Un cartel escrito a mano dice: “Nos mudamos a calle 9 de Julio”. Desde el sábado 30 de marzo, la vereda sur de la calle Necochea ya no es la misma. Sucede que el “Café del pueblo” dejó de ocupar el local de los tres salones que lo hizo propio durante las últimas décadas; espacio en el que los retratos fotográficos de algunas personalidades que alumbraron nuestra provincia, como Víctor Legrotaglie (desde una tapa de El Gráfico), Mafalda o el Flaco Suárez, con algunos años menos, le daban sello inconfundible al lugar.
“Se venció el contrato de alquiler y los nuevos dueños del local no lo renovaron”, comentaron detrás de la barra en el nuevo local. Pero la marca seguirá vigente con dos bocas de atención en el centro y sus carteles escritos con tiza, una con una barra más angosta, en frente a la plaza San Martín; la otra, compartiendo el espacio con una barbaría, sobre calle San Martín, más cerca de los Jesuitas.
El café, a media cuadra de Avenida San Martín, estaba dividido en tres salones interiores, una barra en forma de “U” al estilo de los cafetines de Buenos Aires (un reportero gráfico contó que Mauricio Macri se acodó allí, en una de sus visitas a Mendoza como jefe de gobierno porteño) y un manojo de mesas que siempre estaban ocupadas en la vereda, le daban ese color bullicioso al “Cafetal”; negocio dispuesto para atender a más de ochenta clientes o para satisfacer una demanda de más de mil pocillos al día, como alguna vez contó Gabriel Bucca, uno de sus administradores, a Los Andes en una nota sobre los cafés más representativos del centro.
La parada de madrugada
El “Cafetal”, fundado por Nélida y Héctor Sandra, en otras épocas abría a las 3 de la mañana y cerraba a las 21. Con su fachada marcada por la leyenda este establecimiento -que con su estética de con un aporteñado fileteado celeste y blanco- fue un símbolo de la vida social, era parada de taxistas y de cualquier otro cliente que buscaba tomarse un café de madrugada. El café bueno, bonito y barato en la zona bancaria es un punto de referencia como lo son otros establecimientos del centro como el Old Setter, el inagotable Jockey Club, el San Pablo o Vía Véneto, entre otros.
“La gente sigue, no se ha ido. Acá, en 9 de julio, teníamos una clientela chiquita pero con el cierre del otro local todos se han venido para acá”, cuenta mientras limpia una bandeja uno de los mozos. En la caja Patricia sostuvo que la mudanza se hizo el último sábado de marzo. Afuera las pizarras escritas con tiza siguen ofertando el menú del día a precios económicos. En el Cafetal también se vende café en grano, suelto por kilo, pero su encanto está en las largas charlas que se dan en sus mesas.
Entre rumores, sobre el destino del antiguo local, se dice que en calle Necochea se remodelará una parte del salón para la instalación de una tienda de ropa; según trascendidos en la otra mitad del local, abriría un nuevo café. La reciente casa de la “cafetería del pueblo”, en la entrada oeste de la galería Rez Masud, está funcionando desde hace cuatro meses.
El máximo deleite
Personajes como Carlos Fernández, apodado “Coco Liso”, quien frecuentaba el café desde hacía décadas, destacó en alguna oportunidad la importancia de este establecimiento en su vida o Susana Monteleone, ex docente, que resaltaban la presencia femenina en el lugar.
El nombre ha estado ligado a la zona desde hace más de 50 años, cuando en 1972, sobre Avenida San Martín, casi esquina Necochea, el café El Cafetal en diario Los Andes promocionaba una cafetera familiar, “eterna” de acero inoxidable, que por su procedimiento sencillo para el filtrado permitía saborear el “máximo deleite”.
La ciudad sigue mutando su forma, sus paisajes, sus locales; los alquileres y las tendencias están haciendo el resto.