Marcos Buscaglia anticipa una importante devaluación luego de las elecciones y una inflación que estaría, en 2022, en niveles más altos que en 2021. Pero también plantea que la profundización de la crisis que esto generará podría favorecer la discusión de las medidas que permitirán que la Argentina vuelva a crecer y a generar empleo. El economista disertó en el cierre del 5° Foro Industrial Mendoza.
- ¿Qué puede pasar en los próximos meses con la inflación y el tipo de cambio?
- Hay una parte importante que no sabemos, que es qué va a pasar con la coalición gobernante después de la elección y si habrá o no acuerdo con el Fondo, y qué tipo de acuerdo. Este es un elemento crucial, que va determinar la inflación y el tipo de cambio. Lo que sí diría es que, más allá de la resolución, lamentablemente, vamos a un salto cambiario e inflacionario en 2022.
El Banco Central va a llegar sin reservas. Estamos con precios congelados. La nafta está frenada desde mayo, a precios de petróleo un 20% inferiores a los de ahora y a eso hay que sumar la diferencia por la devaluación poselectoral que va a venir. Tenemos los precios congelados de 1.400 productos; la carne, que no es sostenible por muchos meses más; las tarifas, que implican un déficit creciente. Es decir que hay un conjunto de variables que no son sostenibles en el tiempo y que van a tener que empezar a destrabarse en 2022.
Creo que, inicialmente, se va a producir un salto cambiario, porque este año se ha generado un atraso muy importante. Por eso se puede anticipar que habrá una devaluación y en consecuencia la inflación va a ser más alta. Tenemos estimada una inflación del 65% o 66% para 2022. Vuelvo a hacer la aclaración de que sin conocer todavía la cuestión política –la composición de la coalición de gobierno después de las elecciones- y lo que va a pasar con el Fondo Monetario, es difícil tener un pronóstico con exactitud, pero sí vamos a una inflación más alta.
Si pensamos en un 65% de inflación, la depreciación del peso en el mercado oficial va tener que ser mayor, porque tiene que haber lo que los economistas llamamos una depreciación real del peso. Este año pasó lo opuesto. El dólar estimado en el presupuesto, que es de $ 102,5 para diciembre, implica una depreciación del peso de más o menos 33%, con una inflación del 50%. Esa es la magnitud que hay que revertir en 2022, en el sentido de que la depreciación del peso corra más rápido que la inflación, porque hoy la Argentina no es competitiva con este tipo de cambio.
- Pero en el pasado ha habido momentos en que el dólar ha estado pisado durante mucho tiempo…
- El Banco Central no tiene reservas para poder mantener mucho tiempo el tipo de cambio. Hasta el 5 de octubre venía perdiendo más o menos 50 millones de dólares por día en el mercado cambiario. La intervención que hace el Central para mantener la brecha -usa dólares para tratar de que la brecha entre el contado con liqui, que es el mercado paralelo con bonos, y el oficial no se dispare tanto-, sumada a los pagos que tiene que hacer el gobierno en noviembre y diciembre, (incluyen casi 1.900 millones de dólares al Fondo), conducen a un fin de año con reservas netas de mil millones de dólares. Es lo mismo que teníamos en octubre de 2015 y que forzó al gobierno de (Mauricio) Macri a tener que devaluar.
Dentro de este escenario el Gobierno Nacional tomó una medida brutal, que ha pasado muy desapercibida: limitó las importaciones brutalmente. Gran parte de lo que importa Argentina son insumos para la producción. Las restricciones, lo que están generando y van a generar aún más si se extiende en el tiempo, son problemas productivos muy importantes. En Mendoza no hay botellas, hay problemas con las ruedas de tractores y con herbicidas, ahora que está empezando la siembra del maíz y la soja en la zona pampeana.
Claro que, a partir de ese momento (cuando se restringieron las importaciones), el Banco Central empezó a comprar dólares y uno diría que la medida fue un éxito en ese sentido. Pero el daño que le provoca al sistema productivo no es sostenible. Cuando se revierta, lo que vamos ver es que no hay reservas, con lo cual yo diría que evitar la devaluación es muy difícil. Un aumento del 30% en el precio de la soja o algún otro shock externo puede llegar a demorar la medida, pero no evitarla.
