A seis kilómetros de la costa marina, rodeada por increíbles campos que finalizan en el Atlántico Sur, los vinos blancos de bodega Trapiche Costa & Pampa se expresan a partir de la libertad creativa que poseen sus enólogos. “Creo que todas las variedades que hoy en día cultivamos en Chapadmalal, en mayor o menor medida, se han adaptado a nuestro clima oceánico”, sostiene Ezequiel Ortego. El mendocino, formado en la Universidad Juan Agustín Maza, es uno de los responsables de definir un estilo, una identidad, un sabor, para los vinos de una zona marcada por la influencia de los vientos marinos y la humedad.
Los Andes dialogó con el profesional que desde 2014, a pocos kilómetros de la ciudad de Mar del Plata, suma su talento a un proyecto que es pionero para la región. En la charla se indagó sobre la problemática de estos viñedos especiales, sus desafíos de trabajar frente al mar, sobre las características de esta zona inusual para el cultivo de una viña, sobre el futuro y los varietales que mejor adaptación han tenido a este clima...
-Hablemos de la cosecha, ¿cómo los han afectado las heladas tardías?
- La cosecha en Buenos Aires va a ser baja, hubo casi 10 heladas en el periodo primaveral y han provocado una merma en todas las fincas, no solo en Trapiche. El clima afectó mayoritariamente a las variedades de uva blanca, porque son las que primero brotan. Es una situación similar a la de Mendoza, porque la bajas temperaturas afectaron a todo el país en la misma fecha. Nosotros tenemos una merma aproximada del 60% en el total del volumen de uva que teníamos proyectado cosechar este año.
-¿Cuáles son las variedades que se vieron más afectados?
- Mayoritariamente nos afectó el Sauvignon Blanc y el Chardonnay.
-¿Cómo es desarrollar vinos con la influencia marítima?
- Es un desafío grande, porque tenemos un clima muy cambiante, con algunos años cálidos y otros fríos. La humedad es quien te dicta el ritmo de la cosecha y te obliga a cosechar en forma más temprana o no. A veces nos pasa todo los contrario, porque madura mucho la uva. También hay mucho riesgo de botrytis.
-El viento, ¿qué influencia tiene?
- El viento tiene sus pros y contras para el ciclo vital de la planta; es muy bueno porque nos ayuda a secar la humedad de los racimos, nos permite mantener la sanidad de una manera más natural, sin aplicar tantos fungicidas. Pero a su vez, tiene como contra, que al agitar las hojas hace que cierren sus estomas (que es un mecanismo de defensa de la planta), deja de hacer la fotosíntesis y hace que el proceso madurativo sea más lento. Al ser más lento, tenemos más riesgo de heladas, que en Chapadmalal empiezan los primeros días de abril, cuando aún nos queda un 50% de la uva por cosechar.
-Como enólogo sos un divulgador de la bodega, ¿qué desafío implica difundir el vino blanco a un público que está acostumbrado a los tintos?
-El desafío es grande porque somos grandes consumidores de Malbec, pero al estar en Chapadmalal cerca del mar tenemos algo a nuestro favor que es la gastronomía marítima, que cada vez avanza más. También juegan a favor pequeñas cosas como el consumo de sushi; hace 10 años en Mendoza nadie lo comía y es espectacular el maridaje entre sí. La gastronomía marplatense está creciendo mucho y empezó a traccionar a los vinos locales, los grandes cocineros como Patricio Nero o Francisco Rosat cuando van a cocinar fuera de Mar del Plata llevan los vinos locales para mostrarlos. Para nosotros, es algo muy bueno porque nos ha ayudado a comunicar de manera más fácil el vino.
-Si pensamos en los blancos, el Chardonnay va la cabeza. Pero ustedes tiene un porfolio de varietales más amplio. ¿Qué opinan sobre estas nuevas experiencias?
-Tratamos de empezar a pensar fuera de la caja y tratar de traer variedades nuevas. Hay muy poco Albariño en Argentina, es un varietal -de una región oceánica como lo es Galicia, en España- que trajimos en 2014 y que en ese momento lo producían Zuccardi y Las Perdices; se convirtió en la variedad estrella de la bodega y empezamos a darle difusión. Muchos críticos han empezado a valorar el Albariño argentino por más que sea como una gotita entre toda la variedad de los blancos, es un vino de 12 hectáreas en la Argentina.
Empezamos a experimentar con el Pinot blanc (tuve la oportunidad de probarlo ayer y es un varietal muy llamativo), hay menos de diez hectáreas plantadas en el país y la mayoría la tenemos nosotros, es una variedad que tiene un gran potencial.
Comenzamos a difundir el Austramio, una variedad que en Argentina no era conocida y por mi experiencia, en la zona, he visto que hay que empezar a difundir los varietales que están un poco olvidados. De hecho en Mendoza no se conocía mucho el Gewürztraminer, se ha empezado a hablar de este varietal y hay bodegas que ya han empezado a comercializarlo.
-Dentro de un grupo gigante, que se caracteriza por volumen, ustedes son una bodega boutique. ¿Esto genera ciertas libertades o ataduras a la hora de crear, o pensar en nuevas estrategias?
-Dentro del gran grupo creo que somos la bodega más libre, no tenemos un estilo de vino definido. Todos los años probamos distintas formas de hacer los vinos, con mas o menos ladera, porque tenemos el desafío de crear la identidad de una zona que aún no esta definida. Hoy somos los únicos produciendo vinos en Chapadmalal, pero ya hay dos o tres proyectos más acercándose. Tenemos por suerte la bandera de ser los primeros, de investigar y contar con 15 años de experiencia contra cualquiera que venga. Es un proyecto desafiante para Trapiche ser el impulsor de una zona nueva y en ese desafío tenemos la libertad absoluta de crear lo que consideramos conveniente.
-Hablaron de que tienen 27 hectáreas propias de producción y otras cinco a las que le compran. ¿Tienen la idea de expandir la cantidad de hectáreas plantadas?
-Tenemos un plan a corto y otro a largo plazo. En lo inmediato es aprender del clima y sus variaciones a medida que nos acercamos a la costa, como esto va a ir modificando el estilo de los vinos, porque hemos visto que una finca que esta a siete kilómetros del mar a otra que está a 1.000 metros, la diferencia es muy grande. Queremos entender en el corto plazo como influye el clima oceánico en el vino porque no hay otras experiencias similares en Argentina.
Mientras que a largo plazo, nos planteamos empezar a crecer en algunas variedades que hemos traído.Creemos que el Albariñe tiene un gran potencial, porque es una de las variedades que mejor se adapta a la costa y produce vinos de mayor calidad. También queremos seguir trayendo variedades nuevas, seguir experimentando, el año pasado plantamos Mencia, tenemos en carpeta algunas variedades de uva griega e italiana que no están en el país, queremos hacer la experiencia de traerlas y ver como se comportan.
Hoy la visión de Costa y Pampa es netamente experimental y no tan comercial, si bien nos interesa vender vino porque es nuestro negocio, el futuro está en la investigación y el desarrollo. Hay algo único que tiene Chapadmalal, porque no se necesita de riego y podes cultivar a secano... creo que el futuro de la actividad vitivinícola va a ser por acá, porque en Mendoza nos falta agua y la falta de agua va a ser un problema cada vez mayor y hay que buscar nuevas zonas para que el negocio siga creciendo.