es que el cepo no permite a empresas y organismos comprar muchos dólares, y es costoso enviar sus fondos al exterior. Por lo tanto, están acorralados, y la opción es colocarlos en pesos. Hay bastante liquidez en este mercado de pesos, que se traduce en bajas tasas. La alternativa usual es comprar dólares, pero una mayor inestabilidad elevaría la demanda por esa moneda, haciéndola cada vez más cara. El blue está en niveles estratosféricos.
En esa situación, de alta liquidez con un dólar caro, está la opción de conseguir créditos relativamente baratos, teniendo en cuenta la alta inflación. Obviamente, no deben ser fáciles de conseguirlos, pero si lo logran, está la opción de tomarlos para un uso relevante, como adquirir stocks o una pequeña inversión real.
Concluyendo, no sabemos qué ocurrirá en los próximos dos años, luego de estas elecciones. Varios avizoran un escenario complicado. Sea como sea, igualmente hay que seguir trabajando para generar ingresos. En estas líneas hemos planteado algunas estrategias y comportamientos que se estilan seguir en contextos difíciles.
*El autor de la nota es Economista del Ieral.