Tal vez estos sean tiempos en los que emprender esté más de moda que en otros. Sin embargo, empezar un proyecto propio y desde cero no solo es para valientes sino para persistentes. Aunque ahora el emprendedurismo está más extendido e internet ofrece facilidades que antes no existían, las estadísticas dicen que la mayoría de los emprendedores no logra sus objetivos iniciales. En estos ámbitos, la palabra fracaso se equipara a la de aprendizaje, barajar y dar de nuevo, reformular, volver a empezar para tener éxito y, en el mejor de los casos, crecer, formar una pyme y, por qué no, algo más grande. Sin embargo, los especialistas recomiendan a los emprendedores estar preparados para “perder” así como buscar maneras de sostener el proyecto durante esos tiempos en que todo esfuerzo parece en vano.
Mendoza cuenta con un ecosistema emprendedor que se mueve, busca crecer, establecer redes y sostenerse entre sí. Esta nota muestra tres historias de emprendedores mendocinos que apostaron por sí mismos, se la jugaron y dieron el paso para salir de la caja. Con productos y orígenes diferentes, Roll Food, Mhor Mio y Biovin tienen en común cierta tendencia a los desafíos y la capacidad para adaptarse al cambio. Los referentes de estos proyectos coincidieron por separado en que emprender no ha sido fácil, pero que hacerlo acompañado facilitó las cosas. No solo por tener un equipo o un socio sino por las redes entre emprendedores, los espacios para compartir y los incentivos que aportan tanto el Estado como las asociaciones civiles o educativas.
Entre los consejos que desde la experiencia ofrecen estos protagonistas se destacan no bajar los brazos, apoyarse en otros y buscar contactos. “A veces en los inicios uno está desorientado e ir a eventos de emprendedores que en general son públicos y gratuitos son muy enriquecedores”, comentó Paola Falconi, al frente de Biovin. En coincidencia, la dueña de los alfajores Mhor Mio, Débora Peralta, destacó que vincularse con las áreas de economía social de la provincia y su municipio fueron un apoyo importante ya que también allí sumó capacitaciones, colegas y experiencias. Para Horacio Campos, de Roll Food, una clave es estar convencido y “meterle esfuerzo porque el tiempo va dando su recompensa”. Y sumó: “Buscar siempre una visión 360 para frenar, acelerar o cambiar la dirección si fuera necesario”.
Andrea Nallim, a cargo de la dirección de Emprendedores y Cooperativas de Mendoza, expresó que quienes emprenden y tienen éxito poseen capacidades como la persistencia y la habilidad de detectar oportunidades. “Sobre todo, tiene que ver con pasar a la acción ya que muchos pueden ver cosas, pero no hacen nada”, precisó la funcionaria. Desde su experiencia, es clave la focalización y la competencia para formar equipos. No solo para elegir bien a sus socios sino a sus colaboradores con el fin de aprender a delegar para poder crecer. Un punto clave en esto de trabajar en redes pasa por saber vincularse para conocer qué puertas golpear. En 2024, desde esta Dirección ofrecieron financiamiento para la escalabilidad de los emprendimientos y es muy probable que este año se replique este modelo de la mano de los planes Semilla, Mendoza Produce y Mendoza Acelera. Además, se ha buscado aportar a la capacitación de los emprendedores a través de programas de mentoreo o formaciones específicas debido a que muchas veces los emprendedores no poseen fondos para esta área clave.
Biovin y el paraguas del INTA
Paola Falconi, Camilo Díaz Quiróz y Federico Pérez están al frente de Biovin, un laboratorio de servicios especializados en microbiología enológica. Sus comienzos estuvieron forzados por la crisis –en ese entonces la de 2008-2009- que dejó a Paola sin trabajo como responsable de calidad en una mostera que cerró de manera repentina. El destino quiso que se abriera una vacante en el área de servicios del INTA en donde también buscó validaciones para terminar su tesina como licenciada en Bromatología. El trabajo allí comenzó a crecer por lo que surgió la posibilidad de formar su propio laboratorio bajo el amparo y la incubación del INTA con quien realizaron un convenio de vinculación.
“Este nexo entre lo público y lo privado es lo que nos dio la posibilidad de crecer, por un lado, y de aportar, por el otro”, apuntó Falconi quien destacó el ida y vuelta enriquecedor que se generó. En esa época, Paola, que es la presidenta de Biovin, conoció a Camilo –director, socio fundador y licenciado en Biotecnología- y comenzaron a trabajar juntos. Más tarde se incorporó Federico, licenciado en Enología, gerente de Operaciones y Comercial. El laboratorio no solo realiza análisis para mejorar la calidad del vino sino de los alimentos en general al mismo tiempo que vender organismos vivos para producir. Este año no fue sencillo para la empresa al igual que para la mayoría de la economía. Sin embargo, Paola destacó que “siempre nos hemos podido levantar porque estamos focalizados en nuestro proyecto”.
