La historia de la importación de billetes comienza ya a parecerse a un relato de indecisiones. De medidas que se toman y se revierten.
Un mes después de que se conociera que la Argentina había lanzado una licitación internacional para importar billetes, el Gobierno nacional decidió dar marcha atrás. ¿El motivo? Consideró que los plazos de entrega que podía afrontar Alemania no eran convenientes. Ante ello, optó por reforzar la impresión de billetes de $ 1000, los de mayor denominación del país.
Para entender por qué el Gobierno había considerado necesario importar billetes bien vale remontarse al 11 de mayo último. Aquella noche, en una entrevista televisiva, el presidente Alberto Fernández descartó que su administración estuviera analizando lanzar un nuevo billete de $ 5000. Lo hizo pese a que la producción de dichos papeles ya se encontraba en fases avanzadas. Tal es así, que incluso se había filtrado el diseño: llevarían la imagen de Ramón Carrillo y Cecilia Grierson.
Sin embargo, la política jugó su partido y se canceló la impresión de un billete que, al precio de hoy, equivaldría a unos u$s 64 al tipo de cambio oficial, u$s 37 al contado con liquidación, o u$s 36 al blue.
La marcha errante del Gobierno había quedado expuesta incluso antes, cuando se había dado la orden de confeccionar el billete de $ 5000 y ponerlo en circulación en 45 días, pese a que por lo general el proceso total demanda entre 6 y 12 meses.
Así fue como el prototipo que circuló no contaba con medidas de seguridad consideradas estándar en estos tiempos, como una banda holográfica. Ante la decisión de no poner en circulación el billete de $ 5000, el Gobierno encargó importar unos 250 millones de billetes de $ 500 en tres tandas.
De acuerdo al cronograma original, la primera de ellas, de 100 millones, debía arribar este miércoles, 26 de agosto. La segunda, por la misma cantidad, llegaría el 25 de septiembre, mientras que la importación se completaría el 15 de octubre.
Según explica una fuente con profundo conocimiento en la impresión de billetes en el país, con esta última reversión el Estado se ahorra el 30% extra que cuesta importar billetes desde Alemania en relación al costo de producirlos o importarlos de Brasil o Chile, con quienes la Argentina tiene convenio.
Pero también se arriesga a un desabastecimiento. Es que al ser consultado sobre esta nueva marcha atrás, alertó: “Si es así, nos quedamos sin billetes a principios de octubre”. Y argumentó que por la única razón por la que aún eso no ocurrió es porque la actividad económica y la circulación de dinero están en niveles muy bajos por la pandemia.
Pero la cancelación de los envíos esconde otros problemas. Según comenta, la Casa de la Moneda no tiene capacidad para sacar más de 60 millones de billetes por mes. Además, agrega que el proceso de cambiar la denominación no es del todo sencillo y que hoy la Casa de la Moneda tiene mucho papel para los billetes de de $ 500 y que recién podrían meter papel de $ 1000 en máquina a fines de septiembre.
“Todo el proceso demora por lo menos un mes”, cerró antes de lamentar que no se haya puesto en circulación el billete de $ 5000, dado que “ya estaba el papel comprado y las planchas galvanizándose”.