Gastón Raggazone reconoce que haber sido elegido el Joven Empresario Mendocino 2020 por la Federación Económica de Mendoza, es algo que no esperaba al momento de presentarse al concurso. Sin embargo, una anécdota que desliza casi al final de la entrevista, tal vez pinte muy bien lo que significa emprender en estas latitudes: además de ser uno de los socios de Uco Drone, una empresa que utiliza drones para aplicar productos en los cultivos, trabaja de abogado.
Al preguntarle algunos datos para conocerlo más, reconoce que no estudió una carrera vinculada al agro. Su familia tiene viñedos y, con sus actuales 35 años, lleva 20 escuchando sobre las diversas problemáticas de los productores, pero, al momento de definir su futuro profesional, se inclinó por Abogacía. Pese a que confía en que la empresa familiar tiene potencial y, de hecho, ha alcanzado una buena facturación, hasta ahora, lo que ganan lo reinvierten.
De ahí que, para sostener a su familia, deba dedicarse a ambas labores. Esto ha provocado que, en más de una ocasión, haya viajado con el traje colgado en la camioneta, para dirigirse a alguna propiedad en la que tiene que utilizar los drones para fumigar y volver a calzarse la ropa formal para retomar, horas después, su trabajo de abogado. “Es divertido y cansador”, plantea.
-¿Les ha costado instalar la utilización de drones en el agro?
-Es un mercado súper conservador donde la gente hace lo mismo que viene haciendo hace 50 años, salvo algunos ingenieros agrónomos más jóvenes, ligados a la vitivinicultura, que tienen la mentalidad de incorporar nuevas tecnologías para ser más sustentables. Ellos ven como atractivo que el dron usa menos agua y no compacta el suelo. Con los drones, reducimos 10 veces la cantidad de agua por aplicación. Normalmente se usan 400 litros por hectárea y yo gasto 10 o 20.
Ahora también estamos trabajando con productores de ajo, cebolla, zapallo; todo el sector hortícola, y cada vez nos llaman más. Al principio nos llamaban para hacer alguna prueba o ensayo y ahora, para pedirnos una cotización.
-¿Cómo nació Uco Drone?
-Con mi familia tenemos viñedos y surge de renegar con la gente y con maquinaria vieja y a veces obsoleta, que se rompía siempre y, si no era el problema de los picos, era de la bomba, o que se había roto el tractor. Nunca podíamos hacer las cosas en el momento en que había que hacerlas y ése fue el disparador para empezar a ver qué tecnología nos podía resolver ese problema. Aparecieron los drones y vimos cómo podíamos hacernos de esa tecnología para poder usarla. Esto fue en 2018.
-¿Y qué pasó cuando empezaron a ofrecer el servicio?
-Fue un poco taladrar la cabeza. Fue difícil, porque al principio lo veían como algo muy novedoso y, cuando les ofrecíamos pasar de la forma tradicional a esta tecnología, lo primero que teníamos era rechazo. Después de muchos ensayos y cuando entendieron que se pueden hacer cosas distintas, pero con el mismo resultado, logramos bastante aceptación. Principalmente fue el “boca en boca”, que un productor un poco más grande nos aceptara, empezáramos a hacer más pruebas y que se viera que funcionaba. Hoy venimos con paso firme en cuanto a crecimiento de clientes en el Valle de Uco, Este y Norte de la provincia. El sur todavía no, por las distancias, pero sí hemos ido bastante a Lavalle.
-¿Los drones los compraron y les sumaron tecnología?
-Son drones chinos, específicos para pulverizaciones y aplicaciones, que compramos e importamos nosotros para conocer la tecnología. Ahora estamos en proceso de desarrollo de tecnología nacional, buscando la vuelta a la posibilidad de desarrollar algo con alianzas. Es difícil desarrollar el total, porque es muy caro, pero sí hemos logrado acuerdos y estamos buscando el modo de empezar a fabricarlos acá.
-Además de reducir el uso de agua y de que no compacta el suelo, ¿qué otras ventajas tiene el uso de drones para aplicar productos en el agro?
-Esas dos son las principales ventajas, pero también se cuida más al trabajador rural, porque no hay contacto con el producto.
Después está el tema de la cantidad de insumos químicos que, con el dron, se reduce en más de 30% el uso de agroquímicos, lo que es una gran ventaja para el bolsillo y para el ambiente.
También están los tiempos, que son mucho más rápidos. Con el método tradicional, en una finca de 10 hectáreas se pulveriza en dos o tres días y nosotros en tres horas, o cuatro, a más tardar, estamos terminando. Además, la aplicación es más eficiente porque al estar geolocalizado el dron, se utiliza mejor el producto y también es más eficaz en el cuidado de la planta.
-Además de las costumbres, ¿el costo es una barrera para algunos productores?
-Es más la barrera cultural, porque el costo es similar a lo que cobra cualquier empresa agrícola. Quizás podemos estar un poco más arriba, pero, con los precios del gasoil, tienen que estar muy parecidos a los nuestros. La verdad es que, al día de hoy, no conozco con exactitud ese precio, pero con los beneficios que trae aparejado nuestro servicio y nuestra tecnología, el productor termina ahorrando plata. Es un beneficio indirecto que no siempre se alcanza a ver.
-¿Qué expectativas tienen hacia adelante?
-Tenemos una hoja de ruta que queremos seguir y vemos que vamos creciendo a paso firme. Tal vez son pasos cortos, pero en el horizonte entendemos que es una tecnología que se está aplicando mucho más en el mundo y acá en Mendoza es una cuestión de tiempo para que la ola llegue. Ya hemos visto los desarrollos que ha tenido en Chile y las proyecciones para los próximos años son buenas. También tenemos otra unidad de negocios que queremos desarrollar, que es la venta de drones, en alianza con quienes desarrollen la tecnología local.