Entre los principales aprendizajes que los emprendedores de Biovin –ya con diez años en el mercado- necesitaron hacer fue el de aprender a vender. “Éramos dos técnicos y la parte comercial la aprendimos sobre la marcha”, relató Paola quien agregó que salieron fortalecidos de la experiencia. La llegada de Federico apuntaló esa pata y ahora buscan crecer en exportaciones y tener la fortaleza para independizarse si fuera necesario. Para Paola, el perfil del emprendedor tiene que ver con no bajar los brazos a pesar de las dificultades (que no fueron pocas) donde las familias siempre apoyaron desde distintos aspectos. “Me gusta la investigación, la microbiología y la posibilidad de aportar herramientas para que otros mejoren la calidad de sus productos”, sintetizó Paola acerca de lo que la mueve.
Biovin también realiza capacitaciones y este año buscarán financiamiento para comprar equipos para “técnicas rápidas”. Es decir, para poder obtener los resultados en 24 horas de análisis que hoyo tardan 10 días. Otro objetivo es mejorar el equipamiento para detectar rápidamente una bacteria patógena muy difícil de encontrar (pseudomonas aeruginosa), que se dispersa rápidamente sobre las superficies y se encuentra en infinidad de sitios y fábricas. Sin embargo, el camino nunca es en solitario ya que Biovin analiza proyectos para sumar valor en los clústeres en los que participa. Entre otro son voluntarios del banco de alimentos en donde dan capacitaciones sobre la correcta manipulación de los alimentos.
Roll Food y la apuesta por la innovación
Horacio Campos y Gonzalo Bonino están al frente de Roll Food en el polo productivo Cumbrar de la Rodríguez Peña. Poseen dos unidades de negocios. Una de frutas y verduras disecadas y otra de líneas de producción llave en mano. Los dos son ingenieros y se conocen desde hace más de diez años. Cuando Horacio dio sus primeros pasos laborales lo hizo en la empresa familiar de su amigo y fue allí donde se apasionó por la ingeniería para la industria a la que luego sumó la de alimentos. “Hacemos equipamientos, planos, montajes y puesta a punto de las plantas llave en mano”, definió Campos. Justo en la previa de la pandemia (2019) comenzaron con el negocio y –como para la mayoría- los desafíos fueron impensados. Comenzar recientemente un negocio fue un punto más a la hora de remar.
En 2022 abrieron la operación de la parte de alimentos en donde elaboran escamas deshidratadas de frutas y verduras. Con el objetivo de sumar productos a medida que el mercado los valida, hoy trabajan con tomate, zapallo, zanahoria, espinaca, durazno, frutilla y manzana. Por este proyecto, Horacio ganó este año el premio Joven Empresario que entrega la Federación Económica de Mendoza (FEM). Así, al primer negocio de pensar y hacer plantas industriales, decidieron diversificarlo con la elaboración de alimentos naturales que se utilizan en la industria de alimentos. “Instalar una planta no es algo económico y pudimos buscar financiamiento a través de distintos planes como Mendoza Innova y Mendoza Emprende, lo que nos ayudó mucho para el crecimiento”, contaron los fundadores de Roll Food.
Gonzalo y Horacio estudiaron en la UNCuyo y durante un buen tiempo estuvieron ligados a las empresas recuperadas, las cooperativas de trabajo con una mirada social desde la ingeniería. “Vimos la posibilidad de agregar valor a las materias primas y desarrollamos una metodología de conservación para estirar su vida útil durante un año”, explicaron. Así, no solo lograron un producto que dura más sino que se traslada de manera más sencilla y con menos costos debido a que se le quita el peso. Esto también es un beneficio para los clientes que, por otra parte, deben destinar menos espacio para almacenar dichos productos. Como a la mayoría de los emprendedores, los chicos de Roll Food se enfrentaron con desafíos diversos. Los inicios y los vaivenes económicos del país pusieron a prueba su capacidad de innovación, flexibilidad y –sobre todo-su aprendizaje en lo que a gerenciamiento respecta.