- En este escenario, de 65% de inflación, ¿qué va a pasar con el poder adquisitivo de los salarios?
- Lamentablemente el corto plazo no luce bien, porque estamos ante toda una batería de medidas preelectorales que son altamente distorsivas y no sostenibles en el tiempo, y la forma de solucionar esto, entre comillas, es con un salto inflacionario. En momentos de saltos inflacionarios, el salario siempre pierde, sobre todo la gente de menores ingresos, que depende de un plan, de una changa, que no puede ajustarse a esa suba de la inflación. Creo que vamos a otro año de pérdida del salario real en la Argentina en 2022.
- ¿Qué efecto real tiene en el bolsillo de los consumidores el congelamiento de precios?
- Es una medida claramente electoralista, que algún impacto positivo tiene. Ellos (el oficialismo) quiere llegar a la elección, sobre todo, pero también a diciembre, que es un momento muy convulsionado en el conurbano bonaerense, con precios más o menos controlados. En el corto plazo, un poco ayuda. Pero eso después hay que revertirlo. Son subas que se harán efectivas una vez que se liberen los precios.
La medida trae problemas de producción, de abastecimiento, de generación de empleo. A las empresas les están impidiendo las importaciones, poniendo precios máximos... Lo que no nos damos cuenta es del daño que ocasiona todo esto a la Argentina en el mediano plazo. Porque, ¿quién quiere venir a invertir en un país donde ponen todas estas restricciones? Se atenta contra la creación de empleo de calidad y ese es el mayor problema.
- ¿Cómo se puede salir de esto, volver a crecer, generar empleo, desacelerar la inflación?
- Primero viene una profundización de la crisis y creo que las crisis siempre abren oportunidades. Ojalá se aproveche esta para sentarse con una mirada desideologizada. Creo que gran parte del arco político argentino coincide en un montón de políticas. No son las que quiere impulsar la voz más fuerte de la coalición oficialista, que es el kirchnerismo, pero el resto coincide en la necesidad de ciertas medidas y es ese marco político el que se tiene que sentar, post crisis y post devaluación, a discutir reformas, políticas y la sintonía fina de cómo hacer para bajar esa inflación, que, después del experimento fallido de Cambiemos, no es algo fácil.
- ¿Cuáles serían las líneas principales de trabajo?
- Todo parte de lo fiscal en el corto plazo. Después, hay un montón de reformas micro que hacer, pero lo que estamos viviendo hoy es por lo fiscal. Hay un déficit muy alto, con un país que no tiene mercado de deuda, con lo cual ese déficit fiscal se financia con pesos. Sobran pesos y eso alimenta a la inflación, la brecha y la pérdida de reservas. Hay que alcanzar una situación fiscal equilibrada relativamente rápido.
- ¿Y qué otras modificaciones se necesitan?
- Después de lo fiscal, vienen las reformas micro, que son muy importantes. Hoy, la Argentina tiene un problema de empleo enorme y no podemos seguir con este esquema laboral. Claramente, se necesita una reforma laboral, que tiene que disminuir los costos para el empleador: las cargas sociales y los costos y la litigiosidad del despido. Esto no significa desproteger al empleado. El país necesita generar un shock de empleo.
También se debe disminuir el costo de capital para las empresas. Hoy no hay financiamiento porque todo se lo está llevando el Estado. La mayor parte de los depósitos en los bancos están invertidos en las Leliq, que son instrumentos que emite el Banco Central para tratar de sacar de la cancha todos los pesos que emitió para financiar al gobierno.
Hay que dejar de desplazar al crédito privado, que pierde ante el sector público. El sistema bancario debe empezar a prestar al sector privado, bajando las tasas. Lo que se necesita para empezar a crecer es que las empresas quieran invertir y generar empleo. Para eso hay que bajarles el costo impositivo, laboral y de capital.