Que el panorama macroeconómico nacional presenta obstáculos para la producción en general, no es una novedad. Tampoco que, como consecuencia de la pandemia primero y la guerra de Ucrania después, se han producido movimientos en el mercado internacional que implican dificultades adicionales. Sin embargo, hay oportunidades que las bodegas pueden aprovechar, en especial si logran ajustarse, a partir de la innovación, a ciertas tendencias de los nuevos consumidores.
Javier Merino, asesor de la División Vinos del Banco Supervielle, presentó su informe anual 2021/2022, en el que plantea que los últimos dos años han establecido un antes y un después en el negocio del vino. En el documento, analiza la situación del mercado internacional, de la vitivinicultura mundial, de la economía argentina y, en cada caso, va planteando oportunidades y amenazas para el sector.
Sin embargo, resalta que lo primero que se debe entender es que, claramente, las oportunidades están en el exterior y que son muy pocas en el mercado local. Esto, ya que no sólo es relativamente pequeño en términos de facturación total -se toman vinos muy baratos en comparación con otras partes del mundo- sino también porque, producto de la pérdida de poder adquisitivo asociada a la inflación, viene cayendo.
Asimismo, resalta que estas perspectivas favorables están en los mercados en los que Argentina ya está inserta: Estados Unidos, Reino Unido y Brasil presentan crecimientos importantes en la importación de vinos. Pero aclara que, en esos países, nuestros competidores -italianos, franceses y españoles- han crecido más, ya que Argentina, con costos elevados y un tipo de cambio atrasado, ha ido perdiendo competitividad.
Merino plantea también que, por la pandemia primero y la guerra de Ucrania después, ha habido una suba de tasas de interés en Estados Unidos, por la inflación, que lleva a una apreciación del dólar con respecto al euro. Eso hace que sea más conveniente exportar a Estados Unidos que a Europa, pero también que el país del norte sea igualmente atractivo para los exportadores europeos, lo que endurece la competencia.
Otro punto favorable para los vinos argentinos es que, con la firma del Brexit, Reino Unido les aplicó aranceles a los europeos y se los redujo a los nuestros, lo que ha permitido ir ganando terreno en ese mercado. De hecho, Merino considera que habría que enfocarse en ese destino, aunque sin descuidar el estadounidense donde, por las malas cosechas, hay un déficit de producción local de vinos californianos.
En cuanto a aquellas cosas a las que hay que prestar atención, el asesor vitivinícola indica que la inflación mundial hoy es altísima y ha desacomodado los precios relativos. El vino, por tratarse de un producto que no es de primera necesidad, ha subido en dólares sólo un tercio de lo que creció la inflación. Y en Reino Unido sucedió lo mismo. El aumento permitiría ajustar los valores de los vinos argentinos -y, de hecho, algunas bodegas ya lo han hecho-, pero Merino advierte que se debe tener cuidado de no perder volumen en la góndola.
Por otra parte, resaltó que los precios promedio de consumo de vinos siguen aumentando en el mundo, lo que es una oportunidad para las empresas que tienen etiquetas de alta gama ya que pueden, si no aumentan, ofrecer una mejor relación calidad-precio.
Como contraparte, Merino mencionó que las dificultades logísticas se mantienen y que los costos se han elevado, ya que los vinos argentinos son, junto con los australianos y chilenos, de los que más kilómetros recorren, porque los principales mercados están en el norte. Además, se han visto agravados porque la guerra provocó una suba en el precio del petróleo. Y acotó que Argentina no es competitiva porque no tiene tratados de libre comercio y los aranceles promedio son del 5%, a lo que se suman las retenciones del 4,5%; lo que hace que tengamos una brecha de casi el 10% con nuestros competidores.
Sin embargo, opina que el mayor desafío está en que mientras las bodegas argentinas enfrentan estas dificultades, el mundo sigue avanzando y los hábitos de consumo se modifican. De ahí que señale que las bodegas necesitan invertir en innovaciones apara adaptarse a estos cambios y no quedarse atrás.
Entre las tendencias que no pueden dejar de seguirse, el primer lugar lo ocupa la sostenibilidad, que no sólo se aplica a los viñedos orgánicos -en Argentina se estima que alcanzan apenas el 10 o 15% del total-, sino también a la huella de carbono, la huella hídrica, la responsabilidad social; todas cuestiones a la que los consumidores le prestan mucha atención.
Otra es la transformación digital ya que la pandemia aceleró e instaló el hábito de comprar vinos por Internet. Por eso, los exportadores deberán enfocarse en si los distribuidores en los países destino llegan de manera digital a los consumidores finales.
Aún más, porque muchos habitantes de las grandes ciudades eligieron irse a vivir a las afueras y dependen de otros canales de venta no tradicionales.
De la presentación del informe también participó el economista del Ieral (Fundación Mediterránea) Gustavo Reyes, quien brindó un panorama del contexto externo y local. En cuanto al primero, señaló que, si bien en términos de precios, las exportaciones argentinas han tenido los mejores de los últimos 35 años, el problema es que no se sabe si van a sostenerse en esos niveles. Esto, porque la tasa de interés en Estados Unidos está subiendo y el dólar se fortalece, lo que históricamente ha debilitado el valor de las commodities.
Por otra parte, esta suba de la tasa atrae las inversiones a esos mercados y debilita a los emergentes. Si bien esto no afectaría de modo directo a Argentina, que no es atractiva para invertir, sí será negativo para otros países con los que tiene relaciones comerciales, como Brasil. Además, la incertidumbre mundial desacelera la actividad.
Y sobre la situación argentina, Reyes utilizó una figura: “venimos caminando por una cornisa y vamos a seguir, al menos hasta el próximo gobierno, pero la clave es si esa cornisa se va a hacer un poco más ancha o angosta”. A eso se suma la inflación, que en los últimos meses pasó del 3 o 4%, a entre 5 y 7%, con lo que se estableció un nuevo piso y que lleva a una situación de “estar haciendo un asado, con una hermosa fogata, cerca de cuatro garrafas de gas”.
El ancho de la cornisa dependerá, detalló, de los precios de las commodities, de la velocidad con que suban las tasas de Estados Unidos y hasta dónde, de cómo se cumpla con las metas del FMI y del conflicto político. Y si bien el escenario es muy complicado, el economista indicó que, luego del fuerte rebote de 2021, la actividad económica se ha amesetado en los niveles prepandemia y se espera que siga de modo similar, estancada, porque el nivel de incertidumbre juega en contra de la expansión.