Primero hubo faltantes de cigarrillos, luego en electrodomésticos, y ahora en autos y en productos en supermercados. Hay empresas y negocios que venden, pero no consiguen reponer. ¿Qué está pasando? No sólo se producen menos bienes sino que se están aplicando políticas para que haya menos. Es un doble jab a las ventas.
¿Es una locura? No tanto, porque la recesión actual viene acompañada con inflación, y se busca detenerla con remedios que lamentablemente generan más daño del esperado.
Vamos con los jabs. El primero es conocido por todos. Es el coronavirus y su cuarentena, que no permite a las empresas operar a pleno. Acorde a datos de consumo energético, el promedio de la industria nacional opera al 80% o menos, señal de menor producción. Inicialmente, las tabacaleras no podían trabajar, y por eso, la escasez de cigarrillos.
Esta situación se irá agravando a medida que se estire la cuarentena. Para varios negocios, operar al 80% (o menos) les implica pérdidas. Sus mermadas ventas no les permiten cubrir sus costos, existiendo la amenaza de que cierren sus cortinas, lo cual también causará una menor producción.
El segundo jab
No es tan visible, y es la política aplicada actualmente para detener la inflación. ¿No había disminuido? Sí, y quizá tengamos suerte de que se mantenga baja por un tiempo, pero no se ilusionen: las apuestas dicen que sube, y con argumentos.
La tradicional causa es la mayor cantidad de dinero, que casi se ha duplicado en un año, y sólo en el último mes ha aumentado un 8%.
En un país estable, puede haber más dinero sin generar inflación. En un país en crecimiento, también puede darse el mismo fenómeno, como nos ocurrió en 2004. Pero el panorama actual del país es de inestabilidad y de recesión. No hay tanta inflación ahora, porque hay pánico, y la gente se controla en gastos. Pero aquella emisión hace pensar que todavía está baja la inflación.
Un segundo factor de mayores precios está en las complicaciones para importar bienes. Intente comprar algo de afuera. Complicadísimo. ¿Por qué? Como las importaciones reducen los dólares en el país, se han implementado obstáculos para traer menos productos de afuera. Esto no es gratis. Cuando esos bienes escasean, sus precios aumentan. Eso se está notando en electrodomésticos, y así ocurrirá con varios otros productos.
La mayor cantidad de dinero y el cierre creciente de la economía irán empujando los precios hacia arriba. Entonces, si está latente una mayor inflación, es lógico esperar una ofensiva para detenerla, que ya venía implementándose.
¿Cómo quieren detener la inflación?
Con varias medidas. La más popular es el control de precios: intenta que los negocios vendan, pero sin aumentar sus precios. Está el programa de Precios Cuidados, que ahora se actualizaría a inicios de este mes. Con mayores costos, claramente habrá presión empresarial para un incremento de esos precios.
También hay otros precios controlados, o congelados, que son los de los combustibles y de la energía. Esto evita mayores costos en otras industrias, pero genera un problema de rentabilidad en petroleras y energéticas.
Estos controles tampoco son gratis en la economía. En períodos de inflación latente, o reprimida, estos controles de precios van generando algún que otro des-abastecimiento que, justamente, son los faltantes mencionados al inicio. No sólo le complican la vida al consumidor, sino también a los mismos productores que no cuentan con los insumos necesarios para producir.
Al no lograr los resultados deseados, surgen nuevas medidas. Hay una resolución que obliga a empresas a operar a su máxima capacidad de producción. Intenta evitar aquel des-abastecimiento, pretendiendo castigar a los que no producen. Exigir que produzcan con pérdidas de rentabilidad terminará haciendo un daño mayor, como el cierre de empresas y menor producción.
Quizá en un futuro próximo, otra medida sea estabilizar el dólar oficial. Actualmente, con inflación baja, el Banco Central permite que el dólar oficial aumente a un mayor ritmo, pretendiendo mantener la competitividad exportadora del país.
Pero si la inflación repunta, es posible que se trate de estabilizar el dólar oficial. Con precios crecientes, ese dólar será cada vez más barato, y para evitar que suba, el Banco Central se verá obligado a vender dólares, perdiendo reservas. Un ingrato cuento con final ya conocido.
Resumiendo: la inflación genera un problema y, para controlarla, se están aplicando medidas estrambóticas que terminan generando escasez de productos, sumados a los que ya faltan por menor producción.
¿Cómo detener la inflación?
La respuesta sería: ¿en pleno coronavirus? Un delirio total.
Las políticas para detener la inflación usualmente son recesivas. Si los precios crecen por ser demasiado expansivos, lo lógico es que la inflación sólo disminuya con políticas contractivas. Aplicar una de estas políticas en un contexto fuertemente recesivo como el actual, es una locura total.
¿Qué hacemos? Debe comprenderse que el coronavirus llegó de sorpresa en una situación en que el país estaba poco preparado económicamente. Seis años de estancamiento, más dos de recesión, con bajos ahorros privados y públicos, y sin poder acceder a financiamiento, termina con un país que no tiene muchas alternativas para hacer frente a la pandemia.
Las estrategias a seguir son pocas, aunque claras. Una es asistir a la población para que siga comiendo y viviendo, y a las empresas, para que no quiebren. Lamentablemente, la única fuente de financiamiento es la emisión monetaria, que tendrá como efecto colateral una mayor inflación, aunque no se note todavía.
La otra es buscar la manera de ir flexibilizando las actividades, para que las empresas y la población vuelvan a generar ingresos. Obviamente no es para nada sencillo, y más cuando los datos de contagios en Argentina todavía no muestran una clara tendencia decreciente, como se observa en otros países.
Son malos tiempos. En un país económicamente débil, los efectos de las políticas económicas duelen más. Pero la impresión es que las que se aplican para detener la inflación generan daños demasiados fuertes, y se notarán con los faltantes de productos, y peor, con dificultades para producir.