El analista financiero, Carlos Maslatón, se volvió tendencia en redes sociales desde hace algunos días, luego de que, en una entrevista emitida por A24, junto al periodista Esteban Trebucq, asegurara que el país terminó su ciclo negativo en octubre del 2021, y que la inflación es parte de la recuperación económica.
Luego, recurrió a Twitter para explicar con un ejemplo, por qué, en realidad en Argentina, a su entender hay deflación, no inflación:
“Estos precios de Albamonte son los mismos nominales en dólares que los vigentes hace 50 años. Apenas 7,50 dólares. Es completamente increíble, estos productos por semejante bajo precio y marcan la enorme deflación argentina real vivida”, publicó, junto a la imagen de un tique factura de un restaurante en el que había consumido gaseosa, pasta y helado.
Es decir, que el avance de los precios, el economista no los compara en pesos, sino en dólares, y es ahí donde los precios bajan.
Ese análisis parece ser el mismo de los turistas chilenos, o de otros países fronterizos para los que la Argentina se ha vuelto realmente barata. Así, por ejemplo, de acuerdo con el sitio chile.as.com, “el precio de un kilo de azúcar blanca en un supermercado argentino bordea los $649 mientras que en nuestro país (por Chile) alcanza los $1.350″, aclaran.
Entonces, ¿hay inflación en Argentina?
Quizás frente al dólar no, pero sí, frente al poder adquisitivo.
“Existe inflación cuando se produce un aumento general de los precios, no solo de artículos individuales, que da como resultado que por cada euro puedan adquirirse hoy menos bienes y servicios que ayer. Es decir, la inflación reduce el valor de la moneda con el tiempo”, de acuerdo con la definición del Banco Central Europeo.
Asimismo, en el diccionario del Banco Central de la República Argentina, se la define como el “aumento generalizado y sostenido en el tiempo en el precio promedio de los bienes y servicios disponibles en la economía”.
En este sentido, los aumentos del conjunto de bienes de consumo habitual en la economía argentina existen, la inflación es real, y según el último informe del Indec lleva un 21,7% en lo que va del año (104,3% interanual, de abril a abril).
Si los precios bajaran, en lugar de subir, ¿cómo se llamaría a ese fenómeno?
El diccionario del Banco Central ni siquiera incluye el concepto, pero al igual que en el caso anterior, se trata de un desequilibrio económico.
“La deflación (o inflación negativa) es el fenómeno contrario a la inflación, es decir, una caída general y continuada de los precios de la economía y, aunque puede parecer que una bajada en los precios es algo positivo, la realidad es que la deflación tiene efectos muy perjudiciales en la economía”, de acuerdo con el Banco de España.
Veamos cómo funciona la deflación: si pensamos que el precio de un producto - por ejemplo, un coche o una televisión - va a bajar, pospondremos nuestra decisión de compra para cuando el precio baje”
De manera que esto también es un peligro, en el sitio del BBVA se advierte que, “en el caso de la deflación, ésta es más probable que se produzca en sectores relacionados con el consumo de bienes duraderos (electrodomésticos, vehículos, productos electrónicos,...), pues el consumo de bienes de primera necesidad, como la alimentación, por ejemplo, suele ser más resistente. En ese caso, la expectativa de la caída del nivel general de precios puede generar un círculo vicioso: es posible que se produzcan desincentivos a la demanda que lleven a mayores reducciones de precios. Los cada vez menores precios acabarían por producir también un ajuste a la baja por el lado de la oferta, y derivar en destrucción de empleo (y menor consumo) y menor inversión. En definitiva, la deflación podría acabar desembocando también en un menor crecimiento económico o en una recesión”.
Así, ni un fenómeno ni otro es deseable, el objetivo de los países, según se aclara en el mismo sitio debe ser la “estabilidad de precios”.
“Debido a que tanto la inflación como la deflación pueden tener consecuencias negativas para la economía de un país o región, las autoridades monetarias suelen buscar como objetivo una cierta estabilidad de precios. Eso ofrece mayor previsibilidad a los agentes económicos y evita caer en los peligros de la inflación y de la deflación. En el caso de la eurozona, esto se traduce en una inflación objetivo del 2%”, se explica.
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