En este camino ambos pusieron en valor dos aspectos. El primero el haber contado con el apoyo de su familia y con el equipo de Cumbrar, donde está ubicada la fábrica. “Allí tanto Alexis Atem (el director) como el resto de los miembros del Polo nos apoyaron, guiaron y ayudaron con distintos aspectos”, subrayaron Horacio y Gonzalo. El segundo punto es haber podido mantener en el tiempo el propósito de aportar valor en el rubro de alimentos. “Queremos llevar productos saludables a cada vez más personas con un precios accesibles”, contaron. En este sentido, su emprendimiento utiliza paneles fotovoltaicos y biomasa para la generación de energía. “Buscamos la carbono neutralidad para comercializar no solo en Argentina sino también en Europa y Asia en el futuro”, se entusiasmaron los referentes de Roll Food. Entre sus desafíos de este año, el objetivo es consolidar sus primeros pasos en el mercado internacional.
Alfajores Mhor Mio y una gran historia de vida
La historia de Débora Peralta, emprendedora a cargo de los alfajores Mhor Mio es una de superación en todos los sentidos. Luego de 6 años de emprendimiento, su marca se alzó con el título de Mejor Alfajor de Chocolate Blanco de Argentina en 2024 en Fiesta Nacional del Alfajor en Córdoba. Además del premio, el año pasado la marca también consiguió mudarse a su propia fábrica. Hasta entonces y con las habilitaciones municipales correspondientes, Débora producía en la casa de su mamá por lo que dar el salto a un lugar propio le abrió un mayor contacto con sus clientes. “Estamos muy felices porque después de tanto estrenamos RNE en nuestra fábrica”, se enorgulleció Débora quien aseguró que el concurso le dio visibilidad a la marca a un público más grande.
El RNE es el Registro Nacional de Establecimientos, un certificado que autoriza a una empresa a desarrollar actividades relacionadas con alimentos. Con ese logro en mano y la proyección que le dio el premio, Mhor Mio proyecta abrir su primer punto de venta en Ciudad para, luego, ir por más en la provincia y el país. Su producto estrella y continuado es el alfajor artesanal que no solo tiene el famoso de chocolate blanco sino también uno con dulce de bonarda, varietal insignia de San Martín, de donde es oriunda y se ubica la fábrica. “Trabajamos con distintos porcentajes de cacao y buscamos resaltar los sabores naturales de cada ingrediente que usamos”, definió Débora quien está al frente del emprendimiento al tiempo que también supervisa la elaboración, hace controles de calidad, dirige y busca más ventas.
Para las fechas especiales también elaboran frutos secos con chocolate, golosinas, bombones, tabletas y barras. Por ahora, además de Débora trabajan su pareja, Néstor, que se encarga de redes sociales, marketing y ventas, y dos personas más. Mhor Mio posee venta directa en su fábrica de la calle Pasteur de San Martín, mercado libre, redes sociales y tienda online. La realidad que hoy vive Débora era casi impensada hace un tiempo atrás, cuando trabajaba en la policía científica de Mendoza y tuvo que pedir licencia por enfermedad. “En 2013 estaba de parte de enferma en mi trabajo en relación de dependencia, por lo que cobraba un sueldo mínimo y alquilaba a 50 kilómetros de mi familia”, recordó Débora quien por esa época estaba recién separada y con un niño de cinco años a cargo.
Como una manera de generar nuevos ingresos, empezó a buscar tutoriales y –cerca de la fecha- le apareció uno para laborar huevos de Pascua. “Compré chocolate y moldes para vender… nunca había trabajado con chocolate y entonces conocí un mundo que no sabía que abrazaría después”, relató. Ese puntapié inicial implicó que todas las Pascuas familiares, vecinos y conocidos le pidieran chocolates hasta que en 2015 Débora pidió la baja en la policía. Sola a cargo de su hogar y de su hijo, no le era sencillo conseguir trabajo, pero en 2016 la vida le lanzó lo que ella llama “un baldazo de agua fría”: recibió un diagnóstico de cáncer (linfoma de Hodgkin). La noticia, sin embargo, la impulsó a buscar sentido y nuevos horizontes.
“Me llevó un año replantearme mi presente y mi futuro así como obligarme a encontrar la pasión que hasta el momento no tenía”, contó Débora. En ese momento se acordó del chocolate y comenzó a estudiarlo. Luego de siete meses de recuperación y de haber finalizado su tratamiento con quimioterapias, comenzó con Mhor Mío en 2018. No fue sencillo e implicó un gran esfuerzo. Sus tropiezos, según sus palabras, tuvieron que ver más con cuestiones internas, pendientes de sanar o aprender antes de poder abrazar su emprendimiento. “Definitivamente, todo sucede cuando estamos preparados para que pase y coseché mi recompensa gracias a mi trabajo personal y a años de siembra”, se emocionó Débora.