Una de espías virales: sabremos dónde encontrarte

Una herramienta científica actuará como un alerta para medir la circulación del SARS-CoV-2, mientras la pandemia afecte a Mendoza. También será apropiado para seguir a otros virus que acechan a la población.

Una de espías virales: sabremos dónde encontrarte

Los espías del siglo pasado sabían cómo conocer íntimamente a sus blancos de observación. Lo hacían a través de los residuos de quienes vigilaban. Era un método eficiente para esa tarea oculta. Sabían que los desechos personales “hablan” de nosotros, de nuestras conductas, de nuestros gustos, de nuestras costumbres y, también, de nuestras enfermedades.

La introducción es una alegoría para graficar una historia de cómo los humanos buscamos defendernos de los “micromonstruos”, esos que nos habitan o merodean nuestros organismos. Esta es una reseña de pandemia en la que contamos una acción investigativa útil para domar al coronavirus que produce la enfermedad COVID-19.

Este informe urgente es para que se conozca un proyecto científico cien por ciento mendocino, pensado para husmear al hasta ahora, entre nosotros, insondable recorrido del virus.

Veamos. En las materias residuales, sólidas o líquidas, se evidencian los rastros de nuestras calamidades orgánicas. Esos rastros son detectados con reactivos químicos específicos aplicados con métodos de gran exactitud.

Desde el punto de vista científico y médico, son pruebas provechosas para diagnosticar sobre la salud en una población como la del Gran Mendoza o de un sector de algún departamento mendocino de este conglomerado donde compartimos la vida comunitaria con nuestros vecinos y vecinas. Es que así de minuciosos pueden resultar los estudios que los equipos de científicos desarrollan actualmente.

Es el caso del grupo de investigadores, médicos formados en la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de Cuyo, liderado por Israel Vega, que a la vez conduce el Laboratorio de Fisiología del Instituto de Histología y Embriología del CONICET-Mendoza.

Hablamos de científicas y científicos con la necesaria sapiencia, energía y convicción para buscar, “identificar” y seguir al SARS-CoV-2 (la denominación de este nuevo coronavirus) en las aguas residuales del Gran Mendoza.

Acompañan a Vega en el proyecto Marcela Pizarro, Liliana Carrizo, Paula Cuervo, Emiliano Diez y Maximiliano Giraud Billoud, todos docentes investigadores de la Facultad de Ciencias Médicas.

Una investigación justo a tiempo

El jueves 11 de junio llegó la noticia a la UNCUYO. La Casa de Estudios estará representada por sus profesionales a través del CONICET en tres de los proyectos de investigación aprobados por el "Programa de Articulación y Fortalecimiento Federal de las Capacidades en Ciencia y Tecnología COVID-19".

Uno de estos planes es el de Vega y su equipo, que ganó un concurso del Ministerio de Ciencia y Tecnología y será financiado para ponerlo en marcha. “Detección y persistencia de COVID-19 en aguas residuales del Gran Mendoza”, es la denominación del programa a ejecutar, 

La inversión básica es de $1.000.000 y Vega señaló, al día siguiente de la notificación, que eso significaba que en un término de 45 días estarían en condiciones de comenzar a tomar muestras de aguas cloacales para realizar el monitoreo viral de esos efluentes.

Es decir, que a fines de julio estaría todo instalado para hacer la pesquisa del virus. Será un momento adecuado ya que para ese plazo, con la etapa de “distanciamiento social” que transitamos, desde el 8 de junio se podrá constatar si hay o no circulación comunitaria de este coronavirus pandémico.

Por donde surfea el microbio

“Se sabe desde hace mucho tiempo que varios microbios patógenos para el hombre, y de diferentes virus en particular, se encuentran presentes en aguas residuales. Esto ocurre, fundamentalmente, porque el patógeno se elimina en los fluidos corporales durante una infección activa, incluso días antes de manifestar algún síntoma, y aún en los pacientes asintomáticos. Y de ahí pasa a los inodoros, a las bachas de baños y de cocina o lavanderías, durante la higiene personal o la limpieza domiciliaria de diferentes elementos”, resaltan en una descripción los investigadores.

Y completa Vega: "Los coronavirus pueden detectarse en aguas residuales. En particular han encontrado material genético (ARN o vestigios de él) de SARS-CoV-2 en aguas residuales de los Países Bajos, España, Estados Unidos y Francia. La presencia y concentración del virus en aguas residuales sería un reflejo de lo que ocurre en cualquier comunidad. Es decir, que a través de un muestreo diario y representativo de las aguas residuales podríamos conocer la circulación diaria del coronavirus SARS-CoV-2 en la comunidad mendocina".

Hacia una política –antiviral– de Estado

Pero hay más. El viernes 12 de junio los investigadores se presentaron en la sede del Departamento General de Irrigación (DGI) al lado de Sergio Marinelli, superintendente del órgano rector del agua en Mendoza, y juntos hicieron público este nuevo escenario previo a poner el proyecto en marcha.

Marinelli y Vega -casi al unísono- advirtieron que el mecanismo virtuoso se dispone con las tomas de muestras diarias de los “influentes” antes de que ingresen a las plantas de tratamiento en Campo Espejo y El Paramillo, ambas ubicadas en Las Heras.

A Campo Espejo llegan las aguas servidas del Este de Godoy Cruz, Capital y Las Heras, y a El Paramillo llegan los líquidos residuales del Oeste de Godoy Cruz, Guaymallén, Luján de Cuyo y Maipú.

En ese contexto de sonrisas detrás de los tapabocas trascendió otro dato muy importante para el futuro. Hay una gestión para que se concrete un convenio entre el Gobierno provincial, la Universidad pública cuyana, la empresa de Agua y Saneamiento Mendoza (Aysam) y el DGI para que este proyecto se convierta en un sistema de monitoreo permanente, ya que se transformaría en una herramienta epidemiológica, advirtió Vega junto al titular de Irrigación.

Esto quiere decir que impulsarán que el trabajo se sistematice para que sea un instrumento más, y de peso, en el circuito de seguimiento de cualquier virus (hepatitis, influenza, entre otros) que pudiera estar circulando entre la población del conglomerado más grande de la provincia.

Este aspecto sería una ganancia para el sistema de salud pública, porque permitiría diseñar políticas poblacionales y así acertar en las decisiones sanitarias colectivas.

Si el sistema de monitoreo viral se concreta, entonces podremos concluir que la pandemia nos hizo reaccionar contra el microbio de alto rendimiento de contagio. Pero, a la vez quedará una estructura para enfrentar el ataque microorgánico de una nueva epidemia.

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