La actividad económica confirmó su desaceleración en octubre. Si bien aumentó 4,5% en forma interanual, cayó 0,3% contra el mes anterior. De esta manera sumó el segundo período consecutivo de retroceso, luego de haber cedido 0,2% en septiembre.
Aunque leves, estas disminuciones reflejan el cambio de tendencia que habían anticipado indicadores privados y datos oficiales.
Los primeros indicios de esta reversión comenzaron a percibirse hacia finales de agosto. En ese mes la actividad mejoró “punta a punta” 6,5%. Pero en septiembre se acentuó el sesgo y hubo una merma de casi dos puntos en el ritmo de expansión a 4,6%.
La inflación y la baja en el consumo, más los problemas para importar que impactaron en varias cadenas productivas, resultan las principales razones de este escenario.
Los datos a octubre corresponden al Estimador Mensual de Actividad Económica (EMAE) que el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) difunde mensualmente a modo de adelanto de la evolución del PBI que se da a conocer por trimestre.
Pese al ya certero menor ritmo de actividad en el último cuatrimestre, la economía cerrará 2022 con un avance del PBI superior al 5%. Las consecuencias estadísticas se trasladan al año próximo, ya que la pendiente dejará un arrastre negativo del orden de 0,4% para el inicio de 2023 y es una de las causas que recortan las previsiones de crecimiento a un rango entre 2 y 3%.
El Gobierno nacional espera superar el 3,5% previsto en el presupuesto nacional, pero los analistas ponen el foco en lo que pueda suceder en el primer trimestre del año. Entre enero y marzo se juega gran parte de la cosecha de soja, afectada por la sequía, y el Ministerio de Economía apuesta a la reducción de la inflación a una tasa inferior al 4% para recomponer el poder adquisitivo.
La merma del nivel de actividad en octubre estuvo impactada por diferentes factores.
Entre ellos la reducción de 0,3% en el sector agropecuario, donde confluyeron la falta de lluvias, la caída en la producción de trigo, el adelanto de las liquidaciones de soja que se produjo en septiembre, y una ganadería afectada por la falta de pasturas por la falla hídrica que obligó a remates tempranos.
También tuvo incidencia la reducción de la tasa de crecimiento en la industria y la construcción. La actividad manufacturera avanzó apenas 3,8%, la variación más baja desde febrero de 2021 cuando aún se sufrían los efectos de la pandemia. En el caso de la construcción la expansión fue de apenas 3,6%, muy por debajo del pico de 16,7% que se produjo en mayo de este año.
En tanto, el comercio en general creció 5,3%, consolidando la desaceleración que había vislumbrado desde junio.
A su vez, la actividad financiera mostró un retroceso de 1,8%, el tercero consecutivo en la variación intermensual.
Para intentar revertir esta inercia, el Gobierno decretó el pago de un bono a los trabajadores asalariados de $ 24.000 para los que sobre menos de $ 185.000 y de $ 13.500 para los beneficiarios del Potenciar Trabajo.
La apuesta es a elevar los niveles de consumo y arrastrar así a la producción, pero el resultado buscado dependerá de que se consiga frenar la inflación.