Los sueldos en Argentina, en su mayoría, se pagan en pesos, pero los argentinos mantienen su atención puesta en las variaciones de la divisa estadounidense. ¿Por qué? Pese a los congelamientos e índices de actualización de algunos precios de la economía, la devaluación de la moneda nacional frente al dólar termina por trasladarse a precios.
Es por esto que, frente a un dólar con un valor oficial promedio que ronda los $106,42 para el segmento vendedor ($173,66 con impuestos incluidos) y que roza los $200 en el mercado paralelo, el poder de compra de los salarios sin actualizar -o con paritarias que no alcanzaron a ganarle a la inflación real- merma.
Así, según la última actualización del Salario Promedio de los Trabajadores Registrados (Ripte), públicos y privados, en septiembre, éste alcanza los $94.157,71 (4,2% más que el mes anterior), pero si se compara esa cifra con el dólar oficial, se obtendrían USD 884,77.
Descontando la inflación acumulada que ha tenido el dólar en los últimos 25 años, en febrero de 1995 se cobraba $928,29, con lo que el sueldo representaba unos USD 1.718 actuales, hoy se gana el 28,4% de ese total.
Ahora bien, un informe de Nery Persichini, economista y head of strategy de GMA Capital, propone convertir dichos ingresos en relación al Contado Con Liqui (CCL, o compra y posterior venta de bonos y acciones que coticen tanto en el mercado argentino como en el exterior). Así, en septiembre, el salario Ripte fue de USD 489.
El economista destacó que, para fines del año 2001, después de una larga recesión y con una crisis social de por medio, el salario promedio alcanzó los $884,83, en ese entonces USD 1.066 de ahora.
Para noviembre de 2015, cuando Cristina Fernández de Kirchner terminaba su segundo mandato, dando paso a la administración de Mauricio Macri, el salario, según las estadísticas oficiales, era de $15.526,15 o, en dólares constantes, USD 1.214. Es decir que hoy se cobra un 40% de lo que se ganaba en ese momento.
En el año 2017 se registró un salario promedio de $26.177,33 (USD 1.667), hoy se cobra un poco menos de un tercio de ese total. Al año siguiente, se produjo el primer ajuste del mercado, vía tipo de cambio, desordenado, y el gobierno de Cambiemos, con un salario de USD 1.000 perdió la elección presidencial de 2019 y se desplomó el salario real porque el mercado volvió a ajustar y el dólar pasó de valer $45 a $60 en un día.
En julio de 2019, el Ripte era de $43.290,96 (USD 1.051), y en septiembre de este año, los trabajadores ganaron un 46,5% del salario de ese momento.
El salario a futuro
La consultora Randstad dio a conocer los resultados de su última encuesta online realizada durante el mes de julio y agosto a directivos y referentes de Recursos Humanos de 204 empresas de todo el país. Del estudio surge que el 62% de los encuestados prevé que los salarios en 2021 se ajustarán en línea con la inflación para el personal bajo convenio. Por su parte, el 31% de los consultados considera que el ajuste salarial quedará por debajo de la inflación y apenas el 7% de los directivos de RRHH asegura que los salarios lograrán quedar por arriba de la inflación.
Considerando el contexto de inflación actual, al consultar específicamente sobre el nivel de ajustes salariales que prevén implementar para su personal bajo convenio, cerca de la mitad de los consultados (47%) afirma que terminarán el año con ajustes por encima del 30% y hasta el 45%, mientras que la otra mitad (53%) estima que realizará ajustes de hasta 30% en las remuneraciones de su personal.
Al referirse a los ajustes salariales que prevén implementar para mandos medios y personal fuera de convenio, el 45% de los encuestados aseguró que dará un aumento a su staff fuera de convenio de entre el 30% y 45%, y el restante 55% aumentará hasta un 30% sus escalas salariales.
“La carrera entre salarios e inflación tiene aún final abierto para 2021. Con una economía que está lejos de recomponerse y sectores a los que les cuesta aún recuperar los niveles de actividad pre-pandemia, el ritmo de inflación que no cede es un componente que condiciona seriamente las posibilidades de las empresas para achicar la brecha y asegurar que luego de tres años de descalce, este año se pueda mantener el poder adquisitivo de los salarios”, sostuvo Andrea Ávila, CEO de Randstad para Argentina y Uruguay.
En línea con los desafíos que deben enfrentar las organizaciones durante el tramo final del año, el estudio de Randstad también indagó sobre el impacto de la pandemia en los planes y el rol que tiene la formación. En este sentido, el 78% de los referentes de RRHH indicó que en su empresa se generaron nuevas necesidades de formación como producto de la actualización digital para responder a la necesidad de trabajo remoto, mientras que el 22% no detectó nuevos requerimientos en torno a la capacitación de sus colaboradores.
Al indagar a los participantes del estudio sobre el nivel de importancia que tendrá la formación en la gestión del capital humano durante el último tramo de 2021, el 50% de los directivos aseguró que será más importante que años anteriores, el 41% cree que será igual de importante que en años anteriores y apenas un 9% considera que la necesidad de formación será menos importante que en el pasado.
Al indagar sobre el tipo de formación que será más necesaria durante el segundo semestre del año, el 46% de los directivos cree que se deberá poner el foco mayoritariamente en habilidades soft, como liderazgo, comunicación, trabajo en equipo y otras habilidades socioemocionales. El 42% de los referentes de RRHH considera que deberá ponerse el foco tanto en habilidades blandas como en habilidades técnicas. Por último, el 12% de los líderes organizacionales considera que el foco de formación debe estar puesto en la capacitación técnica de sus talentos.
“El Covid-19 llegó para imponer grandes cambios, también en el mundo del trabajo. Por un lado obligó a las empresas a una adecuación tecnológica forzada y a los trabajadores a incorporar conocimientos respecto al uso de esa tecnología. Al mismo tiempo, la incertidumbre del contexto y el trabajo remoto generaron una exigencia adicional de habilidades blandas, como la capacidad de escucha, la buena comunicación y la empatía, especialmente en los líderes y mandos medios de las organizaciones”, afirmó Andrea Ávila.