En el Gran Mendoza hay 437.497 personas que viven en la pobreza y, dentro de ese total, 91.226 en la indigencia. Esto implica que, en comparación con el primer semestre de 2022, cuando las cifras eran de 401.617 y 47.479, respectivamente, 35.880 mendocinos más pasaron a ser pobres y la cantidad de los que son indigentes, es decir no alcanzan a cubrir sus necesidades de alimentación, se incrementó en 43.747.
El informe sobre la incidencia de la pobreza y la indigencia en 31 aglomerados urbanos, con datos del primer semestre de 2023, que el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) difundió ayer, muestra que el 41,8% de la población en la provincia es pobre y el 8,7% es indigente, lo que marca un aumento con respecto al mismo periodo de 2022, cuando los porcentajes eran de 38,6% y de 4,6%.
Por otra parte, la población en la indigencia es la más alta de Cuyo, ya que en San Juan alcanza el 2,9% y en San Luis, el 6,8%; aunque se encuentra por debajo de la media nacional, que llega al 9,3%. Para entender por qué ha crecido más el número de personas indigentes que el de pobres, el documento señala que la pobreza y la indigencia resultan de la capacidad de los hogares de acceder a la canasta básica alimentaria (CBA) y a la canasta básica total (CBT). Con respecto al segundo semestre de 2022, el ingreso total familiar aumentó, en promedio, un 50,4%, mientras que la CBA subió un 52,6% y la CBT, un 48,8%.
Es decir que los ingresos aumentaron más que la CBT (que marca la línea de la pobreza), pero menos que la CBA (que fija la de la indigencia). De ahí que, en todo el país, los pobres no indigentes presentan un leve descenso y los indigentes muestran un incremento mayor en términos relativos. Un dato adicional es que más de la mitad (56,2%) de los argentinos de 0 a 14 años están en la pobreza.
A nivel nacional, 4 de cada 10 argentinos son pobres, es decir, 11,8 millones de personas. De ellos, el 9,3% son indigentes (2,7 millones) y el 30,8% son pobres no indigentes (9,1 millones). Con respecto al segundo semestre de 2022, la incidencia de la pobreza en las personas registró un aumento de 0,9 puntos porcentuales y la de la indigencia, un incremento de 1,2 p.p.
Las personas en los números
“No es un índice. Son familias, personas, ancianos”, plantea Marcelo De Benedictis, referente de la Pastoral Social en Mendoza. Y suma que “lo preocupante, además de que va creciendo, es que no se vislumbra un cambio de tendencia hacia adelante. Al contrario. Y es matemático: cada punto más de inflación son un montón de personas más que pasan a ser pobres”.
Planteó que se nota que el margen de tolerancia de la gente es cada vez menor, porque la crisis se ha extendido en el tiempo y no se observa un horizonte de superación, sino más bien el temor de que la situación empeore. En este sentido, consideró que debería haber señales más claras y sostenidas en el tiempo sobre la posibilidad de un desarrollo económico genuino, trabajo de calidad y capacitación, en lugar de ayudas momentáneas.
De Benedectis señaló que la pobreza recluye y va generando aislamiento, por lo que se debe buscar caminos de encuentro, en lugar de ruptura y violencia. “Más que nunca tenemos que ser todos conscientes de que es importante que cada uno dé lo mejor de sí, para poder salir juntos de esto”, manifestó.
Si hay un espacio en el que la pobreza y la indigencia se ponen en dolorosa evidencia es el de los comedores y merenderos. Gabriela Carmona, de Los Horneritos, en El Algarrobal (Las Heras), cuenta que están entregando comida a 1.700 personas de nueve barrios -cuando abrieron, durante la pandemia, asistían a 30. Y que tuvieron que pasar de dos veces por semana a sólo una, los martes a la noche, porque no consiguen suficientes donaciones, que es su principal insumo (para aportar se puede llamar o escribir al 261 3136783), además de la entrega del Banco de Alimentos.
De hecho, estuvieron a punto de cerrar en mayo, por este motivo, aunque la difusión favoreció nuevas colaboraciones y pudieron sostenerse. “Se nos está complicando cada vez más”, confiesa y resalta que “la gente que viene a buscar comida tiene trabajo; trabaja todos los días y no les alcanza, y una vez por semana les solucionás la cena, porque tenés que pensar en $4 mil o $5 mil diarios para alimentar a una familia pequeña”. Comentó que el martes por la noche fueron cinco hombres -lo más habitual era que acudieran las mujeres-, con sus hijos, que estaban llegando a casa del trabajo; y que se armó una cola de tres cuadras.
Carmona señaló que cuesta reunir la cantidad de alimentos, porque esta semana prepararon 800 kilos de comida, lo que significa unos 120 a 130 paquetes de fideos. Y subrayó que tratan de no sólo “llenar la panza”, sino alimentar, por lo que el martes las grandes ollas estuvieron al fuego con un guiso de garbanzos, sin carne porque no tenían. Añade que la verdura también está muy cara, por lo que a veces preparan tuco con salsas que les donan y menudos de pollo -que son más económicos- y entregan los fideos aparte.
“Cada semana son una o dos familias más que vienen a golpear la puerta en busca de azúcar o fideos”, comenta y explica que, si bien dan las viandas sólo los martes, el comedor está de lunes a lunes e intentan responder a las necesidades de quienes acuden. Así, tienen cinco personas jubiladas, que pagan alquiler y deben comprar remedios, por lo que les dan alimentos hasta cuatro veces por semana, para que se cocinen algo.
Paola Castro, del comedor Corazones Felices, de El Sauce (Guaymallén), señala que “se nota la necesidad cada vez más”. Asisten a 250 niños y 70 adultos, pero antes daban el almuerzo y la merienda de lunes a viernes, mientras ahora sólo pueden hacerlo tres veces por semana. El motivo es el mismo descrito por Gabriela: las dificultades económicas alcanzan, en mayor o menor medida, a más personas y las donaciones se han acotado.
También entregan, una vez al mes, mercadería a 350 familias, ya que cuentan con personería jurídica y el Gobierno provincial les manda bolsones. Castro indica que hay personas que veían en el barrio, que no necesitaban ayuda y ahora acuden al comedor. “Tenemos una sensación de angustia y tristeza porque nos cuesta horrores conseguir comida y nos preguntamos qué van a hacer las familias más humildes si se nos corta”, confiesa y acota que no sólo necesitan alimentos no perecederos, sino también ropa y calzado (hay que comunicarse al 261 6787807).