El Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV) dio a conocer los resultados de su informe anual de superficie cultivada de vid 2020. Si bien se produjo una leve caída en las hectáreas cultivadas respecto de 2019, se podría decir que la cifra anual se mantuvo. Mendoza continúa acaparando el 70% de la superficie del país, con un crecimiento de la zona cultivada para la vinificación. Un dato relevante es que el año pasado nacieron 31 fincas en Argentina respecto del período anterior y, en la década, se afianzó la tendencia de crecimiento de las uvas tintas, revirtiendo ampliamente las estadísticas de 30 años atrás, con el malbec a la cabeza.
En detalle, 2020 presentó una leve caída del 1,4% en la superficie cultivada con vid vs 2019, con 215.000 hectáreas activas. Este valor sigue siendo un 7% mayor respecto del censo realizado en 2000. Si bien se redujo la cantidad de viñedos, aumentó la superficie de las fincas. Esto significa que hay menos propiedades, pero son más grandes. Hoy existen 23.700 fincas con un promedio de 9,1 ha cada una.
Son 18 las provincias que poseen cultivos de vid: 70,4% están en Mendoza, 20,9% San Juan, 3,6% La Rioja, 1,7% Salta, 1,3% Catamarca, 0,8% Neuquén y 0,8% Río Negro. Estas siete provincias concentran 99,5%. El 0,5% restante está en La Pampa, Córdoba, Buenos Aires, Tucumán, San Luis, Chubut, Entre Ríos, Jujuy, Misiones, Santiago del Estero y Santa Fe.
A nivel nacional, un 92,2% de las uvas se utilizan para vinificación, mientras que el 7,8% se destina a consumo en fresco o pasas. El 0,1% restante no tiene determinada su aptitud.
Más uvas de color
La tendencia al cultivo de uvas tintas se sigue acentuando, mientras que las demás se reducen. Así, un 54,3% de la superficie implantada corresponde a uvas tintas, el 25,6% a rosadas y el 20,1% restante a blancas.
Alejandro Sejanovich, recientemente distinguido por Tim Atkin como el enólogo del año, explicó esta situación. “A fines de los ’70 y principios de los ’80 hubo una moda en Argentina de mucho volumen de consumo de vino blanco. Eso, sumado a los malos negocios de Greco y la crisis a la que condujo, generó una erradicación muy importante de viñedos de malbec”, indicó.
“Este auge de los vinos blancos generó que productores de Luján de Cuyo, La Consulta o Maipú, que producían tintos, no pudieran hacer nada, porque esos vinos no servían en el mercado. Así se produjo la gran crisis de la viticultura y el abandono de viñedos, tanto en la primera zona como en San Carlos”, añadió Sejanovich.
Según el enólogo, esta crisis recién empezó a torcerse a principios de los ’90, cuando el consumo volvió a dar un giro hacia los tintos y comenzó un trabajo en busca de la calidad y la exportación.
A nivel nacional, la variedad que más creció y la más cultivada es el malbec, que pasó de 16 mil ha en 2000 a más de 45 mil ha en 2020. Asimismo, mientras que Mendoza crece en superficie cultivada para vinificación, sobre todo en uvas tintas, San Juan lo hace en superficies de uvas con destino a consumo en fresco y pasas, reduciendo el área de vinificación de uvas blancas y rosadas. Las uvas malbec, syrah y bonarda en Mendoza y las Flame Seedless, malbec y Fiesta en San Juan son las variedades que más crecieron.
Para Sejanovich, el crecimiento del malbec en los últimos 20 años está relacionado con el éxito que tuvieron las bodegas que decidieron apostar a la exportación. “El haber apuntado a la exportación con el malbec como bandera de Argentina y haber tenido éxito, repercutió en el ámbito local, porque los argentinos miramos mucho qué hacen los demás.
Ocurrió que en Argentina el vino tinto de calidad era el cabernet sauvignon pero, en 2000, pasó a ser el malbec”, sostuvo.
El enólogo de Bodega Manos Negras destacó la importancia de la tecnología y el riego también en la expansión. “En la época del “1 a 1” hubo muchas inversiones e interés de empresas extranjeras de invertir en Argentina. Todo eso, junto con la incorporación del riego por goteo, impulsó la recuperación de uvas tintas, principalmente el malbec y en zonas nuevas. Que el sistema llegara a un precio racional generó que se desarrollaran muchas hectáreas de viña en zonas que antes eran incultas porque tenían pendiente y no se podía regar tradicionalmente”, completó.
El desarrollo de nuevas zonas
Un dato que da cuenta de la expansión de la vitivinicultura a nuevas zonas es que casi el 50% de las plantaciones tienen menos de 20 años de antigüedad, mientras que sólo un 9% posee más de 60 años.
Sobre este punto, Edgardo Del Pópolo, enólogo, ingeniero agrónomo y gerente general de Dominio del Plata, consideró que los viñedos en el mundo y Argentina tienen un ciclo que depende de muchos factores. “Lo más importante en nuestro país es la capacidad de los productores de poder cuidarlos y mantenerlos para tener rentabilidad. Cuando el viñedo es rentable y los viñateros lo pueden cuidar, tienen más longevidad. En el caso contrario, los viñedos envejecen muy rápido y se ponen decrépitos”, expresó.
Si bien la cantidad de viñedos se mantiene estable, en el país, Del Pópolo argumentó que se ha perdido superficie. “Hemos tenido una leve baja, pero se ha presentado una migración en zonas. Hay regiones como el Este que ha ido erradicando y otras que han crecido, como el Valle de Uco”.
Para Del Pópolo, esa migración y el aumento de la calidad del vino fino argentino han sido claves en el cambio de la vitivinicultura del país. “Lo que hacíamos hace una década lo hemos mejorado y es muy probable que, si se consolida la categoría del vino fino argentino en el mundo y el mercado doméstico, sigamos evolucionando”, dijo y agregó que es importante el potencial de nuevas zonas, aunque existen algunos impedimentos para sus desarrollos.
“Las zonas central y Este no tienen la limitación del Valle de Uco con el agua y podrían llegar a crecer, pero tiene que ser bajo un formato diferente de producción, con un esquema de vinos con una relación precio/calidad diferente. Cuando se analiza este escenario, no parece una empresa muy fácil”, opinó y elogió el trabajo de algunos productores del Este con las criollas.
Otro dato que se relaciona con la migración es la evolución del tipo de cultivo. En los últimos 20 años, la tendencia marca una disminución en los cultivos de parral del 15,7% y un aumento en espalderos del 28%, aunque sigue predominando el parral en la participación general.
Sobre este aspecto, Del Pópolo manifestó: “En el Valle de Uco, donde más ha crecido la superficie plantada, lo ha hecho en espaldero. Éste es un sistema de menor expresión vegetativa y mayores posibilidades de mecanización. El parral, en cambio, es un sistema de alta expresión vegetativa y está destinado a variedades de mayor nivel de producción”.